Boko Haram: con y sin el Estado Islámico

Pese a que no existe alianza demostrada entre ambos grupos (al margen de la verbal), la polinización de tácticas comienza a ser habitual entre estas milicias

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Más de 800 asesinados solo en el mes de noviembre. Los sangrientos números de la milicia islamista de Boko Haram hablan por sí mismos.

Bajo la reciente inspiración de las prácticas del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, en los últimos tiempos, estos yihadistas africanos sacuden de forma continua las fronteras de Nigeria, Camerún, Níger y Chad.

Pese a que no existe alianza demostrada entre ambos grupos (al margen de la verbal), la polinización de tácticas comienza a ser habitual entre las milicias.

Por ejemplo, pese a la creencia general (a la que ha contribuido el famoso caso de las archiconocidas «200 niñas de Chibok»), el rapto como táctica militar por parte de Boko Haram es relativamente reciente.

En enero de 2012, el líder del grupo rebelde, Abubakar Shekau, amenazaba por primera vez con iniciar una serie de raptos contra las esposas de los funcionarios del Gobierno, en castigo por la encarcelación de familiares del grupo islamista (más de 100 mujeres relacionadas con Boko Haram fueron entonces detenidas).

Sin embargo, la primera captura no se produciría hasta de febrero del siguiente año, cuando el grupo revindicaba el rapto de una familia francesa al norte de Camerún.

Un caso similar al uso de combatientes extranjeros. En septiembre, el Gobierno de Camerún confirmaba la muerte de «al menos cien miembros» de Boko Haram durante los combates provocados por una incursión del grupo nigeriano en su territorio. Entre los fallecidos se encontrarían, además, dos rebeldes tuareg que combatieron junto a la milicia islamista en el asedio a la ciudad de Fotokol, en la frontera entre Nigeria y Camerún, según aseguró entonces el ministro de Comunicación, Issa Tchiroma Bakary.

Solo un mes antes, en uno de sus ya habituales golpes propagandísticos, Boko Haram había declarado un califato islámico en Gwoza, localidad del estado de Borno, al noreste de Nigeria,

«Gracias a Alá, nuestros hermanos han conseguido la victoria en Gwoza, que es ahora parte del califato islámico», aseguraba el líder del grupo armado, Abubabar Shekau, en una grabación difundida a los medios.

Ya a mediados de julio, el líder de la milicia islamista, quien continúa asomándose a las pantallas de televisiones y ordenadores nigerianos como imagen del terror, exigía bendiciones, sin paliativos, sobre las máximas figuras del yihadismo internacional. Todo ello, a pesar del debate interno existente entre estos grupos.

«Mis hermanos... que Alá os proteja», eran las loas equitativas que dibujaba Shekau en su declaración de 17 minutos sobre Ayman Al Zawahiri, Abu Bakr al Baghdadi y el Mullah Omar, las autoridades máximas de Al Qaida, el Estado Islámico y los talibanes afganos, respectivamente.

No obstante, el apoyo mostrado a todos estos grupos es paradójico, dada su «competencia».

Y lo cierto, es que los mayores guiños de los radicales de Boko Haram siempre han sido otorgados a la red original de Bin Laden. En 2012, el portavoz del grupo nigeriano reconocía la lealtad espiritual que esta milicia profesaba a Al Qaida (tan solo unos días después de pronunciar estas palabras, Abu Qaqa -seudónimo bajo el que caminan todos los representantes públicos del grupo-, era capturado por las autoridades nigerianas).

«Coordinar esfuerzos»

Entonces, el general Carter F. Ham, por aquel momento comandante al frente del mando de Estados Unidos para África (Africom), denunciaba que las tres máximas milicias islamistas que operaban en el continente africano -la somalí Al Shabab, la propia Boko Haram y Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI)- se encontraban intentando «coordinar esfuerzos».

Durante una conferencia en el Centro de Estudios Estratégicos de África, el militar estadounidense aseguró que, a pesar de que considera a Al Shabab el grupo más «peligroso», la principal amenaza podría venir de la actual relación entre Boko Haram y AQMI. Sobre todo, dado «el actual desvío de fondos, capacitación e intercambio de explosivos» entre ambas facciones.

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