Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

El balcón del Ayuntamiento

Dio ahora en la costumbre de convertir la baranda en tendal. El caso es colgar

Juan Soto
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El pazo que alberga los despachos del protocolo municipal lucense, exornados con esa estética de mueblería del quiero y no puedo tan propia de los cursis enriquecidos a ladrillazos, se abre a la plebe mediante balconada de mitin para rebaño lanar. Desde allí recogió Franco las atronadoras ovaciones que en su primera visita a Lugo (como Caudillo invicto, porque hubo otras previas igualmente triunfales) le dedicaron los papás y los abuelitos de la actual masa encefálica podemita. «Nuestra Cruzada es la única guerra de la que los ricos salieron más ricos», subrayó el general superlativo con tanta lucidez como sinceridad.

También a este balcón se asomó Juan Carlos I, con el cetro recién empuñado y aprovechando la Ofrenda al Apóstol de julio de 1976.

Todavía el tardofranquismo arreaba estopa, mayormente a «comunistas, judíos y demás ralea», como hubiera dicho Baroja. Y entre una y otra ostentación balconera se coronaron vírgenes (la de los Ojos Grandes, a manos de Souto Vizoso, obispo ferrolano encasillado en Palencia), guió el rosario el padre Peyton y prendieron la mecha al cohete del San Froilán los alcaldes que hicieron suya, como paletos de repetición, una costumbre que no es ni gallega ni luguesa: así de imbécil es la autoridad municipal.

A la vigente alcaldesa de Lugo todas esas cosas le quedan muy lejos, por razón de edad, de memoria y de curiosidad. Feliz ella. Y quizá por eso dio ahora en la costumbre de convertir la baranda en tendal, ya de repostero heráldico ya de cartelón petitorio ya de pancarta verbenera. El caso es colgar. El otro día le tocó el turno a una pancarta con un eslogan como aquél de «Papá, ven en tren» de los tiempos en que don Alfredo Moreno, el conde Fontao, vicepresidía la Renfe. Y ahora, mientras escribimos, hay colgadura aconsejando a la ciudadanía que haga el amor no la guerra. La joven alcaldesa no conoció ni a Fontao ni la isla de Wight, sino que todo es fruto de nostalgia o de hemeroteca. O sea, que esta chica cualquier día nos convoca ante la casa consistorial para recordarnos que «¡Rusia es culpable!». Como Serrano desde el balcón de la Secretaría General del Movimiento, en Alcalá, 44. Corría junio de 1941. O sea, ayer por la tarde.

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