Primera Guerra Mundial

La gran mentira de la «batalla de los muertos vivientes» en la Primera Guerra Mundial que has creído 100 años

La leyenda cuenta que, el 6 de agosto de 1915, 100 rusos pusieron en fuga a 7.000 germanos tras haber sido gaseados con cloro. La historia, aunque alberga tintes de realidad, cuenta con muchas más aristas

Manuel P. Villatoro

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Los rusos la llamaron la « batalla de los muertos » hace poco más de una década. Y con este pintoresco apodo se ha mantenido hasta nuestros días. Lo cierto es que merece el sobrenombre pues, según narra el mito, el 6 de agosto de 1915 un centenar de rusos (los pocos que quedaban con vida en la fortaleza de Osowiec tras sufrir un ataque químico con cloro) cargaron, llenos de pústulas y tosiendo sangre, contra un contingente germano de... ¡ 7.000 hombres ! La historia, ya de por sí llamativa, se remata con un final a la altura del Kremlin : la huida de los teutones ante el temor que les inspiraban aquellos fantasmas sacados del mismo infierno de la Primera Guerra Mundial .

La historia que ha perdurado en la memoria colectiva sobre la también llamada « carga de los hombres muertos» , el mito que se ha instaurado en la sociedad, nos obliga a retrotraernos hasta un tiempo en el que los jóvenes combatían y morían a lo largo de media Europa por sus naciones. En 1915 la contienda dio un giro brusco. Tras una primera fase en la que los ejércitos camparon a sus anchas por los campos de batalla, el frente se estancó, las trincheras se convirtieron en el hogar de cientos de miles de hombres y nacieron las armas químicas, unas nuevos y estremecedores ingenios para destruir con el enemigo sin recurrir a las balas.

El mito

Así andaban las cosas cuando el ejército alemán decidió, en enero de ese mismo año, lanzar una ofensiva contra la pequeña fortaleza rusa de Osowiec , en la actual frontera noroeste de Polonia y ubicada tras el río Biebrza . Las escasas fuerzas allí ubicadas, así como la ingente cantidad de cañones que llevaban consigo los germanos (entre ellos, los gigantescos obuses «Gran Berta» , capaces de disparar proyectiles de más de 800 kilogramos ) hacían que cualquier resistencia pareciese imposible. Por desgracia para los teutones, y según el mito, se toparon con la determinación del medio millar de hombres del 226º Regimiento de Infantería Zemlyansk .

Aprestados para la defensa y decididos a evitar que el enemigo avanzase hasta la ciudad de Białystok (un importante nudo de comunicaciones ubicado a unos 70 kilómetros), los soldados del Zemlyansk repelieron, una y otra vez, los asaltos alemanes. A su favor tenían el terreno pantanoso que rodeaba la fortaleza, el cual impedía los avances masivos de infantería, y la escasez de vías transitables en los alrededores. Valga como prueba el informe que el Comisariado del Pueblo para la defensa de la URSS presentó sobre esta región en 1939: «En esta área apenas hay carreteras y existen muy pocas aldeas. Además, estas solo se comunican entre sí gracias a ríos y a caminos estrechos. El enemigo no encontrará aquí viviendas o posiciones para ubicar su artillería de forma idónea».

Fortaleza, en la actualidad

Ante la imposibilidad de tomar Osowiec (también conocida como Osovets ), los generales alemanes decidieron aplastar la defensa rusa a golpe de guerra química . Así pues, los cartuchos y los proyectiles fueron cambiados por bombonas rellenas de una letal mezcla de cloro y bromo . La sustancia, aunque primitiva, provocaba severos daños en aquellos que la respiraban. Así lo atestiguó un soldado canadiense tras la Primera Guerra Mundial al firmar que la nube tóxica que resultaba generaba ardor en la cabeza , un dolor en los pulmones similar al de decenas de agujas clavándose en la carne e imposibilidad de respirar . Todo ello, sumado al impacto psicológico de ver como cientos y cientos de compañeros se asfixiaban.

El golpe de mano se planeó para el 6 de agosto . Aquella jornada los germanos aprovecharon que el viento les era favorable y liberaron, a eso de las cuatro de la madrugada, una oleada de gas que generó una nube tóxica de entre 12 y 15 metros de largo. Así lo afirma Juan Francisco Morón en su dossier «La guerra química, una guerra invisible»: «Cubrió un frente de unos 8 kilómetros de largo que penetrando en las posiciones rusas unos 20 kilómetros». La niebla de muerte tardó unos diez minutos en arribar a su destino y atrapó a los defensores sin máscaras de gas. Algo que confirmó el soldado Sergey Aleksandrovich Khmelkov , presente en la acción, en «The struggle of Osovets» .

