ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (39): Oscura soledad

«Ir al oculista es recordar a mi madre, a la poesía y a Gabriel y Galán»

Saliendo del oculista H.B.

POR HILARIO BARRERO

Las citas médicas siempre a primera hora de la mañana, cuando todavía ni la luz ha afilado sus bisturíes ni la enfermera su adormecedora sonrisa. Hoy tocaba oculista, un oriental amable y delicado que, conociéndome, me habla del último viaje a Italia mientras me deslumbra la mirada, da la vuelta a mis pupilas y ciega mis ojos con gotas de oscuridad. Me avisa de un amago de cataratas, «cosa normal a su edad», y de falta de visión en el ojo izquierdo. Me da cita para dentro de seis meses. Y me desea felices fiestas.

Ir al oculista es recordar a mi madre, a la poesía y a Gabriel y Galán. Mi madre nos dormía mientras nos cantaba, con música suya, «Mi vaquerillo». Es el primer poema que mis hermanos y yo conocimos y nos sabemos de memoria. En mi caso la poesía hundió sus raíces y se quedó conmigo. Otros poemas que nos dejaron huella fueron: «La pedrada», «Qué tendrá» y «El embargo». El que se lleva la palma es «La ciega» que, visto ahora, no deja de ser un poema cruel, como suelen ser algunos de los de Gabriel y Galán.

Los ojazos más llenos de amores

eran los de Rosa,

que irradiaban envuelta en fulgores

honda sed de vivir querenciosa.

Yo no sé de las dos cuál sería

pena más doliente:

porque Rosa quedó ciega un día

la dejó de querer su Vicente.


...

Y, en lugar de la muerte, entró un día

una voz humana

que en la calle de Rosa decía:

«Pues Vicente se casa con Juana.»


-¡Hermanito! ¡Clemente! ¡Clemente!

-¿qué quieres hermana?

-Yo te juro que adoro a Vicente

y que no quiero mal a la Juana...


-No es venganza; mas óyeme, hijo:

-¿Qué quieres, hermana?

-Ven más cerca, más cerca...

-Y le dijo-:

¡Que le saques los ojos a Juana!...


Salgo a la calle como si el día hubiera sido condenado y las tinieblas me abrazaran para sacarme los ojos. Todo está desenfocado: los edificios parecen de goma, los peatones siluetas de lluvia, los coches bultos que pasan rápidamente y yo mismo una oscura soledad que camina a tientas. Un poco perdido, pues voy sin ti, me refugio en un café y dejo que la sombra se calme y vuelva la luz que necesito para seguir mirándote y saber que me esperas.

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