Las grandes aportaciones de España a la guerra que se ignoran

Fernando Calvo González-Regueral (Madrid, 1971) firma en su libro ‘Homo bellicus: una historia de la humanidad a través de la guerra’ (Arzalia) rastrea el fenómeno de la guerra desde sus orígenes más remotos hasta la actualidad

La Degollá carga de los Dragones de Almansa 1809, pintura de Augusto Ferrer-Dalmau.
César Cervera

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Una multitud de libros y de expertos de todos los tiempos han intentado algo tan difícil como explicar la guerra sin España, es decir, contar una historia del mundo donde los españoles aparecen como una de las naciones más belicosas, pero, a la vez, como una de las más desorganizadas e incapaz de revolucionar los conflictos. Toda una contradicción que Fernando Calvo González-Regueral (Madrid, 1971) quiere enmendar en su libro ‘Homo bellicus: una historia de la humanidad a través de la guerra’ (Arzalia), un recorrido por la historia más violenta de la humanidad a través de cuarenta mapas y casi 600 páginas.

‘Homo bellicus’ no solo es una reflexión sobre el origen más remoto de la guerra o el papel de España en ella, sino una corrección a los tópicos y mitos de aquellos trabajos clásicos que dan más importancia a ganar batallas que a tener una buena red logística detrás, a los que ponen el énfasis en el poder terrestre por encima del naval, o a los que ignoran la paradoja de que los conflictos militares, a pesar de su capacidad destructiva, han forjado naciones, estados e impulsado grandes avances sanitarios y tecnológicos.

–¿Es la guerra algo innato al ser humano?

–El libro se inicia con la frase de que la violencia está en la naturaleza y la guerra en la Historia. En la Prehistoria, donde está habiendo hallazgos espectaculares en los últimos años, se está buscando precisamente si la guerra es innata al ser humano o si responde a una organización social más avanzada. Creo que es una mezcla de ambas cosas, porque me cuesta imaginar a ese homosapiens capaz de realizar armas y de cazar animales evitando usar esos mismos recursos para hacerse con el botín de otros humanos. Pero, por otro lado, la guerra tal y como hoy la entendemos es un fenómeno organizado que necesita de instituciones y organizaciones disciplinas.

–¿Siempre hay razones económicas detrás de las guerras?

–Este libro nace de mi vocación frustrada como militar, mi formación como economista y mi amor por la Historia. En términos, si se quiere marxista, siempre he pensado que en todas las guerras había un sustrato económico y encima una superestructura ideológica. Es decir, la economía está siempre de fondo por mucho que se pinte de ideología o de religión. A los jóvenes es más fácil llevarlos al frente si es para defender valores superiores antes que en nombre del petróleo.

–¿La guerra ha dejado de ser una actividad rentable para los países?

–Muchos de los tratados militares modernos profetizan que el beneficio que tenían antes las sociedades por hacer la guerra era mucho más alto que por no hacerla, mientras que ahora esta distancia se ha reducido. Las guerras cada vez son menos rentables, pero solo si hablamos de guerras convencionales. En conflictos irregulares del tipo sabotaje, terrorismo, cyberataques, milicias… no pasa lo mismo. Frente a los grandes retos que vienen en el siglo XXI y las nuevas formas de hacer la guerra , haríamos bien apostando por métodos de cooperación antes que de confrontación.

«La paradoja de la guerra es que hace avanzar la técnica al tiempo que la técnica hace avanzar luego las guerras en un sentido más destructivo»

–En cualquier caso, parece que las cifras muestran que cada año mueren menos personas a consecuencia de la guerra.

–Sí, muchos autores anglosajones detectan menos muertes violentas cada año, pero en esos datos faltan las muertes que no vemos, los que se producen como consecuencia de conflictos latentes. La única conclusión a la que he llegado en el libro es que el denominador común de todas las guerras de la humanidad es la muerte y la destrucción que generan; luego podemos hablar de mil cosas sobre si empujan al progreso o sobre su labor civilizadora, pero no se nos puede borrar el daño que causan y lo indeseables que son.

–Esa es la gran contradicción: las guerras son terribles pero generan cosas positivas.

–La paradoja de la guerra es que hace avanzar la técnica al tiempo que la técnica hace avanzar luego las guerras en un sentido más destructivo. En el libro digo que los ejércitos son motores de civilización y también de destrucción... Lo deseable es que en el futuro todos los avances médicos y tecnológicos que traen las guerras se puedan obtener a través de formas de cooperación no militares. Hay motivos para la esperanza. Esta pandemia ha demostrado que la comunidad científica ha dado con una solución a la lucha contra un virus sin necesidad de guerras.

–¿La bomba nuclear ha sido un elemento pacificador?