Afirma el mito que los rusos se resguardaron como pudieron entre los restos de la fortaleza de Osowiec . Pero, aún así, solo sobrevivieron un centenar de la 13ª Compañía del 226º Regimiento de Infantería. En vistas de los estragos que habían provocado, los germanos asaltaron la posición (siempre, en palabras del mito) con 7.000 hombres. Sin embargo, los escasos defensores que todavía se arremolinaban en las ruinas abrieron fuego desde el corazón de los cascotes con nueve baterías pesadas y dos ligeras sobre los asaltantes. Por si fuera poco, cuando los teutones se detuvieron, los apenas 60 soldados que todavía quedaban en pie se lanzaron a la carga contra ellos bayoneta en mano.

«La vista era aterradora: los soldados cargaron a bayoneta con la cara envuelta en harapos, con una tos terrible, escupiendo literalmente trozos de pulmón ensangrentados»

La descripción que hizo el periodista Vladimir Voronov de este ataque el pasado 2009, durante el 95 aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial , ha dado la vuelta al mundo:

«Cuando los alemanes se acercaron a las trincheras, una espesa niebla de color cloro los golpeó […]. Un contraataque de infantería rusa. La vista era aterradora: los soldados cargaron a bayoneta con la cara envuelta en harapos, con una tos terrible, escupiendo literalmente trozos de pulmón ensangrentados. Eran los restos de la 13ª Compañía […], poco más de 60 personas. Pero causaron tal horror en el enemigo que la infantería alemana se retiró entre pisotones. La batalla pasaría a ser conocida como el “ataque de los muertos”».

Según el mito, extendido a lo largo y ancho de la red, la infantería germana se negó a atacar de nuevo la posición por miedo a los rusos. La victoria, sin embargo, fue efímera, pues los defensores tuvieron que retirarse de Osowiec cuando el alto mando informó de que era imposible hacerles llegar refuerzos. Aún así, su marcha de la zona generó una nueva leyenda de heroísmo. Y es que, según se cree, los soldados se llevaron hasta retaguardia a los heridos y todo el material militar en apenas una noche y bajo la presión incesante de los bombardeos.

La verdad de un testigo

La realidad de lo que sucedió en la fortaleza de Osowiec quedó narrada por el mismo Aleksandrovich Khmelkov (presente en la batalla y, a la postre, gran estudioso de las fortificaciones rusas) en «The struggle of Osovets», hoy digitalizada en ruso e inglés. En este libro, el militar especifica que, en efecto, los alemanes «comenzaron a organizar el ataque con gas a finales de julio» y que, «durante más de 10 días, esperaron que el viento fuese “ de cola ” (hacia la fortaleza)» para iniciar las hostilidades. A su vez, corrobora que aquel día aterrador empezó a las 4:00 de la madrugada, como bien ha quedado patente en el mito.

Khmelkov especifica, una por una, las unidades alemanas que formaron parte del ataque. En sus palabras, «entre 13 y 14 batallones de infantería, 1 batallón de zapadores, entre 24 y 30 armas cañones de asedio pesados y 30 baterías de gas venenoso». Hasta este punto, todo concuerda con la leyenda. En sus palabras, los alemanes liberaron un gas « de color verde oscuro », probablemente « cloro mezclado con bromo », que se «extendió a toda velocidad» por el frente con horribles consecuencias.

«Todos los seres vivos fueron envenenados y la artillería rusa sufrió graves pérdidas. Aquellos que no participaban en la batalla escaparon de los refugios, edificios y casas. Cerraron las puertas y las ventanas con fuerza, empapándolas con abundante agua. A 12 km del lugar de producción de gas […] 18 personas fueron gravemente envenenadas. Se dieron casos de envenenamiento de animales: caballos y vacas».

«El gas se estancó en el bosque y cerca de las zanjas de agua […]. Toda la vegetación en la fortaleza y en las inmediaciones a lo largo del camino que recorrió el gas fue destruida, las hojas de los árboles se volvieron amarillas, se enroscaron y se cayeron, la hierba se volvió negra y los pétalos de las flores volaron. Todos los objetos de cobre del puente de la fortaleza (partes de herramientas y proyectiles, lavabos, tanques, etc.) acabaron cubiertos con una gruesa capa verde de óxido de cloro. Los alimentos almacenados sin cierre hermético: carne, aceite, manteca de cerdo, verduras… resultaron envenenados e inadecuados para el consumo. El gas demostró ser un arma poderosa de destrucción y podía competir libremente con bombas de alto poder».

