El estruendo musical de Nereydas dulcifica los tiempos del Covid

La música del Maestro de Capilla, Francisco Corselli (1705 -1778) fue como esa brisa que se convierte en viento y que te eleva en un camino espiritual que va de la oscuridad a la luz

Javier Illán y María Espada, durante el concierto que ofrecieron en la catedral ABC

Diego de Palafox

La excelencia de Nereydas, la exquisitez de María Espada y la magnífica dirección de Javier Ulises Illán ofrecieron un concierto extraordinario en el imponente lugar del crucero de la dives toletana, e n la reanudación del VII Festival de Música El Greco en Toledo, tras el obligado intervalo pandémico. Las acciones culturales responsables son seguras si las normas se guardan. Y se guardaron en aforo, en distancia, en mascarillas y en educación cívica.

«Música religiosa pero con alegría», así definió el Ilmo. Mons. D. Juan Miguel Ferrer Grenesche, deán del cabildo, en su alocución introductoria, el concierto que íbamos a presenciar. Y a fe que llevaba razón, pues la música del Maestro de Capilla, Francisco Corselli (1705 -1778) fue como esa brisa que se convierte en viento y que te eleva en un camino espiritual que va de la oscuridad a la luz. Una música divina pero con los pies en el suelo y con los recursos de retórica musical para hacer surgir con su belleza las más diversas emociones en el corazón del pueblo, aunque el pueblo, en el momento en el que se compuso y en el entorno de la realeza, solo fuera el sector privilegiado de la Corte. Y esas emociones seguro que florecían en la iglesia de los Jerónimos en Madrid en el siglo XVIII, sede de la Real Capilla tras el incendio del Alcázar en 1734, y lo mismo las emociones han reverdecido con la interpretación de Nereydas en el privilegiado pueblo llano, que completó el aforo en la catedral de Toledo, en este ya avanzado siglo XXI.

El programa desarrollado por Nereydas tuvo su eje en la figura del que fuera el maestro de Capilla de la Capilla Real durante más de treinta años, el compositor Francesco Corselli , con el aditamento de una obra instrumental de Domenico Porretti, que facilitó el descanso vocal a la brillante soprano emeritense tras su excelsa Salve Regina y la Cantada para Navidad .

La música de Corselli, muy ilustrada en el siglo de la razón, aúna la solemnidad propia de las ceremonias religiosas con los encantos de la ópera, lo que lleva a construcciones virtuosísticas plenas de expresividad, tanto en las composiciones vocales como en las instrumentales. Así lo pudimos comprobar en las intervenciones de María Espada, que imitó con diseños vocales el canto de los mismísimos jilgueros en el aria «Si alegres jilguerillos» o en la puramente instrumental que inició el evento con los arcos de la orquesta: el Concertino a cuatro .

La de Corselli es, en efecto, música sacra de carácter elevado, pero con una capacidad esencial y creativa para integrar la expresividad italianizante del bel canto , la combinación imaginativa de instrumentos y la suntuosidad de las vocalizaciones en la línea melódica. Todas esas calidades y seguramente mucho más lo pudimos apreciar en el concierto de Nereydas y María Espada en la sede Primada.

De los casi cuatro centenares de obras que se conservan de Corselli, algunas de ellas incluso en el archivo catedralicio toledano, se pudo escuchar en esta ocasión el Concertino a cuatro , (1770), una rareza y quizá la primera obra destinada a una formación de cuatro instrumentos de cuerda compuesta en España y la única para conjunto instrumental conocida de este autor, estructurada en los tres movimientos convencionales, rápido-lento-rápido. La Salve Regina, (1761), uno de los cantos más conocidos y populares de la liturgia cristiana, concebida en tres movimientos ( tempo giusto, andantino, adagio ) que se adaptan con gran sensibilidad artística a cada uno de los pasajes que conforman un texto de gran delicadeza y fuerza teológica. La Cantada para Navidad « Pastores que habitáis» (1743) y la Cantada al Santísimo «Oh qué pena» (1749). Muy interesante por su originalidad esta última, una obra que posee una línea vocal virtuosa y expresiva, que con sus «Estruendos sonorosos» da título al concierto. La Obertura en Re mayor para orquesta (1763), obra de estilo galante de Domenico Porretti (1709-1783), con sus tres movimientos ( allegro assai, andante y allegro ), fue el complemento a las de Corselli. En suma, música sacra de Estado escrita para la Real Capilla de Palacio en la Corte de los primeros Borbones, que, gracias a instituciones como el ICCMU, a orquestas como Nereydas, a músicos integrales como Javier Ulises Illán y a programadores arriesgados y con sentido, como el Festival de Música El Greco y a las instituciones que organizan, apoyan y sostienen estos festivales, se ha podido recuperar, valorar e interpretar, para que las generaciones del presente puedan disfrutar de la música histórica de nuestro patrimonio.

