Luis Ojea - CUADERNO DE VIAJE

El contubernio del caos

Los profetas rupturistas que lanzaron la nueva plataforma son los que no creen en su propio invento

Luis Ojea
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Cuentan los historiadores que cuando asesinaron a Julio César en la sede del Senado, el gran militar romano pronunció al ver a Bruto una de esas frases que quedan para la posteridad, el celebérrimo «tu quoque fili mi» que Shakespeare inmortalizó y acabó convirtiendo en la expresión más paradigmática de la traición. Un enunciado que posiblemente se le haya venido a la cabeza estos días en más de una ocasión a Luís Villares. Quizás cuando leyó la carta a los militantes de Anova escrita por Antón Sánchez. Quizás también cuando vio a Xulio Ferreiro o Jorge Suárez disparar sin pudor contra la nueva dirección de En Marea.

El rupturismo es un espacio en permanente conspiración, con casi tantas corrientes como militantes en activo y en el que el mapa de apoyos internos, indescifrable para cualquier mortal alejado de ese universo, cambia constantemente al ritmo de las filias y las fobias que llevan años gestándose en el seno de ese contubernio del caos.

De ahí que ya ni provoque estupor ver cómo los «mareantes» constituyen una ejecutiva a la que le dan la espalda los grandes pilares de la coalición.

En realidad, es la mejor descripción posible de la batalla que están librando. IU, una parte de Podemos, una porción de Anova y la Marea Atlántica no quieren que el invento se consolide. Aprovecharse de su potencia electoral, sí. Que En Marea se desarrolle como partido, no. Y no porque prefieren un pacto entre cúpulas sin diluir las siglas para conservar sus prebendas a la hora de confeccionar las listas electorales.

Eso es lo más insólito de este «frankenstein político». Que los profetas rupturistas que lanzaron la nueva plataforma son los que no creen en su propio invento, los que impiden pisar el acelerador y los que ponen zancadillas a su líder.

Llegados a este punto, y tras dos meses de parálisis, Villares decidió emprender una huida hacia delante de pronóstico incierto. Hay maneras menos dolorosas de suicidarse, pero quizás no le quedaban muchas más salidas que prescindir de los que boicoteaban el proyecto. Ahora bien, la apuesta conlleva que el suyo es un liderazgo con fecha de caducidad. Si de aquí a la próxima asamblea no es capaz de tejer nuevas alianzas más sólidas, en verano quedará definitivamente fuera de juego.

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