Vista panorámica de la isla de Mikonos, centro de atracción de la clase alta griega en el mar Egeo
Vista panorámica de la isla de Mikonos, centro de atracción de la clase alta griega en el mar Egeo - ABC

Los griegos ricos también se sienten deprimidos por los recortes de la troika

Muchos helenos de clase alta controlan gastos, renuncian a lujos y se quejan de lo difícil que se ha puesto la vida

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Los supermillonarios griegos son invisibles. La mayoría son armadores que residen fuera de Grecia casi todo el año con pasaporte heleno y de otro país. Suelen pasar las vacaciones en las islas. Residen en mansiones solo visibles desde la costa, en sus yates kilométricos o en hoteles de gran lujo y seis estrellas en los que la discreción absoluta va incluida en el precio. Se dejan caer por alguna gran fiesta, pero siempre procurando seguir siendo invisibles. El principal rastro que dejan tras de sí son las compras. María, dependienta en una de las mejores joyerías de Mikonos, nos comenta que este año sigue vendiendo Rolex y otros relojes de alta gama, igual que en años anteriores: «Tengo clientes griegos que siempre compraban y siguen comprando.

Pero el cierre de los bancos les ha creado problemas, porque no se puede pagar con tarjeta y nuestros clientes quieren comprar lo último de la temporada».

Luego están los griegos con dinero, pero no tanto, con una posición social acomodada, un barco más modesto, una casa en Atenas y otra en las islas. Estos están deprimidos en el doble sentido de la palabra. Muchos ni siquiera han venido a veranear a las islas. Otros han venido, pero no tienen muchas ganas de salir. Vasílis, un médico de buena posición que trabaja en en una clínica privada de Atenas, nos explica: «No tengo ganas de veranear, pero he venido unos días con la familia. Gastaría lo mismo quedándome en Atenas. He perdido la mitad de mis clientes este mes desde que cerraron los bancos. Y en la clínica apenas pagan la mitad de nuestros pacientes». Vasílis siente que su vida «ha cambiado para siempre, de forma irreversible».

Lefteris Sikiniotis, dueño del restaurante Apaggio, en el golfo de Ornos de Mikonos, nos explica los agobios que sufre también la clase acomodada helena: «El ambiente ha cambiado mucho desde que cerraron los bancos. La gente no tiene ganas de salir ni de veranear. Muchos griegos ricos se quedan en casa viendo la televisión, se sienten deprimidos. El griego que veraneaba, que invertía en Bolsa, que tenía un buen coche, varias casas, un velero, el griego nuevo rico fumando un puro del que tanto nos reíamos… ese ha desaparecido. Con los impuestos que tiene que pagar ahora, ya no pueden mantener su tren de vida».

Dimítris Rusunelos, escritor y columnista especializado en gastronomía, hasta hace poco propietario de una galería y de un restaurante en la isla, no lo ve tan negro: «Los griegos con dinero y casa en la isla, aunque solo sea para mantener las apariencias, continúan frecuentando los restaurantes de moda. Tal vez no tantas veces a la semana. Pero quieren que se les vean ahí.»

Quien sabe mucho de ricos y de impuestos es el chef Athinágoras Kostakos, del hotel Mikonos Bill&COO: «Los clientes de nuestras suites de lujo son sobre todo turistas extranjeros. El año pasado tuvimos más clientela, y este todo indicaba que íbamos a tener una magnífica temporada. Pero nos han fallado nuestros clientes griegos, los que tienen casa en la isla, aunque vienen a comer a nuestro restaurante. La mayoría salen mucho menos, se han hecho mucho más cuidadosos con sus gastos. Además, nosotros tampoco podemos ofrecerles todo lo que proponemos en la carta. A nuestros suministradores de trufas y otros productos especiales les tengo que pagar en efectivo, y eso no siempre es posible». El pago en efectivo es uno de los problemas de la isla desde la implantación del «corralito». En voz baja, Kostakos nos confiesa que en algunos restaurantes se ofrecen descuentos de entre el 10 y el 20 por ciento a los clientes que pagan en efectivo. Y la mayoría aceptan.

Ivan Ottaviani, dueño de un restaurante «Sale e Pepe» es muy pesimista: «Ya el año pasado dejaron de venir los griegos acomodados. Alquilaron sus casas en las islas, y algunos lo hicieron en negro para no pagar impuestos. Pero este año las cosas se han puesto aún más difíciles». No es ajeno a esta «dificultad» el escándalo de Danae Strátu, la mujer de Varufakis, quien alquilaba pisos en Atenas y en la isla de Egina sin declarar los ingresos... hasta que fue descubierta. Ivan tiene problemas de abastecimiento y tiene que pagar en efectivo a sus proveedores.

Petros, que, pese a todo, vino a veranear a Mikonos, nos comenta: «Ya sabíamos que este Gobierno iba a hundir el país. Así que fuimos sacando poco a poco dinero del banco, y por eso tenemos todavía efectivo». María, su novia, apostilla: «Preferimos gastárnoslo todo antes de que nos lo incauten en la cuenta». Y dicho y hecho, María y Petros pasan a gastar su dinero en una de las bonitas tiendas de Jóra (la capital). Es temporada alta en Mikonos. Las tiendas están abiertas hasta las dos de la mañana, y los DJ no dejan de acudir a las frenéticas fiestas de la isla, intactas, pese a la depresión y la crisis.

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