Imagen de la Cámara de los Comunes en la que a primera ministra británica, Theresa May, escucha al canciller británico Philip Hammond entregar su declaración sobre el presupuesto de primavera en la Cámara de los Comunes
Imagen de la Cámara de los Comunes en la que a primera ministra británica, Theresa May, escucha al canciller británico Philip Hammond entregar su declaración sobre el presupuesto de primavera en la Cámara de los Comunes - AFP

Cautela y continuismo en el primer presupuesto del Brexit

El ministro de Economía revisa al alza el crecimiento de este año pero no ve «lugar para la complacencia»

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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El llamado «presupuesto de primavera», el primero elaborado íntegramente por el Gobierno de Theresa May, ha resultado un ejercicio de cautela y continuismo, acorde al perfil prudente del ministro de Economía, Philip Hammond, al que apodan «Hoja de Cálculo Phil», porque huye de los alardes dialécticos y juega siempre sobre seguro.

Como notas positivas, en las cuentas presentadas este miércoles se ha revisado al alza el crecimiento previsto para este año. En el presupuesto de octubre se había cifrado en un 1,4%, pero se sube al 2%. El Reino Unido también pedirá este 2018 menos dinero prestado que se esperaba. Pero Hammond ha reconocido que “no hay lugar para la complacencia” de cara a las turbulencias que a corto plazo generará el Brexit.

El Gobierno ha evitado todo tipo de gastos extras audaces. Tras los vergonzosos colapsos en las urgencias médicas durante este invierno, se esperaba más inversión en asistencia social, en especial en los hogares de las personas mayores que viven solas. Pero la inyección se ha quedado corta: solo 2.000 millones de libras extras en tres años. Además Hammond ha dado un palo a los autónomos, quiere que aporten más y ha subido un 2% sus cotizaciones a la seguridad social.

Todo lo contrario ocurrirá con el impuesto de sociedades: en abril será ya el más bajo entre los países ricos y en 2020 se quiere reducir al 17%. La fiscalidad laxa para las empresas es una de las bazas que podía jugar el Reino Unido para continuar siendo competitivo fuera de la UE. De hecho, Hammond ha amenazado varias veces en los últimos meses con convertir a Gran Bretaña en una suerte de paraíso fiscal si Bruselas no le otorga un acuerdo de salida favorable.

El presupuesto consigna también pequeñas ayudas para aliviar la subida de los impuestos locales de las empresas, que se había convertido en una espada de Damocles sobre una de las instituciones nacionales, los pubs, pues muchos amenazaban con cerrar, incapaces de soportar las nuevas cargas.

El ministro destacó las fortalezas de la economía británica, con el paro en el 4,8%, el mínimo en once años. Pero reconoció que la deuda pública es todavía muy alta, una de los mayores del mundo entre los países ricos, y la productividad «obstinadamente baja”. Facilitó la cifra de que la deuda nacional equivale a 62.000 libras por hogar (71.560 euros).

En las horas previas a la presentación de los presupuestos, que tuvo lugar este mediodía de miércoles en la Cámara de los Comunes, la libra se depreció y marcó su peor registro contra el dólar en siete semanas.

Hammond no ha querido seguir la vía de gastar más para animar la economía. Por utilizar su jerga, prefiere tener «combustible en el tanque» para los días turbulentos del Brexit. De hecho se ha revisado a la baja la previsión de crecimiento para 2018-19 y 20 y no hay grandes gestos de gasto social. Todo es muy modesto.

Mientras el ministro decía que en sus cuentas «no hay lugar para la complacencia», el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, replicaba hablando de unas cuentas «basadas en una gran complacencia» y reiteró que hay que «poner freno a las fallidas políticas de los tories». Pero Corbyn está totalmente desprestigiado, de hecho Hammond levantó el alborozo de su bancada cuando le reprochó que «hasta Stephen Hawking ha desertado», en alusión a que el físico a pedido en una entrevista la dimisión de Corbyn.

Antes de los presupuestos, una intervención del líder laborista provocó un insólito ataque de risa de Theresa May, a la que no se le había visto carcajeándose así en toda su carrera pública. El vídeo ya corre por las redes sociales británicas.

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