Christian Poveda, el cineasta español que se infiltró en la Mara 18 y lo pagó con la vida

Durante un año, este hijo de exiliados de la Guerra Civil se ganó la confianza de los pandilleros de El Salvador para hacer un documental sobre estas bandas juveniles dedicadas al narcotráfico, la extorsión y la violencia, cuyas últimas consecuencias padece Madrid ahora con otros grupos como los Trinitarios o los Dominican Don´t Play

Montaje con un retrato de Christian Poveda, sobre una imagen de la Mara 18
Israel Viana

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El fotógrafo y cineasta hispanofrancés Christian Poveda había sobrevivido al conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario en el Sáhara Occidental en la década de los 70; a la invasión de la isla de Granada, por parte de Estados Unidos, en 1983; a la guerra entre Irán e Irak en los 80; a la guerra civil salvadoreña, con sus 75.000 muertos civiles hasta 1992, y al interminable conflicto del Líbano. Con este currículo a cuestas, a este hijo de españoles exiliados de la Guerra Civil ni se le pasó por la cabeza que podría perder la vida a manos de las pandillas juveniles que operaban en América.

Hablamos de las Maras 18 y Salvatrucha , que se originaron en Los Ángeles hace unos cuarenta años y se expandieron a otras regiones de Estados Unidos, Canadá, México, Guatemala, El Salvador y Honduras, hasta llegar a Italia, Portugal e, incluso, España. Las últimas consecuencias de toda esa violencia juvenil la sufre estos días Madrid con bandas como los Latin King , los Trinitarios o los Dominican Don´t Play . Estos últimos fueron los causantes de las reyertas mortales, entre menores de edad, que se produjeron la semana pasada en Atocha y Usera.

Mati, un extesorero de los Trinitarios, contaba a ABC hace tres días cómo fueron las pruebas que tuvo que superar para entrar en esta banda cuando tenía 13 años: «Son muchísimas, unas 50: violencia, robos, pegarme con gente, atracar a señoras mayores al salir del banco o robar joyas y cadenas valiosas al tirón... La duración de ese proceso la deciden ellos. Hasta que un día, cuando estábamos todos juntos, me dijeron: ‘Nosotros somos Trinitarios y ahora somos tu familia. Y así pasé de ser el niño maltratado al maltratador».

Un loco con la cara tatuada

Poveda estaba convencido de que se podía salvar a esos chicos. Había llegado a esa conclusión poco después de pasarse a la filmación en 1999, tras un vida dedicada al fotoperiodismo en zonas de guerra. En 2003, enfocó su trabajo hacia las maras con la esperanza de sacar de esa espiral de narcotráfico, extorsión y violencia a algunos de esos jóvenes. «A un niño de 12, 13 o 14 años, que empieza a integrarse en la pandilla, lo puedes recuperar. A un loco con la cara toda tatuada que ha matado a veinte personas, no. Claro, eso pide trabajo, dinero y personal. El problema es que en El Salvador no hay dinero ni formación de personal», aseguró en una entrevista a la BBC.

Noticia del asesinato de Christian Poveda en 2009 ARCHIVO ABC

El fotógrafo trabajaba desde 2006 junto a la Mara 18 en Las Campaneras de Soyapango , a las afueras de San Salvador, asistiendo y grabando las capturas policiales, los juicios contra los muchachos y las reuniones de los pandilleros. Un lugar donde nunca nadie había llegado y, mucho menos, retratado en profundidad, lejos de los tópicos y mirando al problema de fondo. Poveda declaró a la cadena británica que no le fue fácil llegar hasta allí. Tardó más de un año en ganarse la confianza de los pandilleros. Lo consiguió a base de perseverancia, pues estaban «un poco hartos de periodistas que llegaban, se quedaban dos horas, hacían fotos buscando cosas espectaculares y se iban».

Durante meses fue pateando aquella importante colonia del país centroamericano donde la Mara 18, junto a la Salvatrucha, era la más peligrosa. Se trata de una región con más población que la mayoría de las ciudades y municipios de El Salvador y, sin embargo, cuenta con solo una escuela en la que se enseña hasta octavo grado. Después, a los jóvenes ya entonces no les quedaba (ni les queda) otra salida que dejar de estudiar y unirse a una de esas bandas en las que la muerte les sigue de cerca y les alcanza, por lo general, antes de cumplir los 25 años. Poveda quería que salieran de esa «vida miserable en la que habían nacido», según sus propias palabras.

