Putin tras la huella de Stalin: el siniestro viaje de la guerra de Ucrania a la «miseria» de 1928

La gran cantidad de grano que han producido siempre los campesinos ucranianos fue importante para la URSS y lo es para la Europa actual, por eso fue expoliada por Stalin, a costa de millones de muertos, y es atacada hoy por Rusia en la guerra

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Víctima del Holodomor, en una calle de Járkov, en Ucrania, en 1932

Israel Viana

En las últimos meses, los medios de comunicación han recordado que Ucrania es el granero de Europa , de la misma forma que lo fue para prácticamente toda la URSS desde su fundación en 1921. Una riqueza incuestionable que ya fue expoliada y arrasada por Stalin a finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, enviando a la muerte millones de ucranianos en el famosos ‘Holodomor’, y que ahora amenaza con dejarlos sin grano a ellos y al resto del continente como consecuencia de la invasión de Rusia.

Como si el actual presidente ruso, Vladimir Putin, estuviera siguiendo sus pasos en lo que a castigar a la población ucraniana se refiere, el enviado especial de ABC en Kiev hablaba a finales de abril del color ocre que están adquiriendo las interminables llanuras del centro del país como consecuencia del óxido de los tanques y los vehículos militares destruidos por la bombas. Las cosechas se veían afectadas y la recolección se ha convertido en una cuestión de vida o muerte, ya que bajo los cultivos se esconden minas antipersona, explosivos no detonados y municiones de racimo que pueden amputar una pierna o un brazo.

Putin, durante la videoconferencia DE 2021 REUTERS

En su estrategia de desestabilización, el ejército ruso lleva tiempo, además, intentando impedir la entrada de alimentos a Mariupol hasta que la ciudad se someta por completo. Un acto de barbarie que, probablemente, constituya un crimen de guerra. Rusia bloquea también las exportaciones de maíz desde los principales puertos, sobre todo Odesa . Todo ello amenaza con provocar el hambre de millones de personas lejos del epicentro de la guerra, al ser este país uno de los productores de trigo y cebada más importantes del planeta. A esto se añade que los agricultores ucranianos no tienen semillas ni combustible para sus tractores.

La guerra ha provocado, por lo tanto, una disrupción agrícola y logística cuyas consecuencias traspasan las fronteras de Ucrania y se dejan sentir más allá de Europa. El mencionado granero de Europa produce el 46% del aceite de girasol de todo el mundo, por poner un ejemplo. Esa es la razón de que escasee en nuestros supermercados y que su precio se haya disparado. Antes de la invasión, los ucranianos exportaban productos agrícolas por un valor superior a 27.000 millones de dólares, siendo la UE su principal cliente.

La experiencia de Stalin

La táctica de desgaste que está llevando a cabo Putin es la misma que perpetró Stalin a finales de los años 20 del siglo pasado, con la excusa de una mala cosecha que habría llevado a los campesinos a entregar menos grano al Estado. En aquel momento, Ucrania era una de las repúblicas socialistas que formaban la Unión Soviética, pero el trato que recibió fue infinitamente peor que el de las otras. La famosa masacre del ‘Holodomor’, que no significa otra cosa que «Matar de hambre» a su población, se produjo con motivo de la colectivización de las tierras llevada a cabo por el dictador comunista.

Stalin, durante uno de sus discursos ABC

El pretexto se lo proporcionó a Stalin la llamada ‘ Crisis de las cosechas ’ de finales del año 1927. El mes de noviembre de ese año se produjo una espectacular caída de las entregas de productos agrícolas al Estado por parte de los campesinos, que en diciembre adquirió dimensiones catastróficas, lo que impedía mantener las necesidades de la población urbana del país. En enero de 1928 hubo que rendirse a la evidencia: los campesinos solo entregaron 4,8 millones de toneladas en lugar de los 6,8 del año anterior, un poco como reacción al descontento que sentían frente al régimen por la bajada de los precios ofrecidos por el Estado, así como la desorganización en la recolección por parte de los organismos estatales y los rumores de guerra.

Stalin calificó aquella escasez en el grano recibido como la «huelga de los kulaks», como se referían de manera despectiva los comunistas a los agricultores de la extinta Rusia zarista. Lo hizo para tener la excusa de recurrir nuevamente a las requisas y a la represión. Para amedrentar aún más a la población campesina, el dictador se dirigió en persona a Siberia. Otros dirigentes como Andreyev, Mikoyán, Postishev o Kosior fueron a las grandes regiones productoras de cereales, sobre todo, a Ucrania. El 14 de enero, además, el Politburó dirigió una circular a las autoridades exigiéndoles «detener a los especuladores, a los kulaks y a otros desorganizadores del mercado y de la política de precios».

Acabar con los kulak

No se podía detener la ambición de Stalin, cuyo siguiente paso fue enviar a destacamentos militantes a los campos para depurar a las autoridades locales, a las que acusaba de colaborar con los «huelguistas», y para encontrar los excedentes ocultados por los campesinos. Para ello utilizaron a la población más pobre, a la que se prometía la cuarta parte de los cereales descubiertos en casa de los «ricos». Entre el arsenal de medidas destinadas a penalizar a los campesinos recalcitrantes a la hora de entregar sus productos agrícolas, en los plazos prescritos y a precios cuatro veces más baratos que los del mercado, figuraba la de multiplicar por cinco las cantidades inicialmente fijadas.

