José García Domínguez - Punto de fuga

El Emperador del Paralelo

Podemos es el octavo pasajero en la frustrada excursión a Ítaca de lo poco que aun queda de CDC

José García Domínguez
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Nada hay más demoledoramente eficaz que la demagogia política cuando se administra con talento. Así Pablo Iglesias, prodigioso maestro de la disciplina, portento del género llamado, sin duda, a pasar a los anales. Desde Alejandro Lerroux, aquel personaje de novelón decimonónico que llegó a Emperador del Paralelo solo merced a las brasas de su verbo flamígero, no se había visto otro caso semejante por estos lares. Ese Iglesias, inopinado híbrido entre el primer Alfonso Guerra, el de los trajes de pana y las proclamas a los descamisados, y el Girón de Velasco de la revolución pendiente, se ha revelado, el sábado lo volvimos a constatar en el Arco de Triunfo de Barcelona, toda una fuerza telegénica de la naturaleza. La franquicia local de Podemos, marca patentada por un grupo de ciudadanos oriundos de la Castilla vieja, para más inri habitantes todos ellos de la muy odiada capital de la metrópoli colonial que oprime al “país petit”, ya es a estas aciagas horas del “procés” la primera fuerza electoral en Cataluña, a una distancia que comienza a parecer sideral de la Esquerra.

Y no son de los suyos. Porque Podemos, agrade o no, es España; otra, sin duda, pero España al cabo. No, no son de los suyos. Y si no fuese porque el titular de la cartera de Interior en funciones tampoco resulta ser precisamente Metternich, lo de Podemos en Cataluña, su triunfal irrupción desde la más absoluta nada, casi invitaría a pensar en las maquinaciones inconfesables de los ministros de la Restauración con su ancestro Lerroux, cuando el aterrizaje de don Alejandro en la Rosa de Fuego. Podemos es el octavo pasajero en la frustrada excursión a Ítaca de lo poco que aun queda de CDC. Un caballo de Troya con coleta. Porque el sufragio de la ira y la desesperación, que no otro va a ser el de Iglesias en Cataluña, es indiferente a las banderas estrelladas. La Historia, es sabido, no se repite nunca. Pero a veces rima.

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