Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Obsesión

«Que el independentismo se inclinara por la catarsis, me pareció una buena idea»

Miquel Porta Perales

Hace aproximadamente un par de meses, la presidenta de la ANC declaró que el independentismo debería «generar una catarsis colectiva». ¿Catarsis? Para entendernos, purificación. La idea surge en la Grecia clásica con la intención de eliminar las impurezas del individuo. Por ejemplo, Aristóteles consideraba que la tragedia -hablo de la forma literaria teatral- podía purificar a los espectadores que se identificaran con algunos de los actores del drama.

La catarsis tenía un efecto pedagógico de carácter disuasorio: el espectador, al ver el desventurado destino de los protagonistas del drama, no incurriría en el comportamiento que conduce el intérprete a la desgracia, la adversidad, la calamidad o la infelicidad. Que el independentismo se inclinara por la catarsis, me pareció una buena idea. A fin de cuentas, esa tragedia dramática independentista, conocida como «proceso», brinda un perfecto ejemplo de las desgracias sufridas por los protagonistas de la obra. ¿Una catarsis independentista? ¿Una oportunidad para rectificar y eliminar las impurezas que conducen -por cierto, a todos- al desastre? Me equivoqué

Y en eso que llega la alharaca secesionista de la Diada y sus participantes, en lugar de distanciarse de los protagonistas del drama vía catarsis, parece que quieran ocupar su lugar. Ni el doctor Freud -que utilizó la catarsis para tratar pacientes- entendería a quien apuesta conscientemente por la desventura y la infelicidad. ¿Qué ocurre aquí? A vueltas con la psicología, se puede concluir que el independentista es un adulto inmaduro, inclinado al arrebato, que culpa al otro y se victimiza a sí mismo. Más: el independentista, cuyo comportamiento se debe al reflejo condicionado y al estado emocional, actúa de forma compulsiva obstaculizando su propio bienestar y el de los demás. Sostiene G. W. Allport que los obsesos padecen impulsos incontrolados. Los independentistas, aunque se saben fracasados, insisten y dicen que lo volverán a hacer. ¿Qué puede hacer la política con ellos?

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