Juan Soto - El garabato del torreón

Un verso suelto

De Castelao a la señora Torres hemos de admitir que algo, siquiera un poco, hemos descendido

Juan Soto
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Uno entreabre los ojos en medio de la somnolencia parlamentaria y hete aquí que asoma en el plasma la estampa de una pastorcilla recitando versos. Ahí se queda la presencia de Galicia en el Congreso de los Diputados: un verso de media tarde.

Con el recurso a la cita literaria hay que andarse con mucho cuidado. Sobre todo cuando a uno (o a una) le fallan las lecturas y el gusto, dicho sea con el mayor respeto para doña Xohana Torres y sus libros. Porque no es lo mismo apuntalar el argumentario y la retórica con Homero que con Gabriel y Galán. Don Manuel Azaña era muy dado a tirar de musa ajena, quizá porque, en el fondo, más que presidente del Gobierno y ministro de la Guerra seguía siendo secretario del Ateneo y director de «La Pluma».

Pero los recursos de la oratoria azañista son siempre muy medidos y muy venidos a cuento, como se comprueba en la edición de sus discursos que puso en nuestras manos el maestro Juan Marichal. O sea que Azaña sabía muy bien lo que decía y, sobre todo, lo que leía.

Hubo un tiempo, en aquel naciente parlamentarismo chillón de Galicia, que la cita obligada era Castelao, preferentemente el Castelao de «Sempre en Galiza», que era la referencia canónica de los políticos que aspiraban a hacer carrera en el Pazo do Hórreo. Una referencia, huelga decirlo, manoseada por el forro pero ni leída ni, mucho menos, digerida. Las apelaciones a Castelao se acabaron cuando la mayoría de Fraga decidió sacar y repartir entre los diputados una edición monumental y lujosa del «Sempre en Galicia», fortificada con encuadernación en pasta y gran aparato erudito. En casa de algunas señorías de entonces hemos visto el aparatoso volumen todavía virgen e intonso.

De Castelao a la señora Torres: habremos de admitir que algo, siquiera un poco, hemos descendido. Y desde aquella vieja dialéctica, vigorosa e inapelable (Otero, Picallo, Vilar Ponte, otra vez Castelao), capaz de sacar adelante un Estatuto, a este chiflido de la nena que aspira a resucitar los Juegos Florales del Liceo Recreativo (con ella de reina, por supuesto) se ha producido un cierto retroceso político. Y, sobre todo, literario.

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