Berlineses durante el experimento de aguantarse la mirada, en medio del frío y bajo una fina lluvia
Berlineses durante el experimento de aguantarse la mirada, en medio del frío y bajo una fina lluvia

Experimento: mirarse a los ojos cinco minutos con un desconocido

Los berlineses son convocados en la Alexanderplatz a aguantar la mirada de un extraño para descubrir la humanidad del vecino

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A todos nos ha pasado, en el metro, como miles otros con la mirada baja. Y se produce ese momento furtivo en el que nuestros ojos se cruzan con los de un desconocido. A menudo retiramos la mirada, incluso con sensación de culpa, y no sabemos lo que nos estamos perdiendo. Eso al menos es lo que ha intentado demostrar esta tarde la plataforma Circling Deutschland, que ha convocado a varios cientos de personas en la céntrica Alexanderplatz de Berlín para… mirarse a los ojos.

Durante cinco minutos y con un perfecto desconocido, esas eran las dos condiciones. El objetivo era fomentar el contacto humano y establecer nuevos lazos entre las personas que habitan esta mastodóntica ciudad. Bajo una desapacible lluvia, los voluntarios del «experimento» han ido eligiendo pareja y planteando interrogantes a quienes casualmente pasaban por allí.

«Es muy extraño, al principio sentía vergüenza y un par de segundos después me sentía muy bien»

Medio «happening», medio meditación compartida, las miradas han ido dejando paso a sonrisas nerviosas, brillos en los ojos y en algunos casos abrazos. «Es muy extraño, al principio sentía vergüenza y un par de minutos después me sentía muy bien, como si conociese a esa persona de toda la vida», describe Anne, de 37 años, escéptica hasta terminar los cinco minutos.

«Hay formas de vivir más cerca los unos de los otros, de hacer grupo sin perder la individualidad. Y el día que dominemos esa capacidad, estaremos en condiciones de crear un mundo más humano», explica uno de los organizadores.

Después, el calabobos comienza a pesar en los ánimos. A quienes se han entretenido un poco más de los cinco minutos pactados se les ha echado la noche encima y los cinco grados de rigor no invitan a seguir conociéndose los unos a los otros. Cada mochuelo a su olivo. Los cobayas del humanismo avanzado desaparecen entre la multitud y Berlín vuelve a ser esa ciudad fría, en busca de sentido y dispuesta a mirar a los ojos fijamente a cualquier desconocido. Al menos durante cinco minutos.

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