Jorge Francés - Ruido blanco

Aplausos muertos

«La plaza mayor de Salamanca, plaza mayor de las plazas mayores, despertó de la tragedia de nuevo en la España de los garrotazos»

ICAL

Hubo un día de marzo en que solo se pudo respirar haciendo pedazos las calles del silencio. Todo tuvo su momento. Cuando contemos la primera pandemia del siglo XXI empezaremos por los aplausos puntuales de las ocho. Aquellos que durante meses fueron la única fe, el agradecimiento, los pliegues de la esperanza. Pero sobre todo el sentimiento de comunidad, la resistencia de un país, la fortaleza en rebaños de ventana asomados a la soledad de panales amargos. Aplausos sanitarios, policiales, agroalimentarios, logísticos, periodísticos, militares… aplausos que nos abrazaron la ausencia en la distancia y el eco de la muerte de un marzo negro, un abril de luto y un mayo de duelo. Anoche ya no sonaron los balcones, se apagaron el domingo tras esa lenta agonía que hace rutina lo espontáneo. Quisimos volver cada tarde a la primera tarde, como quien desespera buscando en todos los besos el sabor del primer beso.

Para los aplausos reservamos la memoria, esa memoria española que te recuerda con pereza antes de muerto. El último estertor de palmas fue mecánico y fugaz. Reseco. Los aplausos de las ocho murieron en la misma soledad de la que un día nos salvaron. Quedaron guardados en el alcanfor de la historia. Todo tuvo su momento. Los amortizamos aplastados por la algarabía de las cacerolas de la ira. Por el estrépito de la política, por lo metálico del desacuerdo, porque el ansia de la desescalada nos devuelva lo que creíamos nuestro. Comparto la necesaria crítica al absolutismo de estado de alarma impuesto por Sánchez pero me entristece que los aplausos de la concordia se hayan ido también sin sepelio.

La plaza mayor de Salamanca, plaza mayor de las plazas mayores, despertó de la tragedia de nuevo en la España de los garrotazos. Sin risas, ni turistas, ni estudiantes haciendo tiempo. Tampoco creo que nos merezcamos eso. Que esta nueva primera vez, este reestreno de pisadas en los adoquines viejos, sea maltratando con odio los cazos. Volver a pisarnos las banderas para sobrecoger a la sombra de Unamuno que espera que el próximo lunes el Café Novelty abra su terraza al cincuenta por ciento.

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