Los fieles de Trump se revuelven contra su apoyo a los «dreamers»

El presidente niega que sea una «amnistía» y asegura que «habrá muro con México»

Un grupo de activistas antiTrump proyectaron este mensaje en un edificio de Los Ángeles: «DACA es el sueño, Trump/Pence son la pesadilla» AFP
Manuel Erice Oronoz

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La ceremonia de la confusión. Medio día de anuncios, desmentidos, declaraciones públicas y mensajes en Twitter sembraron de incertidumbre el futuro de los dreamers , los indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños y cuyo futuro está pendiente de una legislación que los integre en el sistema de forma definitiva. En su intento de buscar una salida al embrollo de los 780.000 inmigrantes jóvenes que permanecen en el limbo legal , tras su decisión de suprimir el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que los protegía de la deportación, Trump intentó un acercamiento a los demócratas la noche del miércoles. Cuando sus líderes, Chuck Schumer y Nancy Pelosi anunciaron un acuerdo para su protección que no incluía dinero para la construcción del muro con México, la contrapartida que el presidente exige y la minoría no está dispuesta a aceptar, estalló la confusión que aún no se ha disipado. Anoche, nadie confirmaba que hubiese acuerdo para proteger definitivamente a los dreamers.

La aparente doble renuncia de Trump, a construir el muro y a obligar a que fuese el Congreso, en todo caso, quien proporcionara una salida a los dreamers, desató una catarata de críticas de sus propios fieles, partidarios del endurecimiento en política de inmigración que fue uno de los ejes de su campaña electoral. Durante toda la mañana de ayer, el inquilino de la Casa Blanca, con ayuda de toda su guardia pretoriana, hubo de salir al paso. Primero, para rechazar que se hubiese llegado a un entendimiento definitivo: «Ayer no se llegó a ningún acuerdo sobre el DACA. Para ello, deberían existir como contrapartida medidas para reforzar la seguridad en las fronteras de forma masiva». Y después, para aclarar que no estaba llevando a cabo renuncia alguna a sus promesas, y en particular a la construcción del muro.

Aunque el siguiente tuit volvió a clarificar poco las cosas. Trump, que siempre había hablado hasta ahora de una construcción nueva, abría la puerta a opciones de menor grado: «El muro, que actualmente está en construcción en forma de renovación de las antiguas defensas, se seguirá construyendo» . A primera vista, una forma de renunciar a la iniciativa de hacer realidad su gran promesa electoral. La falta de claridad del presidente en sus mensajes transmitía un significado diferente también en el caso de los jóvenes inmigrantes. En uno de ellos, que parecía dirigirse a sus acólitos, se preguntaba sobre el futuro de los dreamers, con una aparente convicción de darles una solución definitiva: «¿Alguien realmente quiere echar a jóvenes bien educados y comprometidos, que tienen trabajo y que sirven en el ejército? ¿De verdad?». Presionado por los continuos mensajes críticos que recibía en las redes sociales, Trump se vio obligado a negar que se buscara una «amnistía» para los dreamers: «Lo que buscamos es permitir a la gente estar aquí; hablamos de cuidar de la gente que llegó aquí y ha hecho un buen trabajo».

Con su nueva política de búsqueda de acuerdo bipartidista impulsada desde la Casa Blanca, el presidente está estirando las costuras de forma peligrosa . La geometría variable de intentar alternativas a su bloqueo con el Partido Republicano le permitió recientemente un acuerdo con el tradicional enemigo demócrata para elevar el techo de deuda hasta el mes de diciembre. De forma que veía satisfecho su compromiso de facilitar dinero para la reconstrucción de Texas, tras el paso del huracán Harvey, que los republicanos pretendían aplazar. Pero un similar intento en materia de inmigración ofrece mayor complejidad. Los demócratas, como Schumer y Pelosi dejaron claro al presidente, no van a aceptar partidas económicas para la construcción del muro con México , tal y como lo entiende Trump. Aunque la minoría en el Congreso se deja querer para recuperar protagonismo político en detrimento de los republicanos, sólo aceptaría la continuación de un refuerzo del vallado en la frontera con el vecino del sur, que fue construido bajo la presidencia del también demócrata Bill Clinton.

No sin ironía política, el presidente del Congreso y gran referencia republicana, Paul Ryan, se limitó a decir: «Estoy seguro de que el presidente entiende que para buscar una solución legislativa, tiene que trabajar con la mayoría del Congreso».

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