Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

Cuando viajar en coche se convierte en un infierno

Los invitados deben de tener la precaución de no exigir paradas ni recomendar nada

Comienzo mi veraneo, que no vacaciones. Yo cambio de lugar de residencia con el cambio de estación. No me gusta demasiado frecuentar aeropuertos ni estaciones de ferrocarril. Las masas me producen cierta pereza. La ventaja de viajar en coche me da independencia e intimidad, la posibilidad de hablar por teléfono sin que nadie me moleste, escuchar la música que me apetezca y leer, escribir o pensar, en los casos en los que conduzca yo o lo haga otra persona.

No pruebo bocado en el coche, pero, en cierta ocasión, mi amiga Mariuca de noble cuna, tuvo la ocurrencia de abrir una bolsa, extraer de ella un envase con un líquido rojo, que salió del mismo como el Jet d’Eau del lago Leman, Ginebra, proyectándose sobre la tapicería de cuero Yvory y el salpicadero de madera de alce de mi coche. Era gazpacho, cosa que no pegaba nada, porque estábamos a la altura de La Almunia de Doña Godina y porque tenía la seguridad de que lo había hecho, no porque me hubiera visto con cara de hambre, sino por obsequiarme con algo muy nuestro y muy español.

En otra ocasión alguien desalmado y de no muy buena familia, intentó abrir una bolsa de patatas fritas y yo, ante el horror de imaginar sus manos llenas de grasa, le invité a que bajara del coche, teniendo la amabilidad de dejarlo en una parada de taxi.

Las personas que van invitadas en coches deben de tener la precaución de no exigir paradas durante los trayectos, ni hacer recomendaciones sobre la manera de conducir o por dónde se tiene que ir a destino. Si se detiene el conductor en una estación de servicio, tampoco se debe de aprovechar para comprar los mantecados de la zona, un balón de playa de color verde Soraya o una botella de litro y medio de un refresco de naranja o limón para beberlo «a morro».

Carmen Elena Berrizbeitia de Espinosa San Martín se desmayó de la impresión al ver hacerlo a un amigo de su hija Isabel, cuando éramos estudiantes de Derecho, volviendo de Marbella.

Tampoco se debe planear un viaje sin consultar la capacidad del maletero. Hoy hay empresas de transporte que, en corto plazo de tiempo, trasladan el equipaje hasta el destino elegido. No es necesario que, si va algún jovencito, repelente y sabiondo, se ponga a hablar, ni a preguntar, sobre el consumo del vehículo y, mucho menos ,comparándolo con el de su padrino, que evidentemente, según su opinión, será mejor y más potente.

Líbrenos Señor de los «loros viajeros» que critican todo, que ponen la cabeza cuadrada al conductor, como los que solo hablan de golf, de caza o de pádel.

¿Sabe la gente joven que el dueño del coche debe de ceder el asiento trasero del lado opuesto al conductor a la señora más importante? ¿Que colocar en la bandeja trasera un sombrero, un perrito con movimiento de cabeza o un almohadón del tipo que sea debería de estar penado con cárcel?. También es lamentable la manía de algunas personas colgando chaquetas y trajes de una percha en una de las puertas traseras. Da imagen de como debe de ser el orden en sus casas.

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