Por el buen camino

Camera Musicae es hoy el ejemplo de lo que podría ser este país con un buen sistema de mecenazgo cultural que apostase por el talento local

Tomàs Grau dirige la Orquesta Camera Musicae ABC

Pep Gorgori

Hace algunos años, la Orquesta Camera Musicae (OCM), con su director y fundador Tomàs Grau al frente, asumió el reto de emprender una serie de conciertos en el Palau de la Música Catalana. Estos se sumaban así a los que ya venía dando desde su fundación, en 2006, en Tarragona y alrededores. Por aquél entonces, Camera Musicae era ya un grupo de buenos músicos, pero les faltaba la experiencia y la cohesión que solamente se puede obtener mediante la práctica constante y sostenida de un grupo de estas características. Dicho de otra manera, era un fruto aún muy verde, y prácticamente desconocido. Recuerdo algún concierto poco memorable a nivel artístico, con no más de doscientas personas desperdigadas en el desierto de butacas que puede llegar a ser el Palau de la Música.

Ha pasado el tiempo, y hoy Camera Musicae es el ejemplo de lo que podría ser este país con un buen sistema de mecenazgo cultural que apostase por el talento local. Es de sobras conocido en la profesión que además de un razonable apoyo institucional esta orquesta tiene detrás un patrocinador potente: Repsol. El talento es condición indispensable -casi siempre- para labrarse una carrera, pero tener un buen padrino siempre ayuda. Gracias a esta combinación, estos excelentes músicos son hoy capaces de subir a un escenario y defender con solvencia un repertorio ambicioso. La OCM, pues, ha crecido a nivel artístico. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

En el concierto del pasado domingo, con el Palau a rebosar, el violonchelista Gautier Capuçon, uno de los grandes solistas del instrumento a nivel internacional, interpretó las Variaciones Rococó perfectamente acompañado por la OCM, cuyos músicos muestran -ahora sí- una clara compenetración entre ellos y su director. El público forzó al intéprete a ofrecer dos propinas: «Après un rève» de Ravel y el «Cant dels Ocells». Igualmente solventes, aunque quizás no tan acertados, estuvieron los músicos en la suite «Los planetas», de Holst, con algunos momentos delicados en la afinación de las violas y de las maderas. La compañía del Cor de Noies del Orfeó Català, en el último fragmento de la obra, puso el broche a una buena tarde de música. Lo mejor, como siempre, está por venir.

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