Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Los miserables del coronavirus

«No me atrevo ni a decir que no merecen ni la ayuda que recibirán en un hospital cuando les haga falta»

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Imagen del coche con las palabras pintadas difundida por las redes sociales ABC

En los malos momentos, en los chungos de verdad, los jodidos a no poder más, no esos de que bueno esto se pone feo y tal, pero ya verás… No, en los difíciles que nos llevan al atolladero arrastrados por un torbellino de dolor y sentimientos , y miedos, es cuando sale lo mejor del ser humano. Pero también lo peor.

No hace falta ser un profeta ni un lince para saber que eso iba a pasar en medio de esta escandalosa cifra de muertos , los conocidos y los no censados, con un número de contagiados imposible de contabilizar más allá de la versión oficial. Lo mejor ha salido. Y lo sabemos todos. También ha salido lo peor. Así que hoy no les voy a hablar de la buena gente . Si no de la gentuza.

Superada la fase de la Gestapo de balcón, que sigue operando ante la imposibilidad de salir a contemplar obras varias, y dejando de lado a los covidiotas, que parece que esto no vaya con ellos, ahora surge una nueva mesnada de esbirros de los más bajos instintos.

Vale que el de supervivencia no es un instinto bajo, o sí, según y a veces, pero aquí operan ya los miserables que se protegen intentando enviar al gueto a los que nos protegen. Hideputas les llamaría el gran Quevedo , y lo digo así para que, con el toque clásico, la palabra les arrastre a las cloacas de las calles sin adoquinar de las ciudades de la época. Porque es lo más limpio que merecen.

Felones, bellacos, cutres, casposos, baldragas, cobardes, mangurrianes, cagalindes, hipócritas, hideputas, miserables… que salen a aplaudir a rabiar cada día a las ocho de la tarde, las ocho en punto de la tarde, para luego salir corriendo a pegar una notita en la puerta del vecino condenándole al estigma del apestado. Y lo hacen a sabiendas de que ese vecino es médico, enfermera, doctora intensivista, celador de un centro de salud, policía o cajero de un supermercado.

Imagen del coche con las palabras pintadas difundida por las redes sociales ABC

Cuando alguien intenta protegerse anatematizando a quien lo está dando todo por los demás, incluso la salud y la vida , no merece mejor tratamiento que el de los excrementos que circulaban por aquellas alcantarillas de la historia. Nuestra historia, que está llena de estos personajillos cutres que nos arrastran a todos por los peores caldos lixiviados de la basura patria.

En medio de este “Alicia en el País de la Maravillas” que intentamos dibujar cada día para edulcorarnos el mal café que nos dan, tal vez su mala leche no sea más que el producto de la degradación social, moral y política en la que estamos inmersos y, claro, en medio de las grandes catástrofes, junto a lo mejor, nos provoca el vómito, carente de valores, delo peor. Miserables.

Miserable el que pegó el cartelito de marras en la puerta. Miserable el de la notita en el ascensor. Miserable la de la cartita en el buzón, miserable la de la pintada en el coche . Miserable el de los bulos, miserable la de las mentiras, miserable el de los engaños, miserables todos, pero estos que pretenden repudiar a quien les está salvando la vida, para creer que así se protegen, doblemente miserables.

No me atrevo ni a decir que no merecen ni la ayuda que recibirán en un hospital cuando les haga falta. No me atrevo ni a decirlo porque hasta ese sentimiento, esa expresión nos igualaría a ellos .

Ya me dolían los pitos y los insultos desde los balcones que padecían los que salían a trabajar, para los demás, en pleno confinamiento. Pero estos del aplauso emocionado y el libelo anónimo son los que luego sacan a pasear diez veces al perro, pobre can, o van al supermercado cada vez que se les acaba la sal. Ni sal les daba yo.

No quieres en tu bloque a la cajera, pero quieres supermercado . No quieres médicos en la escalera, pero quieres que salven a tu padre. No quieres policías en tu rellano, pero quieres que te lleven mascarillas hasta la misma puerta de tu casa… No quieres al conductor de la ambulancia, pero quieres llegar vivo a la UCI… Miserable.

Cuando todo esto acabe, aunque recomiendo que empecemos ya a pensarlo, debemos dar un repasito a nuestra escala de valores . A lo mejor la que teníamos no era tan mala.

Cuídense y déjense cuidar. Y, por su propia supervivencia, cuiden a quien les cuida. Y si lo que les arrastra es este irrespirable cabreo que todos llevamos encima, otro día hablaremos de política, un barrio donde también hay muchos miserables. Pero otro día, que hoy no tengo estómago.

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