Antonio Piedra - No somos nadie

Tiro o risa

«La camisa de Trump nos va salir a los europeos en general, y a los castellano y leoneses en particular, por los Picos de Europa»

Antonio Piedra
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Para pegarse un tiro. O como decía mi suegro, que en paz de descanse, cada vez que nos juntábamos en su casa los siete nietecillos, más sus progenitores, con ganas de juerga y de comer: «¡Dios mío, pero qué habré hecho yo para no estar en la cárcel!». Eso mismo digo yo ahora cuando escucho o leo desde mi casa el pimpampum de periódicos y televisiones: con lo cerca que está Valladolid de la penitenciaría de Villanubla, y yo aquí con estos pelos esperando que los de mi pueblo me nombren hijo predilecto o adoptivo, patrimonio de la humanidad, o directamente reina perpetua de las fiestas que diría María la Serona.

Como para pegarse un tiro, o reírse a carcajada limpia -que viene a ser exactamente lo mismo-, es lo que estamos viviendo en estos tiempos precisos en los que ya no se sabe si lo primero en vestimenta o condumio es la camisa o el sayo.

En Castilla y León, hasta ahora, lo teníamos clarísimo porque la Pícara Justina, que era más lista que el hambre y una feminista de armas tomar, ya nos lo advirtió con pelos y señales: «Más cerca está la camisa que el sayo». O sea, que lo más cercano a la carne, a la chicha, y a la piel, es la camisa. Conclusión, que la camisa tiene que ser suavecita como el borreguito de Norit. Tanto si hablamos de la camisa que quiere ajustarnos Trump a las carnes, o del jubón que quiere imponernos Puigdemont a todos los españoles porque él… él es el más listo de la banda del 3%.

La camisa de Trump nos va salir a los europeos en general, y a los castellano y leoneses en particular, por los Picos de Europa. Razón inédita e irresistible: a la Casa Blanca ha llegado un experto en paños que ha dicho que lo mío es mío y lo demás a medias. Y como cumple a rajatabla lo que prometió en campaña electoral, no cobra para más inri por el oficio de presidente, y además no tiene complejo alguno en admitir el percal del que está hecho el paño, pues se ríe a carcajada limpia de la poética de gestos que se resume en esta coplilla pos mortem compuesta en honor de los progres americanos: a Obama con Hilaria Lewinsky/ quisieron casar los demócratas/ pero les zurró Trump en pelotas.

El sayo de Carles Puigdemont está tan agujereado que ya no resiste ni el dragado a fondo del Pisuerga, ni se lo traga el Papamoscas de la catedral de Burgos con el airón del viernes, que ya es decir. Huele a 3% que tira «patrás», la Nasa detecta la rapiña y el latrocinio desde la galaxia más remota del orbe, y la marea de golpismo resulta tan coñazo en la costa mediterránea que se han vuelto anti independentistas hasta las sirenas de Ulises. Consciente del peligro, el mismísimo Pujol, el padre de las Islas Vírgenes y de las madres ahorradoras, ha propuesto una tregua con estos versicos: Todo por un referéndum en tablas:/ ay, «yo me quedo con la mierda»/ y vosotros con la sardana. Tiro o risa venceremos.

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