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El candidato ultraderechista Geert Wilders (i) y el primer ministro holandés, Mark Rutte, durante un debate electoral este lunes en Róterdam - Reuters

La crisis con Turquía impulsa el voto antiinmigración en las elecciones holandesas

El país se encamina hacia una larga etapa etapa sin gobierno tras los comicios

Enviado especial a Amsterdam Actualizado: Guardar
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Este miércoles votan los holandeses un nuevo Parlamento. Lo harán en plena conmoción por el conflicto con Turquía que adquirió unos niveles de acritud inaudita. Con Holanda, uno de los países tradicionalmente más tolerantes de Europa, tachada de «nazi» y «fascista» por un presidente turco que amenazó con usar a los 400.000 inmigrantes turcos en aquel país como su ejército. Y por los incidentes con los manifestantes turcos del sábado por la noche en Róterdam, que han impresionado profundamente a la opinión pública.

Los holandeses pudieron comprobar el lunes que salían en su defensa y en defensa de su gobierno y su primer ministro Mark Rutte, tanto la Unión Europea como diversos miembros de la misma. Angela Merkel, que había intentado una aproximación menos clara a las provocaciones del presidente turco que Rutte, tachó este lunes de «disparatas» las acusaciones de Erdogan contra Holanda.

También la OTAN pidió el lunes una urgente limitación de daños y reducción de la tensión entre sus dos miembros en conflicto.

Las imágenes de la policía holandesa con perros batiéndose con una inmensa masa de hombres morenos con banderas turcas están todo el día en las pantallas de las diversas cadenas de televisión. Y quedarán firmes en la memoria de los holandeses, mucho más allá de esta campaña electoral. Asociadas a las palabras amenazadoras de Erdogan que calificaba a los 400.000 turcos como tropas suyas, tienden a generar enorme inseguridad.

«Exigimos una disculpa por estos intolerables comentarios contra un país bombardeado por los nazis y víctima del nazismo»

El gobierno turco acusó a Holanda de uso excesivo de la fuerza y pidió sanciones por ello. Además de insistir en las disculpas que exige de Holanda. El primer ministro holandés ha dejado sin embargo claro que no piensa en ninguna disculpa y que es Ankara quien debe disculparse por «unos insultos intolerables» de Erdogan al tachar a Holanda de «guarida nazi». «Nosotros exigimos una disculpa por estos intolerables comentarios contra un país bombardeado por los nazis y víctima del nazismo», afirmó Rutte.

Pero nadie se atreve a vaticinar cómo afectarán al resultado estos graves hechos. De momento todo lo que se sabe sobre los resultados que el miércoles se sabrán a última hora de la tarde es que Holanda volverá a contar con un parlamento muy fraccionado. Como siempre. Por una ley electoral que permite lograr representación hasta al diminuto. Y se sabe por ello que será muy difícil hacer un gobierno porque puede que hagan falta hasta cuatro o cinco partidos para una mayoría. Puede, dicen aquí, que esto sea más largo que lo de España el pasado año.

Geert Wilders

Pero de momento, todas las miradas están puestas en el hombre al que todos los demás partidos y líderes quieren negar el derecho a gobernar por muchos escaños que logre. Ese es Geert Wilders, el líder del Partido de la Libertad (PvdF), un conservador de 53 años que abandonó el VVD, el partido del hoy primer ministro, Mark Rutte, para hacer fortuna política con la creciente masa de holandeses insatisfechos con la política de la Unión Europea y con los crecientes problemas con la inmigración y especialmente con la musulmana.

Wilders, que aboga por el cierre de fronteras a la inmigración musulmana y de mezquitas en el propio país, lideró durante meses las encuestas y había caído hace dos semanas por detrás del partido conservador de Rutte. Por lógica, puede ser Wilders el gran beneficiado por la inaudita escalada de tensión y ataques del presidente turco contra Holanda. Las masas que ondean banderas turcas y jalean a un presidente que llama nazi al país que es generosamente anfitrión de 400.000 turcos con todos los derechos e infinidad de subvenciones y apoyos no han fomentado precisamente las simpatías hacia la inmigraciónn musulmana que es el caballo de batalla principal, muchas veces único, de Wilders.

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