Josemi Raodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

Personajillos a la caza de famosos

Los hay que el usufructo de un bañador les produce felicidad

Josemi Rodríguez-Sieiro

¿Qué pasa hombre?…, me dijo una persona ayer mismo en el hall de un hotel, al mismo tiempo que tomaba la decisión de no interesarme nada el personajillo en cuestión , ante la pobreza de la frase, la inconveniencia del saludo y la estúpida curiosidad de un individuo que no había visto en mi vida. A las personas nos pasan continuamente cosas, pero no tenemos por qué pregonarlas al primero que se nos pone delante, seguramente ataviado con unas bermudas imposibles, una camiseta indecente y una riñonera de marca falsa comprada en un mantero y armado con un móvil, ávido de captar a un famoso y, casi sin preguntar, hacerse un selfie poniendo su manita sobre el hombro y dejando impregnada su huella sudorosa. Esto va en el contrato de los que han salido en algún medio de comunicación, aunque solo haya sido por un breve espacio de tiempo y a una hora intempestiva, en un canal parroquial.

Cualquier persona en este caso, sirve para que se acerque la madre de una incipiente cantante de copla, el padre de un proyecto de cocinero que es un amor, aunque no sepa escribir harina con h, ni aceite sin z. Pero eso no importa, lo válido es salir en pantalla.

El verano es una exposición de cuerpos sobre barcos. Ni los cuerpos son como salen en los reportajes fotográficos, ni los barcos son de ninguno de los que posan felices en cubierta. El photoshop hace milagros y las empresas de alquiler de embarcaciones por horas ponen el resto. La mayoría de las veces, ni los trajes de baño, bikinis, trikinis , bermudas, ó bragas náuticas son propiedad de sus portadores, sino de las marcas que los ceden por horas. Hay muchas personas a las que ahora un usufructo así, les produce mucha felicidad, aunque sea tan efímero.

Pasa también con los coches. Hay marcas que los prestan durante un tiempo limitado y hay famosos que se hacen los despistados, remolones, olvidadizos y distraídos y no los devuelven. Es el caso de una famosa que escribe su biografía a medida de los programas a los que acude, con notable habilidad y admirable descaro, y que gozó durante tres años de un V6 y no V8, como pretendía, hasta que nombraron a un nuevo CEO de la marca y sin contemplaciones se lo llevaron, con una llave maestra, de la puerta de su casa. Y la susodicha señora pretendían que hicieran lo mismo conmigo, pero calculó mal, pues yo pago mis necesidades y caprichos. Pero ahora no hay que tener en cuenta estos sucedidos, dado el ganado que se mueve y pulula por doquier.

Luego están los que provocan la foto y la noticia, no sin cierto escándalo. Da lo mismo que sea un «yo te quiero, tú me amas» en una recóndita y agreste cala de la isla de Conejera que un «yo opino, tu opinas» siempre con topless incluido, ella entre abandonada ó dejada y él un joven aspirante a ocupar un sillón, no en ninguna de las Reales Academias, sino en algún programa de televisión.

El verano es terreno abonado para esta pandilla de gente, porque tienen la oportunidad de dejarse ver y ser fotografiados en cenas y galas benéficas, a las que acuden peleándose por hacerse un hueco en algún lugar, sin aportar un euro, pero si su persona e imagino que su ropa interior, porque lo demás, como Cenicienta, se lo llevarán los prestamistas, que luego informan quienes son las firmas de moda, joyeria, zapatería, peluquería y maquillaje.

Todo sea por la fama, el oropel y, en el mejor de los casos, la transferencia bancaria.

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