El insólito disparo de cañón que fijó la actual frontera de Melilla con Marruecos en 1862

Dos años después de finalizar la Guerra de África en 1960, España y Marruecos acordaron que fuese el alcance de un proyectil disparado con un cañón el que marcase los límites de la ciudad autónoma que todavía hoy están vigente

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Rezos, curiosos y fiesta en la apertura de la frontera de Ceuta dos años y medio después de su clausura

Montaje del cañón 'Caminante', sobre un mapa antiguo de Melilla

Israel Viana

Con la reciente reapertura de las fronteras de Ceuta y Melilla , las dos ciudades autónomas vuelven a estar de actualidad. Se abre un nuevo conflicto con Marruecos, uno más entre los cientos que España ha tenido con el país norteafricano como consecuencia de sus límites desde que ambos se convirtieron en españoles a finales del siglo XV, en plena expansión por América durante el reinado de los Reyes Católicos. El último incidente se produjo el 13 de marzo de 2020, cuando Rabat cerró a cal y canto sus puertas con apenas ocho horas de aviso con motivo de la pandemia.

Antes de aquella clausura por sorpresa era común ver a diario largas colas de hombres y mujeres esperando para cruzar la frontera , ya fuera por la mañana, tarde y noche. Ahora, dos años y dos meses después, las puertas se han abierto de nuevo, tanto la frontera como la aduana. En medio de todas estas polémicas y enfrentamientos diplomáticos, no mucha gente sabe que los límites actuales de Melilla se fijaron, en 1862, de una forma un tanto extraña y rocambolesca: mediante el disparo de un cañon.

Es más conocido el hecho de que tanto Ceuta como Melilla pertenecen a la Corona española desde hace siglos. Sin embargo, lo que muchos no mucha gente sabe es cómo se fijaron las fronteras que delimitan la segunda ciudad autónoma. Un episodio que ha pasado desapercibido en muchos libros de historia y en la prensa. De hecho, en 1898, la revista ‘Blanco y Negro’ ya se ocupó de la soberanía de ambos enclaves en el artículo ‘El imperio español: lo que fue y lo que resta’ .

Faltaban cinco años para que Torcuato Luca de Tena sacara a los quioscos el primer número de ABC, pero desde entonces, este diario ha contado la historia de las dos ciudades autónomas. Hace un año, de hecho, España vivió su última crisis diplomática con Marruecos, después de que el Gobierno de Rabat hiciera la vista gorda a la entrada en la Península Ibérica de miles de inmigrantes ilegales . Algunos días fueron especialmente caóticos, entrando hasta 6.000 personas en solo 24 horas, entre los que había 2.000 menores. Algunos ceutíes compararon aquella entrada con la polémica 'Marcha Verde', con la que el régimen de Hassan II se hizo el Sáhara Occidental en 1975.

Ingenieros españaoles y marroquíes

Marruecos ha reclamado la soberanía de ambas ciudades desde hace años y por todos los medios. Las relaciones de la ciudad con sus vecinos, de hecho han oscilado siempre entre el conflicto disimulado y la guerra abierta. En las últimas décadas, la medida de presión más común por parte de Rabat ha sido abrir las fronteras para provocar avalanchas como las vividas el año pasado. En diciembre, el primer ministro marroquí, Saadeddine Othmani , aseguró también que «llegará el día en que tengamos que reabrir el asunto de Ceuta y Melilla, porque son territorios marroquíes como el Sáhara».

La Monarquía marroquí olvida que Melilla es española desde 1497, mucho tiempo antes de que Marruecos fuese siquiera un proyecto de país. A lo largo de los siglos es cierto que la frontera ha ido variando hasta quedar fijada definitivamente con el Tratado de Wad-Ras , firmado por la Reina Isabel II y el Rey Mohammed VI el 26 de abril de 1860. Poco antes, el 24 de agosto, el sultán rubricó en Tetuán el ‘Convenio para ampliar los términos jurisdiccionales de Melilla’, en el que cedía a España, «en pleno dominio y soberanía, el territorio próximo a la plaza española de Melilla, hasta los puntos más adecuados para la defensa y proveimiento».

El convenio aclaraba que la extensión de dichos límites serían establecidos por un equipo de ingenieros españoles y marroquíes mediante «el alcance de un cañón de 24 libras, de los antiguamente conocidos». Este, sin embargo, no llegó a dispararse por el inició de la Guerra de África que convirtió a Marruecos en un territorio imprescindible para el desarrollo de España. En primer lugar, por su fuerte tradición militar, y en segundo, porque muchos de los oficiales y generales que forjaron su experiencia allí acabaron ascendiendo a puestos relevantes de la política: un jefe de Estado, cinco presidentes del Gobierno, un vicepresidente y siete ministros.

Política internacional

Durante la legislatura del presidente O'Donnell en la segunda mitad de siglo, España emprendió una política exterior agresiva, participando en numerosos conflictos en el extranjero. «Intentaba demostrar al mundo que aún tenía un hueco en la escena internacional, algo que ya no resultaba creíble. Era la vieja fórmula de buscar en el exterior la solución a los problemas internos», explicaba Manuel Florentín en su artículo ‘La guerra de África’ , publicado en la revista ‘Historia y Vida’ en 2005.

