Ignacio Miranda - POR MI VEREDA

Palencia moviliZara

El conflicto se ha resuelto. No así en otros muchos casos donde los elevados alquileres abocan al cierre de comercios, al no cubrir siquiera los gastos del autónomo que abre su puerta a diario.

Ignacio Miranda
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Andaban preocupados estos días de primeras canículas los palentinos, o palencianos en versión de Alberto Garzón con rostro de ídem, pero no a cuenta del juego de la selección española o la plúmbea campaña electoral concluida anoche. No. El origen de la inquietud era otro más pedestre, más de ropa ponible como se dice ahora y de atuendo moderno e informal. Zara había anunciado su intención de cerrar su tienda en la calle Mayor, oiga, y por ahí sí que ya no pasamos, que la marca textil del amigo Amancio -nacido en la localidad leonesa de Busdongo por ser hijo de ferroviario-, que este emporio de ropa vistosa a precio asequible, de trapo aparente, ya forma parte de nosotros y de los hábitos de consumo nacionales.

Pues adelante con la movilización.

La veintena de empleadas del establecimiento, ni cortas ni perezosas, empezaron a recoger firmas contra el cierre. En cuestión de días, sumaron 7.000 apoyos, cifra nada desdeñable, pues supone casi el 10 por ciento de la población de la capital. El propio alcalde se interesó por el asunto y habló con responsables del Grupo Inditex, que al final ha reconsiderado la decisión. Zara seguirá en Palencia, curiosamente una de las capitales con menor censo de España donde la empresa tiene presencia.

Por los bares, las peluquerías y los corrillos del vermú, se cuenta la intrahistoria del cese de actividad abortado: que la disparatada renta mensual del local, de unos dos mil metros cuadrados de superficie en dos plantas, resultaba ya inasumible para la compañía. La propiedad, por su parte, no accedía a rebajar. Sea como fuere, al final el conflicto se ha resuelto. No así en otros muchos casos donde los elevados alquileres abocan al cierre de comercios, al no cubrir siquiera los gastos del autónomo que abre su puerta a diario. Negocios extintos que dejan un tremendo vacío en el centro de las ciudades, cada vez más impersonal, apagado y homogéneo.

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