Joan Carles Valero - Letras expectativas

Energía solidaria

La diferencia entre caridad y derechos es la dignidad. Pero muchos ciudadanos no saben, por ejemplo, que son pobres energéticos y que tienen derecho a recibir ayuda pública

Joan Carles Valero
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La Navidad siempre ha sido el mejor estímulo para la solidaridad. “Siente un pobre a su mesa” fue el lema de una campaña de la dictadura que promovía la caridad cristiana hacia los desheredados en tan señaladas fechas. Luis García Berlanga denunció en su película «Plácido» que aquel franquismo compasivo jugaba con el sentimiento de culpabilidad de los más acomodados para que limpiaran sus conciencias dando de comer a un necesitado. Lamentablemente, la pobreza de «Plácido» persiste en la gran Barcelona, ese destino vacacional y aspiracional para medio mundo. Nuestros Plácidos siguen existiendo e integran el cuarto mundo, el de los paupérrimos entre la opulencia.

También siguen existiendo los telemaratones o subastas como las de Ollas Cocinex de la película de Berlanga para excitar la solidaridad de los bienintencionados.

Y persiste la necesidad de que periódicamente se organicen gigantescas provisiones de alimentos impulsadas por legiones de voluntarios como canalización de una caridad que suple en buena medida la responsabilidad de los gobernantes. Pero la caridad, todavía siendo necesaria, no es suficiente, porque la ayuda circunstancial movida por la solidaridad no es lo mismo que la dignidad de una persona con derechos.

La diferencia entre caridad y derechos es la dignidad. Pero muchos ciudadanos no saben, por ejemplo, que son pobres energéticos y que tienen derecho a recibir ayuda pública para evitar cortes de suministro. Se trata de personas con ingresos bajos que tienen que hacer frente a unos crecientes precios de la electricidad, el gas y el agua en unos hogares, generalmente con deficiencias energéticas, que requieren de un mayor consumo para mantenerlos caldeados.

La pobreza energética supone no poder mantener una temperatura de 21 grados en la sala de estar y de 18 en el resto de las habitaciones porque su coste supera el 10% de la renta disponible.

Además de la calefacción, en el concepto se incluyen otras demandas, como electrodomésticos, agua caliente, etcétera. El estudio «Pobreza energética en España» concluye que el 17% de los hogares tienen gastos desproporcionados en el pago de las facturas de la energía doméstica, lo que supone más de 7 millones de españoles, de los que 4 millones se declara incapaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en invierno.

La Diputación de Barcelona acaba de destinar 500.000 euros para combatirlo, uniéndose a los gobernantes del área metropolitana de Barcelona, que hace un año afrontaron sus responsabilidades con la creación de un fondo de 5 millones de euros con idéntica finalidad: que nadie se vea humillado ni degradado en su propio hogar. Por derecho.

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