‘Planes de Mano Dura’

Poveda ya estaba ahí en 2007, durante la ejecución de los ‘Planes de Mano Dura’ de El Salvador que el Gobierno puso en marcha para favorecer la represión y acabar con las maras. Ya había hecho los mencionados contactos con los pandilleros, quienes le autorizaron a filmar un documental en el barrio de La Campanera, donde la policía solo entra con una caravana de vehículos y agentes bien armados. Su llave de entrada fue, también, el amplio trabajo fotográfico que había realizado antes en las cárceles con los presos mareros.

Filmó durante 18 meses y el resultado fue el impactante documental ‘La vida loca’ , en la que participaba la productora española de El Caimán. El director era descrito por esta como «apasionado, obsesivo y fascinado por la violencia». A finales de 2008 fue proyectado en varios foros contra la violencia en Latinoamérica y festivales internacionales de cine, como el de San Sebastián, en los que recibió muy buenas críticas. Así decía la de Antonio Weinrichter para ABC :

«Este documental terrible, sin respiraderos, describe la vida de las maras que parecen la única vía de escape para la miseria estructural que sufren muchos jóvenes de El Salvador [...]. Una vida cotidiana asolada por la violencia y gobernada por los estrictos códigos de la pandilla que sustituye a la familia. Una madre que lucha por sacar a su hijo de tan siniestro ciclo, una chica tuerta que sueña con la operación que le devuelva un rostro aceptable… Pero sobre todo es una película presidida por la muerta que comienza con un funeral».

El asesinato

Poveda les cogió cariño a aquellos chavales y continuó frecuentándolos en Las Campaneras. Contaban sus amigos más cercanos que tenía en mente hacer otro documental sobre las mujeres pandilleras y que quería utilizar sus contactos para establecer puentes entre la Mara 18 y la Salvatrucha para lograr una paz y terminar con los muertos. Sin embargo, no tuvo tiempo. El 2 de septiembre de 2009, cuando volvía de filmar en la citada colonia recibió cuatro balazos en el rostro.

Su cadáver fue encontrado por la Policía salvadoreña en la siguiente madrugada sobre el puente de Las Cañas, en una calle polvorienta del cantón El Rosario, ubicado en una de las «zonas calientes» a unos 15 kilómetros de San Salvador. En un primer momento, las autoridades dudaron de si se trató de un simple atraco, aunque los homicidas no se llevaron el vehículo ni las cámaras de Christian Poveda. Todo apuntaba a que el crimen había sido planificado previamente. Según la prensa local, su trabajo con la Mara 18 pudo haber molestado a otras bandas, las cuales ya lo habrían amenazado de muerte.

Se calculaba que en El Salvador había más de 60.000 jóvenes pandilleros. La Policía aseguró en ese momento que en la 18 existían divisiones y luchas por el liderazgo y el control de territorios. En las primeras investigaciones se descubrió que el agente de policía y colaborador de las maras Juan Napoleón Espinoza Pérez había dicho a los jefes de esta mara que Poveda «pasaba» información a las autoridades y que debido a ello los jóvenes estaban siendo capturados.

La orden

Se supo también que el jefe de las clicas, como se conoce a las pandillas de barrio, Nelson Lazo Rivera, conocido como La Molleja o Fantasma, que se encontraba preso, «había ordenado ejecutar a Poveda y hacer desaparecer su cadáver, si es que se comprobaba que había entregado documentación a la policía», relató el subdirector de la Policía, Mauricio Ramírez. Este también detalló que el cineasta había sido citado el 30 de agosto a una reunión con los jefes de la Mara 18, pero que al final se retrasó hasta el 2 de septiembre.

La hipótesis apuntó a que el director de ‘La vida loca’ fue trasladado de La Campanera a las cercanías de El Rosario, a unos metros del puente del río Las Cañas, en su propio vehículo, y que allí fue asesinado por los mismos pandilleros que le habían dado su bendición poco antes. La Policía afirmó que quienes dispararon fueron Roberto Luis Romero Vásquez, Tiger, y Miguel Ángel Ortiz Rosa, El Cholo.

Tanto el agente Espinoza Pérez como El Toro y el Cholo fueron apresados el miércoles 9 de septiembre, mientras que los otros jefes de la 18 en la colonia, conocidos como El Puma y Tiger, fueron detenidos al día siguiente del asesinato. ABC informó en diciembre de ese año de nuevas detenciones . El fotógrafo hispanofrancés pasaba a formar parte de la docena de personas que eran asesinadas en El Salvador cada día por las pandillas en 2009. Algunas de las víctimas eran halladas en pozos abandonados, en terrenos baldíos o semienterrados en un cafetal. Otros nunca aparecían.

«La utopía de Poveda era que la mara 18 y la Salvatrucha llegaran a un acuerdo de paz en El Salvador, pero eso no les interesa porque la guerra es un negocio», explicó el productor de la cinta, Luis Ángel Bellaba.

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