Las unidades olvidadas

Lo que se suele obviar es que, como bien explica el oficial, los defensores habían dividido sus fuerzas en un considerable frente en las inmediaciones de la fortaleza. Para ser más concretos, en tres posiciones: la de Bialogronda (en su flanco derecho), la del Canal Rudsky (en el centro) y la de Pine (a la izquierda). En sus palabras, es cierto que todas sufrieron severos daños por culpa de la nube tóxica de cloro.

El número de supervivientes del 226º Regimiento , de hecho, sí coinciden con los esgrimidos en el mito:

Teniente Vladimir Karpovich Kotlinsky, comandante de la fortaleza de Osowiec durante el ataque.

«Los gases infligieron enormes pérdidas a los defensores de la posición Sosnenskaya: las compañías novena, décima y undécima del regimiento de Zemlyansky murieron en su conjunto, aproximadamente 40 personas quedaron de la duodécima compañía con una ametralladora. De las tres compañías que defendían Bialogronda, unas 60 personas sobrevivieron con dos ametralladoras».

Sin embargo, lo que la leyenda obvia es que, además del 226º Regimiento , también había otras unidades en la región que combatieron de forma ruda para detener el avance alemán en todos los frentes. Entre las mismas se destacan el 225º Regimiento de Osovets o diferentes grupos de milicias locales que, aunque se demostraron ineficientes, sí consiguieron retrasar el avance teutón y permitieron que las defensas se reorganizaran.

¿7.000 hombres al asalto?

La segunda mentira que se puede extraer tras la lectura de la obra de Khmelkov es la que afirma que los 7.000 alemanes asaltaron, juntos, la fortaleza aquel 6 de agosto de 1915. Nada más lejos de la realidad. Los germanos, por el contrario, se dividieron para atacar las diferentes posiciones en las que se hallaban los rusos y, en cada una de ellas, tuvieron una suerte dispar.

En el flanco derecho , el 76º Regimiento Landver se dio de bruces contra la nube tóxica que ellos mismos habían liberado y sufrió enormes pérdidas. Aunque capturó varias trincheras contrarias, tuvo que detenerse en seco ante el fuego indirecto de las baterías que disparaban, una y otra vez, desde la retaguardia contraria.

Tropas rusas en la Primera Guerra Mundial

En el flanco izquierdo , el 5º Regimiento Landver se quedó también bloqueado y sufrió el nutrido fuego de la artillería contraria. De hecho, este fue tan intenso que, tras sufrir varias descargas, los oficiales tocaron a retirada cuando hizo su aparición el 225º Regimiento ruso de Osovets (el otro gran olvidado de la jornada).

La milicia rusa, diezmada hasta la mitad de sus efectivos, también participó de forma activa en la defensa del centro y del flanco izquierdo, aunque, al final, y según el oficial, «la compañía, herida y desmoralizada por el fuego y el ataque de gas, no pudo detener al enemigo» y huyó. Su labor, obviada por el mito, fue también determinante para reducir el número de asaltantes.

Del texto se infiere que, cuando los rusos prepararon el contrataque desde la fortaleza (la última posición contundente que atesoraban), el número de alemanes era considerablemente menor a 7.000. Eso no quita, sin embargo, que la carga fuese un hecho heroico.

«Expulsando pulmones»

La última mentira se relaciona con el último ataque ruso. Se ha generalizado que los defensores cargaron cubiertos de vendas y (en palabras del periodista ruso) tosiendo sangre y expulsando trozos de pulmón debido a las heridas que les había producido la nube tóxica. Sin embargo, esto no es más que literatura puesta sobre blanco casi un siglo después. Y es que, Khmelkov se limitó a describirlo de la siguiente forma:

«El jefe del segundo departamento de defensa envió desde la posición de Zarechnaya para un contraataque a las compañías 8ª, 13ª y 14ª del regimiento 226º de Zemstvo. Las compañías 13ª y 8ª, después de haber perdido hasta un 50% de sus efectivos por envenenamiento, se desplegaron a ambos lados del ferrocarril y lanzaron una ofensiva. La 13ª compañía […], con un grito de "¡Hurra!" Se lanzó a la carga. Este ataque de los "muertos", según un testigo presencial de la batalla, impresionó tanto a los alemanes que se retiraron. Muchos murieron en el alambre de espino y el fuego concentrado de la artillería de la fortaleza. La 14ª Compañía, combinada con los restos de la 12ª, noqueó a los alemanes de las trincheras de Pine y tomó prisioneros. Los alemanes se retiraron rápidamente, dejando caer las pistolas y ametralladoras capturadas».

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