Audiencia de barcelona

El fiscal acorrala a la acusada de la Guardia Urbana

En el juicio, Rosa Peral señala a su amante, Albert López, por el asesinato de su novio

Rosa Peral, este jueves en el juicio de la Guardia Urbana de la Audiencia de Barcelona I. Baucells

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Como gato panza arriba, Rosa Peral ha tratado en el juicio de defenderse de los dardos del fiscal Félix Martín. La agente de la Guardia Urbana de Barcelona ha descargado este miércoles en su examante, también acusado, la responsabilidad de la muerte de su exnovio. Ante un vertiginoso interrogatorio, que continuará en la sesión de este jueves, Rosa ha respondido con locuacidad cada embestida del fiscal. Ha sufrido, sin embargo, cuando la pelota del fiscal le volvía la pelota acompañada de una prueba –una llamada, un «whatsapp» o un correo– que echaba por tierra sus argumentos.

Pedro, Rosa y Albert –los tres agentes de la Guardia Urbana– formaban un triángulo amoroso que acabó con el cadáver del primero calcinado en el maletero de su propio coche cerca de un pantano. Las acusaciones, que piden hasta 25 años de cárcel, creen que se confabularon para matar a Pedro –que vivía con Rosa– porque entorpecía la relación que Rosa y Albert habían retomado. Los acusados, en cambio, se señalan mutuamente como responsables del crimen.

Rosa ha tratado de minimizar su relación con Albert, pero el fiscal le ha replicado con fotos, correos y «whatsapps» que demuestran que eran algo más que amigos. « Solo tú me tendrás», escribía Rosa a su amante , con quien, según las acusaciones, planeó y ejecutó la muerte de su novio. Rosa se ha defendido como ha podido. Ha negado formar parte de un plan para matar a Pedro y, con una retahíla de rocambolescos argumentos, ha apuntado a su compañero en el banquillo. Ha dicho que aquella madrugada del 1 al 2 de mayo de 2017 vio cómo Albert saltaba la valla de la finca de su casa, en Cubelles (Barcelona), con una braga, unos guantes y un palo que sobresalía de su mochila. Según ella, le amenazó con una pistola. Luego, dice que lo vio con un hacha y manchas de sangre en la cara. Pese a esa imagen, y a que, según ella, Albert le obligaba a escribir mensajes desde el móvil de Pedro, Rosa dice que no le preguntó si lo había matado. «No se me pasó por la cabeza» , ha dicho a preguntas del fiscal.

Albert y Rosa durmieron juntos casi cada noche tras la desaparición de Pedro, en la casa donde la víctima vivía con la acusada. «¿Lo hacían porque sabían que Pedro no regresaría jamás?». Otra pregunta a la que Rosa deberá responder este jueves.

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