Ignacio Miranda - Por mi vereda

Derroche obsceno

«La desaforada fiebre consumista, que crea necesidades donde no las hay para generar negocio, alcanza así su apocalipsis de imbecilidad...»

Ignacio Miranda
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Junto a Cáritas y la Cruz Roja, los Bancos de Alimentos forman la tríada capitolina solidaria de la sociedad civil en medio de la crisis. La Santísima Trinidad, a modo de salvavidas, para decenas de miles de familias de clase media que, de repente, se hallan en riesgo de exclusión. La terna de diestros que lidia admirablemente un complicado festejo, el de que tantos niños puedan vivir con dignidad y no con las carencias de Venezuela. La federación que los agrupa ha celebrado en Burgos su congreso, con dos líneas de actuación bien definidas: mejorar su grado de eficiencia de cara al futuro y, sobre todo, llamar la atención sobre el escandaloso despilfarro de alimentos.

Según cifras de la FAO, cada año se desperdician en es España 7,7 millones de toneladas de comida, de las que el 42 por ciento procede de los hogares.

Sólo con la mitad de ese volumen sería posible atender las demandas de todos los beneficiarios de la organización. Su presidente, Nicolás Palacios, tiene claro que sobran motivos para alarmarse, porque vivimos en una sociedad que, en general, «ignora a los que lo están pasando mal». La desaforada fiebre consumista, que crea necesidades donde no las hay para generar negocio, alcanza así su apocalipsis de imbecilidad en la cual se confunde calidad de vida con derroche obsceno.

El Banco de Alimentos, que en Castilla y León dispone de una decena de sedes desde las que asistió durante 2015 a más de 70.000 personas, apela a la sensibilidad ciudadana para combatir el desperdicio de comida. Igual que somos un pueblo generoso capaz de entregar lo mejor sí al propósito de ayudar a los que han de cubrir sus demandas básicas, en iniciativas como la «Operación Kilo», debemos serlo para atajar unos datos sonrojantes de dispendio. Por ética, estética y ecología, la causa bien lo merece.

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