Salvador Sostres - Shambala

El resentimiento y el cinismo

El resentimiento te hará siempre un desgraciado. El cinismo también, porque nunca se cae tan al fondo como en el pozo de las propias trampas.

Shakira y Piqué ABC

Salvador Sostres

Mi querido Ramon Riera me escribe para decirme que es asqueroso el trato mediático que están recibiendo Shakira y Piqué tras el anuncio de su separación; y que este trato tiene que ver con que son ricos y guapos. A mí Piqué nunca me ha gustado, porque sé cómo acaban los que se creen más listos que los demás, pero mi amigo tiene razón en que el hecho de que sean guapos y ricos crea a su alrededor un fuerte sentimiento de impunidad y animadversión y que si la afectada fuera una feminista vegana y fea habrían ya salido los buenistas habituales a denunciar toda clase de abusos y maltratos.

Es cierto que el jugador y la cantante trabajan de cara al público y que va en los beneficios que de él obtienen la curiosidad que su vida sexual despierta. Hay algo de inevitable en este interés, y que ambos han cobrado por anticipado, mezclado con la calidad de su trabajo. Pero a pesar de la grosería y la falta de humanidad con que están siendo tratados, lo más llamativo es efectivamente el resentimiento social de la chusma rosa. No es llamativo que sean unos resentidos, porque lo han sido siempre. Es llamativo que se esfuercen tan poco en disimularlo, y que muestren sus complejos en público de un modo tan descarnado.

Tales comentaristas suelen ser hombres o mujeres altamente inestables, fracasados en el amor y de familias desestructuradas. Suelen vivir vidas de amargura y cuando hablan de la amargura de los demás se les nota que proyectan su dolor por la rabia con que lo hacen. La inquina con que ahondan en la intimidad y desgracias ajenas denota una vida interior poco organizada. Y a pesar de que ganan dinero, porque sus colaboraciones se pagan bien, al ser personas de muy abajo, no tienen cultura ni sensibilidad para gastarlo, ni para fluir con él, y casi nunca pueden escapar ni de su resentimiento social fundacional ni de una honda horterada que siempre les acompaña.

He escuchado a una tal María Patiño, a la que nunca había oído mencionar, escandalizada porque Piqué cuando sale gasta «mucho dinero». Según la comentarista, «de 2.000 euros para arriba». Tampoco es tanto dinero, la verdad. A la que invitas un poco a alguien, 1.000 euros en la cena se te van enseguida, y luego las benéficas a una de estas discotecas que tanto gustan a putas y futbolistas -con reservados y tal- pues tampoco es que sean baratas. Y eso si estás en Barcelona o en Madrid, porque si estás en Ibiza, 2.000 sólo te cubren las propinas -y si te mueves sin seguridad. Pero esto da igual. Hablar de lo que gasta alguien una noche que sale con sus amigos está totalmente fuera de lugar. Siempre y cuando lo haga con su dinero y no vaya a restaurantes del grupo Isabella's, puede hacer lo que le dé la gana y hablar de las facturas de los demás es vulgar y debería avergonzar a quien lo hace. Piqué además maneja unas cifras en que 2.000 euros la noche no son ninguna desmesura. Lo son en mi economía, aunque no por ello dejamos de gastar.

Más de fondo hay dos ideas fundamentales. La primera es que Piqué ha rechazado la Superliga con argumentos populistas como que destrozas el fútbol porque sólo los grandes se benefician. Precisamente porque estoy a favor de que Piqué pueda gastar lo que desee cuando salga con sus amigos, es importante que el negocio del fútbol sea realista. Tal como están hoy las cosas, Piqué con su retribución ha contribuido decididamente a arruinar al Barça. Dejando a un lado si por su rendimiento en los últimos tiempos merece lo que cobra, lo que está claro es que la situación de casi quiebra técnica del club y las dificultades para fichar se deben a que hay una serie de jugadores que, como él, cobran altísimas cantidades de dinero en una competición que limita lo que cada equipo puede pagar por su plantilla. O Piqué cobra menos, o deja de decir tonterías sobre la Superliga. Porque sinó, lo que está haciendo, es llevar a la bancarrota al club al que dice amar, y entonces sí que los aficionados del Barcelona pueden tomarse como una burla que se patee las ganancias en cenas y copas con sus amigachos. Estamos a favor del dinero, de los buenos restaurantes y de la alegría. Estamos en contra del resentimiento social, de que por ser famoso y guapo y exitoso te disparen sin piedad, y también del cinismo con que algunos quieren pasar por princesas ante el vulgo mientras por detrás te saquean como auténticas brujas.

La segunda idea, que tiene que ver con la primera, es que la democracia y los derechos están acabando con el lujo. Todo el mundo quiere precios asequibles, todo el mundo quiere trabajar sólo ocho horas, y todo el mundo quiere cobrar como Piqué. Esto todo junto no puede ser. Si queremos todos los derechos, ningún deber y hacer horarios de oficinista, los restaurantes que hoy cuestan 50 euros tendrán que costar 100, y los que cuestan 150 tendrán que costar 500. Como la Liga, el lujo tal como hasta hoy lo hemos entendido en España, no es posible que continúe a los actuales precios -regalados si los comparas con el resto de Europa y ya no digamos Reino Unido, Estados Unidos o Asia- ni abriendo cada día de la semana por si a ti se te ocurre ir. Si no aceptamos una ley laboral más flexible, las horas extras pagadas en B o similar, y que la gente entienda que cada negocio tiene sus particularidades, la primera consecuencia es que sólo turistas, futbolistas y grandes empresarios podrán ir sistemáticamente a los resturantes, y que los demás tendrán que conformarse con pedir algo por Glovo o ir al bar a tomar unas cañas. Para más no les va a dar. Y lo mismo que vale para las hipocresías de Piqué con la Superliga, vale para los yonkis de los derechos y del no trabajar: al final, los primeros perjudicados seréis vosotros, porque trabajaréis menos, tal vez cobréis un poco más, pero vuestro salario continuará siendo tan de mierda que no os podréis permitir ni la mitad de lo que hoy disfrutáis, porque gracias a vosotros los precios se habrán triplicado y vuestro único ocio será moriros de asco. Eso sí, con todos los derechos pagados.

El resentimiento te hará siempre un desgraciado. El cinismo también, porque nunca se cae tan al fondo como en el pozo de las propias trampas. Y si no eres capaz de trabajar en algo que te guste, en lo que crezcas, y que este goce sea la parte más importante de tu salario; si trabajar para ti no es el centro de tu vida, y lo único que esperas son las vacaciones y los fines de semana, no sólo serás un desgraciado y un triste, sino el que el mundo va a detectar tu falta de valor y va a usarte no más que de chacha.

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