Si el contenido del concierto es per se interesante, la puesta en escena fue un primor. La distancia entre los músicos era patente. Dirigir con mascarilla e interpretar con este aditamento salutífero no impidieron lo más mínimo que la orquesta ofreciera un producto excelente, con momentos de exaltación, como los que se producen cuando intervienen la voz, el oboe o la trompeta natural. Precisamente por ser un excelente contraste en un contexto tan particular, la intervención del oboe barroco de Rodrigo Gutiérrez logró una pieza reflexiva y expansiva en «Ea afectos», que movía con toda verdad las emociones. La música instrumental sonó de maravilla con las cuerdas, comandadas por Pablo Suárez , muy bien adaptadas a la acústica del templo con articulaciones vivas y grandes contrastes de los que muerden la cuerda y legatos amplios y bien timbrados.

María Espada estuvo en el nivel habitual que la prestigia, que no es otro que el más alto, pues, como sabemos, es una de las sopranos más dotadas para este tipo de músicas, a las que sabe sacar brillo no solo con la belleza de su voz, sino también con su dramaturgia muy bien adaptada a los textos. El bis, un aria de Haendel, fue un prodigio de exquisita sensibilidad y de dominio de la voz con verdadero alarde de lo mínimo que casi se acerca cantando al silencio. Un prodigio de la concertación fue Nereydas que latió «muriendo» a cada nota bajo las indicaciones de unas manos sensibles y emocionadas. Esencial fue la dirección de Javier Ulises Illán muy precisa en las órdenes, muy atenta en la comunicación con los instrumentistas, dibujando con claridad los gestos de manos, cuerpo y ojos (algo quizá impedía la mascarilla, pues la boca callada también suele hablar en estos casos), huyendo de aspavientos, para lograr una solvencia y una rigurosa seguridad que hablan mucho y bien de su acrisolado criterio, de su respeto a los matices de estilo, de su capacidad de análisis de los textos y de su acendrada pasión por lo que hace.

«Estruendos sonorosos», que así se titulaba el concierto, es mucho más que una música de ocasión, es un proyecto consolidado con una base científica y musicológica potente, la que aporta el Instituto Complutense de Ciencias Musicales en la recuperación, estudio de fuentes y edición de materiales; con un sostén interpretativo fundamentado, el que ofrece el tándem, muy consolidado en este y otros proyectos, que forman Nereydas y María Espada, un tándem afianzado en la recuperación del patrimonio de música española; y el alma máter que es el director de todo el conjunto, Javier Ulises Illán , que teje el universo de la música con la sutileza de quien realiza una labor de encaje de bolillos.

Con estos mimbres bien visibles en la catedral de Toledo se hizo evidente el éxito artístico y el contento del público asistente, que aplaudió con fuerza y se quedó con gana de más en un concierto que siguió las recomendaciones del INAEM (duración de concierto inferior a 80 minutos sin intermedio).

Estamos seguros de que el éxito del proyecto «Estruendos sonorosos» de Nereydas con María Espada va a ir de más a mejor y esperamos su proyección en el futuro próximo, pues al publicarse estas líneas se está produciendo la grabación en CD para un sello internacional que verá la luz en la próxima primavera. La pirámide musical se ha construido piedra sobre piedra con rigor desde la base. Esperemos ver y oír pronto este tesoro recuperado del rico patrimonio inmaterial de España.

Hay que agradecer a la Real Fundación de Toledo, con su debutante director general a la cabeza, Eduardo Sánchez Butragueño , y al director artístico del festival, Juan José Montero , que hayan sido valientes y hayan apostado por la cultura responsable en tiempos difíciles y no se hayan dejado vencer por desmedidos temores. Y así mismo, en momentos económicos nada boyantes, es muy de agradecer que las instituciones: Junta de Comunidades, Diputación, Ayuntamiento, Universidad, Catedral Primada y la Fundación Soliss, hayan mantenido su compromiso financiero con la alta cultura. El concierto de Nereydas ha sido un magnífico inicio, pero, con seguridad también, la Orquesta Barroca de Sevilla , el dúo formado por Michal Dmochowski, violonchelo, y Juan José Montero, clave, y la XV Batalla de Órganos , constituirán sobresalientes puntos de referencia musical que van a gustar a los toledanos en esta programación otoñal.

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