ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (6): Mi Toledo, ciudad lejana envuelta en humo

El poeta, profesor y traductor toledano Hilario Barrero envía un nuevo texto desde Nueva York, donde reside desde 1978

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Navegando sobre una meseta de algodón sembrada por la mano del Greco, en una bóveda de nubes dóciles: rebaño renacentista con acento de Garcilaso; enraizada en siete colinas de celajes romanos, este barco fantasma, carroza tirada por bueyes de agua, en otros tiempos Ciudad Imperial y Primada y en otros Despojada y Olvidada, brota como un jardín de luz temprana y temblorosa. Lleva de guía, faro y vigía, el Alcázar; de capitana, la saeta trémula de la catedral y por velas, iglesias y conventos vacíos de monjas, maitines y retablos.

Un castillo, no se sabe si varado en el cieno envidioso y provinciano, que no distingue las voces de los ecos y va un poco a la deriva, o sustentado por cuatro torres de nobles y discretos varones.

Una barca que parece que se hunde en un Tajo de espumas contagiadas con remos de broza amarga. Una nave que dibuja en el infinito la línea recta del alba y divide la esencia de la historia y la existencia de la piedra.

Toledo, niebla curva, ojival y barroca, arco de medio punto plateresco, nao catedralicia, mi Toledo, ciudad lejana envuelta en humo, sábana atea para mi fe de niño, así te veo entre la niebla toledana que anuncia tardes de paseo, una alhaja damasquinada de sombras, Toledo, zoco de ver, plazoleta de pueblo, curva de piedra del rey moro, sinagoga de la celosía, barrio de Santo Tomé, mazapán y misa de doce. Toledo, pudridero de mi palabra: ¡quién pudiera dormirse para siempre con tu luz acerada en su corazón!

(Para Juan Ignacio de Mesa, por la fotografía)

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