–Una vez alcanzado el poder nuclear ya nadie quiere renunciar a él. Lo único positivo es que la propia monstruosidad del arma hizo que las dos grandes potencias civiles mantuvieran un equilibrio que generó paz en el mundo. La destrucción genera miedo, pero eso no es una opción a largo plazo.

–Usted apuesta por la economía para resolver los retos antes de acudir a intervenciones militares.

–La colaboración económica es lo que puede generar paz y resolver los retos a largo plazo. La prosperidad económica disminuye riesgos . Hispanoamérica nos parecía una región super conflictiva hace veinte años, pero ahora parece que hay otro panorama con la economía funcionando y la clase media mejorando. En África, en cambio, sí tienen poco que perder y resulta más peligroso. Europa es próspera pero, eso sí, no tiene defensa. No es por falta de ejércitos o tecnologías, sino porque hemos perdido la voluntad de hacer frente a las amenazas. Estamos muy cómodos y los ejércitos se han adormecido.

Tanque soviético T-26B durante la batalla de Belchite, septiembre de 1937.

–En el origen de su libro está el hacer una historia de la guerra que no ignore sistemáticamente a España.

–Los anglosajones son maestros en contar la Historia porque combinan muy bien la investigación con la divulgación. Ellos han contado una historia llena de lagunas, por ejemplo en lo respectivo a España, a causa de desconocimiento y, en muchos casos, por desprecio. El Imperio español es presentado como algo circunstancia, donde unos cafres desorganizados invadieron por casualidad América y todo fue casual. Pero la realidad es que el Imperio español no se puede concebir sin una gran organización detrás. Mi propósito es contar la Historia más allá de esta visión anglosajona, aunque sin cargar las tintas en la época más favorable a España, simplemente siendo justo y objetivo.

–Un caso muy claro se puede ver en cómo la historiografía anglosajona atribuye a los holandeses revolucionar la guerra a principios de la Edad Moderna e ignora la aportación española.

–En esa misma argumentación está lo que quieren evitar decir. Si los holandeses revolucionaron la guerra en el siglo XVII inventando el batallón, fue porque lo hicieron como respuesta al Tercio español. Esta infantería fue un prodigio de organización , pura versatilidad y uno de los tres modelos revolucionarios que menciono en el libro junto a la legión romana y la división napoleónica. Los tercios españoles lograron combinar de manera exitosa la pólvora y las armas blancas en un mismo todo.

–Otra de las aportaciones importantes es la guerra de guerrillas.

–Hay quien piensa que su creación es de la época de Viriato, pero eso es muy rebuscado. Es una gran aportación de España con un impacto muy prolongado hasta nuestros días. Lo que se suele olvidar es que la guerra de guerrillas, al final, siempre reclama organización. En el caso de la Guerra de Independencia se puede ver a oficiales del Ejército regular encabezando partidas guerrillas, a guerrilleros uniformados y en constante reorganización.

Fernando Calvo González-Regueral

–En el siglo XX, España también dejó su sello en la historia de la guerra a través de los conflictos marroquíes y la Guerra Civil.

–El Ejército español siempre es un factor a tener en cuenta. Los europeos no saben nunca dónde ubicarnos, les desconcertados y terminan por ignorarnos. La Guerra Civil fue un ensayo de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que ese no era el objetivo. Hitler vio una hoguera que se encendía y vino aquí para ganar tiempo para su rearme. Lo mismo le pasó a la URSS. No en vano, España fue noticia porque fue la guerra más importante hasta la Segunda Guerra Mundial, con dos ejércitos enfrentados de un millón de hombres cada uno, con experimentos y maniobras interesantes, como la ruptura al mar de los nacionales, la infiltración de los republicanos o campañas que rozaban la guerra relámpago. Eran, en contra de lo que se ha dicho, dos ejércitos muy bien mandados y muy poderosos.

–Más allá del papel de España, ¿qué más ignoran los tratados clásicos sobre la guerra?

–Cuando se habla de historia militar suele ser una sucesión de batallas terrestres , a pesar de que es en el mar donde casi siempre se resuelven las luchas entre grandes potencias. Así lo demostró el siglo XX. Tener una buena armada es el punto de unión con el comercio y garantiza una buena economía. También se olvida lo importante que es la logística y todo se centra en batallas que parecen resolver toda la campaña.

–Usted advierte de dos errores a la hora de abordar el estudio de la guerra.

–Cuando se habla de historia militar siempre se bordean dos precipicios: el pacifismo ingenuo de pensar que porque no quieras guerra no vas a tener guerra y el militarismo, entendido como una forma de protegerse de los demás atacando. No se puede contar la historia de la guerra sin sobrecoger y sin realizar una labor pedagógica en contra de los males bélicos.

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