Dos guardas estadounidenses junto a un preso de Guantánamo en 2010
Dos guardas estadounidenses junto a un preso de Guantánamo en 2010 - afp

Cerrar Guantánamo, la promesa pendiente de Obama

Retira las tropas de Irak y Afganistán y llega a acuerdos con Irán y Cuba, pero la clausura del penal se le resiste

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Barack Obama llegó a la Casa Blanca con la promesa electoral de cerrar la prisión de Guantánamo, un enclave extraterritorial en la Caribe por el que han pasado 779 sospechosos de yihadismo. También prometió la retirada de Irak y de Afganistán y, como hizo en su discurso inaugural de enero de 2009, expresó el compromiso de tender una rama de olivo a regímenes adversos. «A quienes se agarran al poder mediante la corrupción y el engaño y silenciando la disidencia», dijo pensando en Irán y Cuba, «que sepáis que estáis en el lado equivocado de la historia, pero os extenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir vuestro puño».

Aunque a Obama le ha llevado su tiempo, Estados Unidos acaba de restablecer relaciones diplomáticas con La Habana, tras casi sesenta años de ruptura, y ha firmado un acuerdo nuclear

con el régimen de los ayatolás, después de casi cuarenta años de no hablarse directamente. Previamente el presidente norteamericano también completó la retirada de Irak (EE.UU. ha vuelto para hacer frente al Estado Islámico, pero no con tropas de combate sobre el terreno) y cuando deje la Casa Blanca en enero de 2017 ya no habrá unidades estadounidenses en Afganistán.

¿Y su promesa de cerrar el centro de internamiento Guantánamo, en la base militar que EE.UU. tiene en la punta oriental de Cuba? Es la medida que más anticipó –a los pocos días de tomar posesión firmó públicamente un documento para la clausura de la prisión a final de ese mismo año– y que más se le ha resistido. Si bien alguna ilusión la ha dejado olvidada por el camino, como conseguir un acuerdo de paz palestino-israelí, la relativa a Guantánamo la ha revitalizado en casi cada debate del estado de la Unión. Pero eso también ha ocurrido con su pretensión de restringir el acceso ciudadano a las armas en EE.UU., y esta misma semana se lamentaba, tirando ya la toalla, de que no ha sido capaz de lograr esa mayor regulación (por oposición republicana, pero también por obstáculos puestos por destacados demócratas).

Cuando queda año y medio para que Obama deje su puesto, su Administración está preparando una nueva ofensiva para el cierre de la prisión de Guantánamo, en la que hoy quedan 116 detenidos. «El presidente tiene intención de presentar un plan los próximos días para el cierre de Guantánamo, algo que siempre ha constituido una prioridad en todo su mandato», afirmó el portavoz de la Casa Blanca.

Obama, de todos modos, lo sigue teniendo difícil. El Congreso (nuevamente, no solo los republicanos, sino que también hay demócratas opuestos) se niega a que los 64 presos considerados más peligrosos sean trasladados a alguna prisión de EE.UU., pero también a que sean entregados a otros países, pues si luego quedaran en libertad podrían ser un riegos para la seguridad estadounidense. Juzgarlos resulta complicado pues en muchos casos no podrían aducirse suficientes pruebas para su condena.

Los 46 restantes, estimados de baja peligrosidad, podrían ser transferidos algún país extranjero, pero en la mayoría de los casos Obama ha paralizado la operación porque se trata de yemenís que en estos momentos no es aconsejable enviar a su lugar de origen, dada la inestabilidad del país.

A pesar de las críticas de Obama a la dudosa legalidad de la retención en un lugar extraterritorial como el de Guantánamo (la base es territorio cubano, cedido a los estadounidenses en el momento de la independencia de la isla) su Administración aprovechó las ventajas de una situación similar cuando en 2011 detuvo al somalí Ahmed Abdulkadir Warsame. No lo envió a Guantánamo, pues insistentemente había proclamado la conveniencia de cerrar el centro, pero retuvo al presunto terrorista a bordo de un barco de la Armada en aguas internacionales para someterlo a dos meses de interrogatorios sin tener que llevarlo ante un tribunal. Esa había sido la utilidad invocada por George W. Bush cuando decidió erigir la cárcel especial en la bahía cubana.

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