Imaginando las «redes sociales» del siglo XVIII

Una joven investigadora estudia y plasma en un libro los comportamientos humanos del pasado en la salmantina comarca de Ciudad Rodrigo

Pamela Rubio Velasco junto a su libro ABC

Clara Nuño

Internet hoy lo tiene todo: las vidas de las personas, sus relaciones, ideas y actividad laboral. Retazos expuestos en pequeños escaparates relucientes: Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn. Se llaman redes sociales, porque conectan a los unos con los otros, y es muy fácil seguir un rastro. Pero antes era distinto y su marca quedaba impresa en catastros, notarías y archivos municipales.

La gente compra y vende propiedades, siempre lo ha hecho, siempre lo va a hacer. Y es ahí, en la documentación notarial, donde se acumula la información más importante de la vida de alguien, explica la doctora en Historia Moderna, Pamela Rubio Velasco (Ciudad Rodrigo, 1991), autora del estudio «Grupos Domésticos y Dinámicas Familiares en la Comarca de Ciudad Rodrigo» durante los siglos XVIII y XIX.

Parte del reto del siglo XVIII es que la documentación estaba escrita mayoritariamente a mano , pero ya se estilaba la caligrafía humanística: una letra redonda que se consolidó como reacción a la creciente ampulosidad y barroquismo de la letra gótica, que la hacían casi ilegible. Desde entonces, nuestra forma de escribir apenas ha variado.

Por eso, para Rubio casi la única traba a la hora de enfrentarse a las cartas de hace dos siglos era la mala letra. Cuenta que muchas veces le costaba entender el trazo, pero que, al final, era cuestión de descifrar algunos rasgos propios de la escritura manual.

A Rubio le movía la curiosidad, poner en práctica lo que había aprendido durante la carrera aplicado a la vida de aquellos que un día habitaron su comarca. Sostiene que, para una historiadora como ella, el poder hacer un estudio enfocado en la población, en la historia social, es algo «muy llamativo».

Insiste en que no es difícil, aunque sí laborioso, seguirle la pista a las gentes de otra época, porque de todo se deja constancia: contratos de casamiento, de dotes, testamentos. La información social, geográfica y económica ha sobrevivido al paso del tiempo y con ella se pueden reconstruir antiguos modos de vida .

Lo que sí resulta más difícil es rastrear las amistades, los amantes, si no hay intercambio monetario de por medio. «De esos vínculos no queda casi nada», cuenta, «quizá eran los más fuertes pero eso nunca lo sabremos».

Sin embargo, hay algo que sí ha llegado a nuestros días, que apenas ha variado: el lenguaje , las expresiones. Sobre todo en el mundo rural, donde se conserva un vocabulario que, en las grandes urbes, ha quedado relegado al olvido a fuerza de no usarse.

Cuenta que tuvo, incluso, que pedirle a su padre que le explicara términos que se usaban en el XVIII, como las denominaciones de los animales o nombres de construcciones y partes de las casas que ya no existen o que han perdido su palabra propia, concisa: un ‘tabuco’; un habitáculo muy estrecho, un ‘chamizo’; casa o vivienda pobre, sucia y desordenada. O un ‘sobrado’; hueco abuhardillado en la parte alta de las viviendas donde se guardaba, entre otros, el queso.

Perenne endogamia

De la herencia del pasado hay una cosa, una sola, que se repite una y otra vez en las 321 páginas del estudio y que, a ojos de Rubio, apenas ha variado en la actualidad: la endogamia.

«Me ha sorprendido mucho cómo la gente no salía de ciertos círculos sociales, que llegaban, como mucho, hasta el pueblo de al lado», explica la historiadora para señalar que este comportamiento es algo muy común en la actualidad, ya sea con el círculo cercano o las relaciones virtuales, donde se interactúa por afinidad y grupos de interés.

Aunque, en el libro, dentro de las relaciones endogámicas destacan los enlaces por conveniencia: «el papel del matrimonio como alianza ha sido una constante en la historia» , señala Rubio a la hora de matizar que, en occidente, es algo que ha quedado relegado a lo anecdótico en la vida común, pero que se sigue estilando en grupos de población específicos, como la «nobleza».

Las bodas, entonces, tenían como objetivo el ascenso económico y social. Hoy ya no. Hoy se busca en otros sitios.

Con todo, a pesar de la endogamia siempre predominante, Rubio ha resaltado que el hombre, en esencia, es nómada: «nuestras redes sociales actuales son mucho más amplias y eso quizá alimente el mito de que antes la gente no se movía de su pueblo. Mucha no, eso está claro, pero siempre hubo y siempre habrá forasteros venidos de muy lejos».

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