María Antonia Ricas - Poeta

Dar la vuelta al Valle

María Antonia Ricas

¡Cuánto valoras el privilegio de caminar alrededor de la ciudad que amas! La costumbre de la observación, el asombro por escuchar a los pájaros cuando comienza la primavera, aprender a distinguir su canto –a estimar lo invisible detrás de lo evidente–; juegan en las ramas de los almeces, acechan a los abejorros, ebrios por el aroma penetrante y amarillo de la retama. Esa canícula del verano, pronto… Hay que salir a andar antes del alba y cruzarse con los misántropos educados que te preguntan por la salud y siguen su camino… Sudor de la primera hora; el polvo naranja, caliente, invade el resplandor, toquetea la asfixia… Luego contemplas la salida del sol por allí, por las cercanías del misterio fantasmal de La Sisla y viene septiembre con sus ocres granates, dorados; promete hallazgos templados, propicios, promete mucho más que abril aunque no sea fiable su euforia y las avispas vuelen mareadas y llegue un airecillo que podría mover la campana de la ermita y creas que el otoño está de tu parte. Pues, ¿quién sino tú distingue los matices del silencio de niebla? Noviembre humedece las losas del puente de San Martín y los hombros de los escolares que lo atraviesan, entre extraños y hostiles, hasta el caserón del viejo instituto cercano… Si se abre la nitidez heladora y nocturna, si ya cumple diciembre para enero, si en el último perfil de la noche se detiene un temblor, el anticuario –hoy camina contigo– y tú admiráis el fulgor de Sirio momentos antes de ser dominada por la hija de la mañana , la Aurora de rosados dedos . La helada cubre todos los propósitos, no deja que se muevan las ramas. Pero llegas, por fin, al otro puente, el de Alcántara, el de la despedida de Zaynab; entras en la ciudad aunque no haya dejado de ir a tu lado, de señalarte el río y su penuria, aunque parezca irreal a los ojos de los viajeros. Entras en la ciudad y agradeces también este privilegio, algo precioso en el tiempo y en el espacio que los que se resisten a abandonarla aprecian más que el agrado de la línea recta en las avenidas. Marzo trae un augurio de luz hermosa que calentará la piedra… ¡Qué lujo caminar y mirarla, entrar y amarla, comprender los ciclos de color que la envuelven! Todavía vive en el campo esta ciudad y dar la vuelta al Valle que la ciñe no es sólo ejercitarse, no es sólo bueno.

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