Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Cerrar los ojos

Menos estadísticas triunfalistas y más agentes a pie de calle. En Lugo empieza a ser preocupante que el cumplimiento de las leyes asistan impávidamente al galopante deterioro del ambiente social

Juan Soto
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La plomiza y bien murada ciudad experimenta un acelerado repunte de delincuencia juvenil, según una encuesta llevada a cabo recientemente por un medio de comunicación. Una revelación ciertamente inaudita en un entorno en el que hasta hace poco el grueso del empadronamiento se prorrateaba entre clérigos, funcionarios, comerciantes y pensionistas.

Quizá el lector ya se haya dado cuenta de que hablamos de Lugo, un microcosmos presidido por la corrección política: alcaldesa comedida en acciones y omisiones, oposición insustancial y población de buen conformar. Precisamente por eso, por tratarse de ciudad tan mansa (otros dirán que amansada), sorprende que, de un tiempo a esta parte, cada vez sean más numerosos los jóvenes que se entretienen en actividades hasta ahora inusitadas y quizá un algo inquietantes: reyertas con arma blanca, venta de droga al menudeo, robos con fuerza, asaltos a plena luz del día y, para no ser menos que nadie, una creciente cuota de okupas, naturalmente blindados de impunidad.

No estamos trazando el panorama de un Lugo suburbial sino del cogollo de la ciudad. Porque lo de trapichear o asaltar o sacar la navaja se hace cada día al pie de la Casa Consistorial, en las mismísimas narices de autoridades, jerarquías y representaciones, como decíamos antiguamente en las letanías de los desfiles procesionales.

Se excluyen de este memorial de delitos las infracciones de menor cuantía, que van desde orinar en la calle a la demolición de piezas monumentales del patrimonio urbano, tal la famosa fuente de San Vicente, perpetrada con absoluta exención de sus autores. Así las cosas, parece muy puesta en razón la demanda que la federación de asociaciones vecinales acaba de formular ante el subdelegado del Gobierno, el jefe de la comandancia de la Guardia Civil y el comisario jefe del Cuerpo Superior de Policía: menos estadísticas triunfalistas y más agentes a pie de calle. Porque empieza a ser preocupante que los obligados a garantizar una convivencia civilizada y el cumplimiento de las leyes asistan impávidamente al galopante deterioro de un ambiente social que hasta hace poco era ejemplo de respeto y moderación.

Para hacer de cualquier ciudad un espacio habitable hay que atreverse a afrontar los problemas cara a cara. Otra cosa es si lo único que importa es la propaganda turística: entonces basta con cerrar los ojos.

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