Ferran Garrido - Una pica en Flandes

El museo del silencio

«Un libro muy especial que reúne las historias de un lugar que se ha convertido en museo a base de lo más íntimo del dolor, del silencio, del recuerdo y del arte»

Varias personas visistando a sus difuntos en el cementerio de Valencia MIKEL PONCE

No soy de ir al cementerio. Pero sí de honrar a mis muertos. Cuando llegan estas fechas les hago un hueco en mi cabeza, porque en mi corazón los llevo siempre. Presentes siempre.

Noviembre es un mes difícil para mí. Para mis recuerdos. Para mi corazón. Y para mis muertos. Motivos personales que han teñido mi vida del color especial de los que sentimos bonito, amargo, profundo y por dentro…

La festividad de Todos los Santos trae a mi memoria muchas cosas. Acude la imagen de la lápida de aquel abuelo enterrado en el cementerio de un pueblo de la sierra de Madrid. Una lápida casi anónima, porque le habían arrancado la placa y hasta el nombre. Me viene a la mente la tumba que no aparecía jamás, del otro abuelo, y de la que encontré documentos de registro, olvidados y casi desaparecidos, hace tan solo unas semanas en otro cementerio de Madrid… Recuerdos. Y más recuerdos…

No soy de ir al cementerio. A mi padre, hombre de mar, le honro en su memoria con la mía, firme en la mirada ante las aguas del Mediterráneo. A mi madre aún la espera entre esas aguas hasta el día que… bueno esa es otra historia, aunque todo está relacionado con un fin de semana en que se celebra la comunión de Todos los Santos y el Día de Difuntos, una jornada que tiene su extensión con celebración militar de los caídos y eso aún me hace recordar más a mi padre… a mis muertos.

Aún así, no soy de ir al cementerio. Pero este año tengo un motivo especial. Sentimental, artístico y literario. Es verdad que he tenido que acudir al cementerio de Valencia en alguna ocasión en lo que llevamos de año, pero desde que conocí, hace ya mucho a Rafael Solaz , lo hago con un ánimo diferente. Y este año con más motivo.

Varias personas visistando a sus difuntos en el cementerio de Valencia MIKEL PONCE

Resulta que siempre pensé que los valencianos somos poco conscientes del valor de nuestro patrimonio cultural y artístico. Y resulta que Rafa lleva mucho tiempo poniendo en valor lo que supone de arte el Cementerio Municipal de Valencia. Cuando le conocí, aquella primera entrevista se plasmó en un reportaje televisivo para TVE. Pasé por el estupor, la sorpresa y la admiración para comprender el valor de las obras de arte que recoge en sus calles, valorado desde hace mucho tiempo, cuando alguno de los diarios del siglo XIX ya decía que se iba “introduciendo un gusto exquisito en nuestro cementerio”.

Es cierto que es un reflejo del poderío de las familias más notables y pudientes, pero no es menos verdad que tumbas y panteones se han ido convirtiendo en un auténtico museo que ahora podemos contemplar en las páginas del último libro de Rafael Solaz.

El silencio quiso que yo no pudiera acudir a la presentación de este “ Museo del Silencio ” que ahora tengo entre mis manos, en silencio.

Un libro muy, muy especial, que reúne la historia y las historias de un lugar que se ha ido convirtiendo en museo a base de lo más íntimo del dolor, del silencio, del recuerdo y del arte.

Junto a los textos de Rafa, innumerables y excelentes fotografías. Me van a permitir que destaque las de mi querido Manolo Guallart , entre las de otros grandes profesionales, porque sí, porque es mi amigo y le quiero.

Verán, soy como soy y a estas alturas es tarde para cambiar algunas cosas. No me gustan nada estas celebraciones que pintan niños como zombis y adultos como muertos vivientes. En estas fechas soy más de lo mío, de lo nuestro… y eso que no soy de ir al cementerio.

Pero este año, esta año tengo un gran libro entre las manos: «Museo del silencio».

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