El sultán ya había firmado anteriormente en Tánger otro acuerdo con España, ratificado en 1845 en el Convenio de Larache, en el que se fijaban los límites de ambas ciudades. A pesar de ello, Ceuta y Melilla continuaron sufriendo incursiones por parte de las tribus africanas, además de ataques a nuestras tropas destacadas allí. Así llegamos a la noche del 10 de agosto de 1859, que el historiador Julio Albi de la Cuesta cuenta así en ‘¡Españoles, a Marruecos! La Guerra de África’ (Despertaferro, 2018): «Sombras furtivas se afanan en torno a un edificio en construcción. Jadeantes, con palos y medios de fortuna destruyen las paredes apenas levantadas. Terminada la labor, se pierden en la oscuridad. A la mañana del día siguiente, el gobernador militar de Ceuta, Ramón Gómez Pulido, envía a un subordinado a pedir explicaciones a la autoridad marroquí».

Este ataque provocó un ultimátum del cónsul español en Tánger ante el sultán de Marruecos, Abd al-Rahman, pero este no llegó a buen puerto a pesar de las intenciones. Fue así como declaró la guerra a Marruecos a finales de octubre de 1859. Los argumentos utilizados —la falta de seguridad en las fronteras y el honor mancillado— apelaban al creciente fervor patriótico, de manera que la sociedad en conjunto acogió la declaración del conflicto con entusiasmo.

Apoyo a la Guerra de África

La reacción popular fue unánime y todos los partidos políticos representados en el Congreso de los Diputados aprobaron la declaración por unanimidad, incluso la mayoría de los miembros del Partido Democrático, la Iglesia y una gran cantidad de intelectuales. Incluso la Reina Isabel II ofreció sus joyas para financiar la contienda. A finales del mes de noviembre, y gracias a la gran cantidad de voluntarios que se presentaron voluntarios, el contingente español ya sumaba 38.000 hombres, mientras que el sultán improvisó una milicia de 25.000, entre tropas regulares, mal adiestradas y desorganizadas.

España ganó esa primera guerra en abril de 1860, pero el conflicto fronterizo de las dos ciudades autónomas siguió levantando ampollas. Pero ambos países firmaron en Madrid, el 30 de octubre de 1861, un nuevo pacto: el ‘Tratado para arreglar las diferencias suscitadas’ sobre el cumplimiento del Convenio de Límites con Melilla de 1859 y el posterior Tratado de Paz de 1860. Este fue ratificado en Tánger el 1 de enero de 1862 por Isabel II y el Rey de marroquí, que es donde entra en juego, por fin, el mencionado cañón.

Su nombre, ‘Caminante’, que había sido construido en 1791 y tenía como número de serie el 2.144. En un principio, el gobernador de Melilla , Felipe Ginovés, se negó, pero tuvo que ceder. El 13 de junio, a las 5.30 de la mañana, salieron para la zona de Frajana, lugar donde se suponía que debía caer el proyectil si tenemos en cuenta la potencia del cañón que había de fijar los límites de la ciudad, los ingenieros, un grupo de militares o el mismo gobernador. Pero no fue fácil, porque los cabileños intentaron boicotear el acto, alterando la carga de pólvora para que el alcance de la bala fuese menor, y los españoles tuvieron que retirarse.

El 14 de junio de 1862

Al día siguiente, los ingenieros regresaron a la misma zona en espera del primer proyectil pintado de blanco, que finalmente se disparó. Alcanzó los 2.900 metros, el más corto de los dos que disparó. El segundo se produjo el día 15 y rebasó los 3.000 metros de longitud. Posteriormente se realizó un levantamiento topográfico donde cayeron ambas balas y se unieron las arcas en un plano. El capitán de ingenieros, José María Piñar, trazó con la brújula los actuales límites territoriales de la frontera definitiva de Melilla, la misma que todavía permanece hoy intacta.

Los historiadores no se han puesto del todo de acuerdo en lo que respecta al lugar desde donde se produjo el disparo. Desde hace algunos años se aceptan varias versiones: desde el fuerte de Victoria Chica, desde Victoria Grande o desde el fortín de San Antonio. Tampoco existe unanimidad en cuanto al lugar donde la bola de cañón cayó realmente, si en la playa de la Hípica o en la citada Frajana, aunque este último emplazamiento está actualmente más aceptado.

Un acta firmada por los comisionados de España y Marruecos, el 26 de junio de 1862, lo ratificó. En el plano que dibujaron los españoles se incluyó la siguiente leyenda para que quedara constancia:

«Hecho desde Victoria Grande el disparo convenido, cayó la bala como a un metro a la derecha del punto donde está situado el poste 17, prefiriéndose este sitio para situar la primera señal, por ser el vértice de uno de los ángulos que forma la cerca de la huerta de Candor (A). Después se midió su distancia a Victoria Grande, y se procuró trazar un polígono cuyos vértices distaran la misma cantidad de los puntos más convenientes de la plaza. Todas las visuales a Victoria Grande se intentaron hacia el asta de bandera o a la cañonera de donde se disparó. Luego, para medir la longitud, se partió desde el borde de la constraescarpa de su foso».

A pesar de ello, España tardó treinta años en ocupar la zona que se había ganado a Marruecos con esos dos cañonazos, cuya frontera terrestre es de 12 kilómetros de longitud, la costa tiene 10 y su extensión es de 12 kilómetros cuadrados.

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