Ana Pedrero - Desde la Raya

La tercera España

«Siento pena por quienes han salido a la calle a defender a un delincuente de medio pelo y regresaron a casa pensando que eran garantes de la justicia y la libertad»

El colectivo '«Juventud Unida Salamanca» convocó el pasado jueves una manifestación de protesta contra el encarcelamiento del rapero leridano Pablo Hasél ICAL

Soy hija de la España que se pintó las manos de blanco y se echó a la calle rota de indignación y dolor cuando un etarra descerrajó un tiro en la nuca a Miguel Ángel Blanco. Hija de la España que recibió con los brazos abiertos una democracia, que luchó cuarenta años por la libertad y la palabra.

Heredera de las mujeres que ganaron a pulso su lugar en la sociedad con uñas y dientes. Pupila de una educación que nos enseñó en casa y en las aulas a respetar a quienes piensan distinto, que la libertad de uno termina allá donde pisoteas la del otro. Librepensadora, por mucho que el gurú Iglesias y allegados tachen de fascistas con su doble vara de medir a quienes no comulgamos con sus postulados, tan lejos de la auténtica libertad.

Hija de esa «tercera España» que está harta de las otras dos, las de los extremos, que casi siempre se tocan.

Parte de esa silenciosa mayoría que respeta a las fuerzas de seguridad, que quiere paz y detesta a quienes fomentan el odio y la violencia. Por todo esto, jamás podría defender a un miserable como el rapero Hasel, que llama sistemáticamente zorras a las mujeres, justifica el terrorismo, agrede a la policía; que hizo escarnio sobre el cadáver del torero Víctor Barrio, que insta y celebra el asesinato de representantes públicos de izquierda y derecha.

Soy hija de un periodismo que llama a las cosas por su nombre, que no admite la censura, que se gana la fidelidad o la indiferencia de los lectores cada día, que no confunde la libertad de expresión, el arte o la transgresión con graves delitos que infringen la ley y la convivencia. Hija de esa España que no entiende que las mismas mujeres que hacen religión del 8M pasen por alto desde su partido y su Ministerio de Igualdad las vejaciones sobre nuestro sexo.

Más allá de la tristeza por la pérdida del ojo de una joven, decenas de policías heridos, contenedores quemados, escaparates rotos y violencia callejera, siento pena por quienes han salido a la calle a defender a un delincuente de medio pelo y regresaron a casa pensando que eran garantes de la justicia y la libertad. Hijos de la manipulación y la mentira, justicieros de la nada, patriotas de una de las dos Españas de camisa negra.

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