Según se explicaba en ‘El libro negro del comunismo: Crímenes, terror, represión’ (Robert Laffont, 1997), dirigido por Stéphane Courtois, «todas estas medidas rompieron completamente la tregua que desde 1922-1923 se había establecido a regañadientes entre el régimen y el campesinado. Las requisas y las medidas represivas no tuvieron otro efecto que agravar la crisis. Por la fuerza, las autoridades obtuvieron una cosecha apenas inferior a la de 1927; pero al año siguiente, los campesinos reaccionaron disminuyendo sus superficies sembradas».

Toda esta ‘Crisis de las cosechas’ del invierno de 1927-1928 desempeñó un papel crucial en el giro que tomaron los acontecimientos a continuación. Stalin decidió que había que «fortalecer el socialismo» en los campos y colectivizar la agricultura a fin de controlar directamente la producción agrícola y a los productores, sin tener que pasar por las leyes del mercado. De esta forma, se quitarían de en medio a estos kulaks de una vez por todas, anunciando, incluso, que los había eliminado como clase social. .

Penas de muerte

Durante el pleno del Comité Central de abril de 1928 se anunció el descubrimiento de una empresa de «sabotaje industrial» en la región de Shajty, una cuenca hullera del Donbass, que supuestamente empleaba a «especialistas burgueses» y mantenía relaciones con medios financieros occidentales. Algunas semanas más tarde, 53 acusados, en su mayoría ingenieros y dirigentes de empresa, comparecieron en el primer proceso político público desde el de los socialistas-revolucionarios en 1922. Once de los acusados fueron condenados a muerte, y cinco ejecutados. Y a continuación, miles de ingenieros y técnicos más fueron condenados por sabotaje en centenares de procesos fabricados por el Kremlin, la mayoría de ellos en Ucrania.

Portada de 'Blanco y Negro' con la excliva de Kruschev, en 1970 ARCHOV ABC

«¿De cuánta sangre derramada en nuestro país fue responsable Stalin? Los velos que cubrían la respuesta a esta y otras preguntas serán rasgados ahora», advertía Kruschev en el adelanto de sus memorias que ofreció en exclusiva el suplemento ‘Blanco y Negro’ en 1970. En ellas recordaba lo ocurrido en 1929, cuando con 35 años fue relevado de sus funciones en el Parlamento de Ucrania y enviado a la Academia Industrial ‘Stalin’, donde su carrera en el Partido Comunista floreció rápidamente hasta convertirse en el jefe del partido en Moscú. «La colectivización había comenzado el año anterior a mi salida de Ucrania, pero hasta un año después de que empezase a trabajar en Moscú no se despertaron mis sospechas sobre sus verdaderos efectos en la población rural. Y hasta muchos años más tarde no me di cuenta del grado de hambre y represión que acompañaron a esta política puesta en marcha bajo Stalin. La colectivización que ideó no nos trajo más que miseria y brutalidad», reconocía el expresidente soviético.

En los primeros tres meses de este proceso el número de propiedades campesinas incorporadas a las granjas colectivas pasó de cuatro millones a 14. A principios de la década de 1930, más del 90% de las tierras agrícolas estaban ya colectivizadas, tras convertir los hogares rurales en granjas comunales con sus huertos, ganado y otros bienes. Contaba Kruschev que su «primer atisbo de la verdad» lo tuvo cuando fue enviado a una de aquellas granjas para entregar un dinero que había recolectado. El objetivo es que compraran herramientas de trabajo con él. «Solo pasamos unos días, pero las condiciones de vida allí eran horribles. Los trabajadores se estaban muriendo de hambre. Convocamos una reunión para entregarles el dinero. Cuando les dijimos que debía ser utilizado para adquirir equipos, nos contestaron que eso no les interesaba, que lo que querían era pan. Nos suplicaron que les diéramos alimentos», recuerda.

Millones de muertos

Las cifras sobre el tristemente famoso ‘Holodomor’ son de sobra conocidas. La colectivización condujo a la aniquilación de diez millones de campesinos ucranianos entre 1928 y 1933. Entre seis y siete millones de ellos fallecieron en los dos últimos años, los mismos que Hitler durante su Holocausto, pero en menos tiempo. Durante ese tiempo, se produjeron escenas tan dantescas como un discurso en el que echó la culpa de los excesos de la colectivización a los miembros de los partidos locales, en vez de a él mismo. O cuando se enteró de que parte del Ejército había sido movilizado para recoger la cosecha de remolacha en Krasnodar, después de que toda su población hubiera sido enviada a un campo de concentración en Siberia por protestar. «Naturalmente, la cosecha se perdió. Inmediatamente se corrió la voz de que el hambre había estallado en Ucrania. No podía creerlo. Yo había abandonado ese país en 1929, cuando los alimentos eran abundantes y baratos», añadía Kruschev.

En la primavera de 1932, uno de los peores momentos del 'Holodomor', un grupo de campesinos ucranianos escribió la siguiente carta al Kremlin, casi como pidiendo socorro: «Honorable camarada Stalin, ¿hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre? ¿Por qué nosotros, los trabajadores de las granjas colectivas, no hemos tenido una rebanada de pan en nuestra granja desde el 1 de enero? ¿Cómo vamos a construir la economía del pueblo socialista si estamos condenados a morir de hambre? ¿Para que caímos en el frente de batalla? ¿Para pasar hambre? ¿Para ver a nuestros hijos sufrir y morir de inanición?». Una misiva que jamás fue contestada.

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