Fuera de sitio

El lenguaje cruel en el asesinato de Olivia y Anna

«Esa tendencia a evitar las palabras, a huir de las que nos giran las tripas, nos incapacita para entender la realidad en toda su dimensión»

Lola Sampedro

Lola Sampedro

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En una escena de 'El desencanto', el documental de 1976 de Jaime Chávarri, la madre de la familia le pide a su hijo Michi que dulcifique el lenguaje. El pequeño de los Panero Blanc acaba de contar cómo una gata ha parido, y ese verbo, parir, le incomoda. «Dulcifícalo, di mejor ‘dio a luz’».

Sorprende ver a esa mujer inteligente, ilustrada y sibilina, querer corregir esa palabra. O mejor dicho, esconderla, como si por el simple hecho de no decirla dejara de existir. Con la locución verbal (dar a luz) el momento del nacimiento se suaviza. Al iluminarlo con cierto misticismo, borramos la parte salvaje y escatológica, el dolor y los gritos que ocurren cuando estás pariendo a tu hijo. Por más que lo dulcifiques, ninguna pare con camisón de seda ni cantando un aria.

Esa tendencia a evitar las palabras, a huir de las que nos giran las tripas, nos incapacita para entender la realidad en toda su dimensión. Muchos prefieren ser cursis antes que recordar con todas las letras que un padre ha asesinado a sus dos hijas solo para castigar a su exmujer de la forma más terrible posible. Las han llamado sirenas, ángeles… cada vez que eso se pronuncia, negamos la realidad asquerosa en la que vivimos. Eran dos niñas, tenían nombres que ya todos sabemos, Olivia y Anna, y así hay que llamarlas.

Llevo días leyendo a gente pedir que se deje de romantizar su asesinato . Esta vez ha sido pronto, en otro caso se tardó meses en parar de borrar la identidad de un niño solo para que los temerosos de las palabras se sintieran mejor.

A veces bastardeamos el lenguaje por cursilería o por buscar consuelo. Otras, para negar una realidad que no queremos entender, que no nos da la gana aceptar. Por más que nos la expliquen, como digo, con todas sus letras, hay un empeño en eliminar esa verdad de nuestro vocabulario. Wittgenstein decía que una palabra nueva es como una semilla que se arroja en una discusión. El feminismo es un campo minado de palabras aparentemente nuevas, esas que tanto escuecen. Si pruebas a decir patriarcado o heteropatriarcado comprobarás que, desde el mismo momento en que la pronuncias, siempre hay alguien que se pone a la defensiva. Es casi instantáneo.

Desde que el documental de Rocío Carrasco explicó en horario de máxima audiencia qué es la violencia vicaria , no hay día en que no lea o escuche a alguien hacer ingeniería con el lenguaje para evitar esa expresión o directamente para negar su existencia. Buscan otras palabras que no se ajustan a la realidad: la mayoría de asesinos en filicidios y familicidios son hombres; el porcentaje varía según el estudio que consultes. Asesinatos en su gran mayoría ligados a la violencia de género. Buscar eufemismos para nombrarlo es cruel y un insulto. Ya tiene nombre, solo hay que entenderlo. Y aceptarlo de una de vez.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación