Asier Aparicio
Asier Aparicio - ICAL
Artes&Letras / Libros

Una caja de música llena de canciones que protestan

Asier Aparicio reúne una veintena de relatos que recogen distintos lugares del planeta y arman un alegato en defensa de la dignidad humana

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Cuando uno se acerca a la última creación literaria del prolífico escritor palentino Asier Aparicio Fernández, piensa –y más si abre el libro por el final y lee primero el Bonus Track– que se está asomando a una caja de música, que rezumará ritmos románticos, acordes sentimentales y esencias poéticas en cada párrafo. Poco puede imaginar el lector que en los veintidós relatos que macizan la recopilación se paladean muy pocas melodías dulces, por mucho que cada historia trate de apoyarse en una canción más o menos conocida, y que en algunos casos –sobre todos para aquellos que no se manejan demasiado con lenguas extranjeras– podrían ser perfectamente prescindibles, porque cada cuento posee tanta fuerza por sí mismo, que no necesita un preámbulo en el que apoyarse.

Y es que ¡Tócala, Sam! es un trampantojo literario en toda regla, un atlas geográfico que va haciendo escala en lugares del planeta donde se atenta contra los derechos humanos y se vulneran las libertades de los protagonistas de unos relatos magníficamente escritos, con una prosa concisa, trepidante y amena, sin alardes, sin concesiones innecesarias a una estética vacía e improcedente. Apoyándose además en recursos epistolares, unas veces, o en sueltos de prensa, otras, Aparicio consigue que su libro sea un continuo canto de protesta, que defiende la dignidad de las personas por encima de todas los cosas, que emociona, que conmueve y que en ocasiones deja al lector petrificado, merced a unos finales que, aunque a veces se intuyan, nunca son previsibles y poseen siempre una enorme capacidad de sorpresa.

Detalle de la portada del libro
Detalle de la portada del libro

Recorrer el mundo con una cámara, para grabar el dolor y denunciar la opresión o el maltrato puede convertirse en una osadía digna de orates, o en un riesgo que sólo pueden afrontar cineastas avezados. Este es el caso de Asier, que salva con nota elevada cada parada en un país distinto, en un paraje diferente. Sus relatos son como documentales visibles y cercanos, tienen olor y textura, cada descripción es un fotograma, una puesta en escena que ambienta con maestría la trama. Y ese efecto visual se apoya, además, en un lenguaje preciso, contextual y plagado de giros y localismos que se adaptan tan bien a la situación, que es como si este libro, además de una caja de música, fuera un artilugio que tuviera la cualidad de trasladarnos a cualquier rincón del planeta para convertirnos en testigos cercanos de todos los hechos que se denuncian en él.

¡Tócala, Sam! es, para rematar esta breve partitura, un bello y descarnado acontecimiento literario, una canción tan cruel, tan esperanzada y tan hermosa como la propia vida que palpita entre sus páginas.

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