Abrazos, sonrisas y lágrimas en la despedida política de Mujica y Sanguinetti

Cada uno de ellos destacó las virtudes del otro como expresidentes de Uruguay

Mujica y Sanguinetti, en su última sesión como senadores AFP

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Fueron, son y serán dos caras de una misma moneda, la de la democracia uruguaya. Julio María Sanguinetti y José Mujica , dos hombres de ideologías opuestas pero de pensamiento único en el respeto al otro, se despidieron de la política.

Ninguno tiró la toalla, simplemente, la entregaron al banquillo de los más jóvenes. Sanguinetti, dos veces presidente, (1985- 1990 y 1995-2000), y «el Pepe», como se conoce en Uruguay y en medio mundo al ex guerrillero tupamaro que llegó a ser presidente (2010-15), salieron por la puerta grande del Senado entre aplausos y vítores de sus seguidores.

«Porque me tiró el virus pa fuera, porque tengo 85 años y una enfermedad inmunológica, porque me encanta la política, pero más me gusta la vida», resumió Mujica, el exrevolucionario de izquierda, las razones de su jubilación de la cosa pública. Como Sanguinetti, el excandidato del Frente Amplio , logró un escaño en las elecciones del pasado año, y, como él, no completará el período legislativo que le corresponde y que terminaría en 2025.

«Los partidos políticos son los que encauzan, orientan, vertebran y articulan. Eso es fundamental. Sobre todo en tiempos de burbujas publicitarias y redes sociales», reflexionó Sanguinetti, historiador, abogado, escritor, periodista e intelectual de referencia para buena parte de Iberoamérica, incluida España. En esos «tiempos» que mencionó el histórico del Partido Colorado , de nuevo Uruguay demostró que es un país diferente, capaz de reconocer los valores de dos figuras claves de su historia y hacerlo sin reproches ni rencor, sentimientos a flor de piel en las democracias de un lado y otro del Atlántico.

«Es un viejo luchador, importante, que representa una parte de la opinión pública de este país», reflexionó en su intervención Mujica sobre su antiguo adversario, como recoge la agencia Efe. Sanguinetti, también conocido por su afición a la pintura, se manifestó en una línea similar al advertir que es «una hora de conciliación, una hora reafirmación democrática».

Mujica, famoso por su retórica popular, hizo una declaración de principios: «Yo tengo mi buena cantidad de defectos. Soy pasional pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, nos hace perder objetividad». Con ese propósito, el de poner las cosas en su justa medida sin desequilibrar la balanza, intervino media docena de senadores de sus respectivos movimientos, el Partido Colorado y el Frente Amplio, pero también de otras formaciones como Cabildo Abierto, una iniciativa más parecida a Vox que al Partido Popular. Quizás por eso, llamó la atención la afirmación del senador Guillermo Domenech, cuando aseguró que con Mujica tenía «grandes coincidencias», y celebró: «Uruguay es un gran desconocido en el mundo. A veces se recuerda algún futbolista o algún éxito deportivo, pero yo diría que, en la actualidad, se recuerda también a José Mujica».

Diferentes ideales, misma meta

Animales políticos de su tiempo, Mujica y Sanguinetti estuvieron en diferentes trincheras ideológicas. El segundo nunca olvidó los años de violencia y sangre del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro , al que perteneció su adversario. Este, un anciano de 85 años, enfermo desde que pasara una década larga, de calabozo en calabozo, sufriendo suplicios y hasta encerrado en el fondo de un pozo húmedo, tampoco olvidó la dictadura de los años 70 contra la que combatió. Con el tiempo, tuvo ocasión de cambiar y supo analizar lo bueno y lo malo de su vida. Manifiesta su afinidad con Hugo Chávez , jamás aplicó sus recetas en Uruguay. Tampoco las del matrimonio Kirchner , al que supo mantener a distancia, incluso, después de que se hiciera pública una confidencia suya en la que decía de Cristina Fernández , «esta es peor que el tuerto».

La democracia, ese nombre que en tantas ocasiones se pronuncia en vano, logró unir a un país y unos hombres tan diferentes como estos, dos viejos políticos que se despidieron después de darse un fuerte abrazo. Mujica, entre lágrimas, Sanguinetti, firme, como el capítulo de la historia que gobernó.

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