Primera plana de La Voz de Ortigueira
Primera plana de La Voz de Ortigueira - CEDIDA

Un siglo de La Voz de Ortigueira

El mero hecho de su edición y de su distribución es ya una proeza. Y el conseguir conservarla viva durante una centuria constituye un verdadero milagro de la filantropía

Lugo Actualizado: Guardar
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Tan solo 35 kilómetros de distancia y cuatro años de edad separan al decano de los semanarios gallegos del vicedecano. El decano es Heraldo de Vivero, que ya es centenario desde febrero de 2012, y el título de vicedecano le corresponde a La Voz de Ortigueira, que cumplirá un siglo el próximo 4 de junio. Dos cabeceras verdaderamente fraternas, como corresponde a sus propósitos, a sus respectivas trayectorias y a la tipografía que comparten desde hace tiempo. Y también dos cabeceras admirables, si es que todavía somos capaces de admirar lo que en el desquiciado ambiente periodístico de esta hora representan la tenacidad, el esfuerzo personal, el altruismo empresarial y el sentido del servicio público por encima de las circunstancias políticas.

Dos cabeceras, además, de obligada consulta para los historiadores locales, y de lectura irrenunciable para los habitantes de las comarcas a las que prestan voz (la luguesa de A Mariña Occidental y la coruñesa de Ortegal) y para aquellos que se sienten vinculados a ellas por lazos familiares o emocionales.

Alguna vez habrá que admitir que solamente apelando a la generosidad que emana de las vocaciones verdaderamente heroicas es posible explicar el sacrificio que se exige para mantener viva la modesta prensa local; para soportar la carga de estos periódicos — como el Heraldo, como La Voz— arbitrariamente excluidos del reparto de las subvenciones públicas, de la publicidad institucional y de cualquier otro momio de los muchos que se asignan con cargo al erario. El mero hecho de su edición y de su distribución es ya una proeza. Y el conseguir conservarlos vivos durante un siglo constituye un verdadero milagro de la filantropía.

La Voz de Ortigueira es el periódico de la familia Fojo. Su iniciador, Jesús Fojo Díaz, lo fundó con la finalidad de que se constituyese en «defensor de los intereses generales de Ortigueira y su comarca». Esa divisa persiste hoy en su cabecera y no fue apeada ni siquiera cuando la coyuntura partidista o la amistad personal (los historiadores del periodismo gallego saben bien de los vínculos de La Voz con Pita Romero, político agrarista, diputado por Ortigueira, embajador de España y, ya que estamos de centenarios, miembro de las Irmandades da Fala) podrían haber disculpado la acrecencia de lo particular en merma de lo general.

La tradición periodística de la comarca ortegana se remonta quizá al ecuador del XIX. Echando la vista atrás, no llega nuestro conocimiento más que a El Faro de Ortegal, que inspiraba don Federico Manciñeira, el de las camelias, sabio e ilustre arqueólogo. De esa época, poco más o menos (no somos peritos en la materia más que superficialmente), debe ser otro semanario El Cabo Ortegal, primer paso, creemos, de la saga de los Fojo en el arduo e ingrato universo de la prensa local.

Viniendo a años más recientes — anteayer por la tarde, como quien dice— recordamos la rúbrica de Cunqueiro en las páginas de La Voz, rescatada de entre las de algunos programas de las fiestas orteganas en honor de Santa Marta, la hacendosa hermana de Lázaro. Y también, las firmas de Areilza y Taboada Roca ( Manolo Borraxeiros, que a los aristócratas se les ha de nombrar por el título) en un extraordinario dedicado a Calvo Moreiras, diputado, jurista y escritor de mucha más valía que vanidad.

Mientras exista un ortegano aguantará en pie La Voz de Ortigueira. Por eso estamos seguros de que su centenario no pasará inadvertido ni al Concello ni a la Diputación de su provincia. Será ocasión pintiparada para el reconocimiento que todos los gallegos debemos a aquellas de nuestras cabeceras que anteponen la humildad de lo local a la soberbia de lo universal. Y la sencillez de lo propio a la petulancia de lo ajeno. Que sea por muchos años.

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