La placa puesta en la calle Hermosilla en la memoria de Dionisio Herrero
La placa puesta en la calle Hermosilla en la memoria de Dionisio Herrero - l.r.

Carta abierta a ti, tío Dioni, veintidós años después de ser asesinado por ETA

El «Itinerario de la Libertad» se convierte en algo reconfortante para las familias y amigos de las víctimas del terrorismo

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A mi tío abuelo Dioni le faltaban dos meses para jubilarse cuando el 19 de octubre de 1993 ETA le asesinó. Los terroristas lo hicieron a plena luz del día, a pocos metros de su casa, en la madrileña calle de Hermosilla. Siete tiros, el último para rematarle en el suelo, acabaron con la vida del General de División del Ejército del Aire.

De poco sirvió la noble intención del soldado Alberto Pasamontes, que salió del coche oficial para protegerle. A sus 23 años, a Pasamontes le faltaban dos semanas para licenciarse. Tras intentar hacer frente a los terroristas, fue alcanzado por un disparo en el abdomen y se tuvo que resguardar en el coche. La bala le perforó el abdomen y tardó más de cien días en recuperarse.

El asesinato de mi tío, porque así le he llamado siempre, fue un asesinato cruel que él sabía que terminaría ocurriendo. Mientras veían en un telediario las imágenes de otro crimen de la banda terrorista, no vaciló a la hora de decirle a mi abuela: «Algún día me veréis a mí así». Aquel 19 de octubre tan horrible predicción se hizo real y con él se fue un marido, un hermano, un compañero, un médico, que, sin embargo, pese a su muerte, para todos nosotros sigue presente, más allá de lo cruel de su final.

A mi abuela le debo, en buena parte, haber conocido un poco más sobre él. Ella sigue hablando de «Dioni», el más pequeño de seis hermanos, y de cómo decían juntos de carrerilla todos los huesos del cuerpo cuando su padre, también médico, les tomaba la lección. No sé si se hereda o no, pero cada vez que ella me ve comiendo el relleno de las croquetas con un tenedor, me recuerda que él también lo hacía. Siempre que puede destaca, con evidente orgullo, el grado que alcanzó en el Ejército. Su viuda, Isabel Moya López, con quien estuvo casado 14 años, sigue igual de enamorada y recordándole con la misma dulzura y gracia almeriense con la que siempre lo ha hecho. A mi madre, simplemente, le salvó la vida gracias a su rápido diagnóstico de la meningitis que padecía.

Se casó mayor y hasta entonces, mi madre recuerda cómo le llamaba la atención su capacidad para aislarse, para vivir en su mundo en el que, más allá de la medicina, la música y la literatura eran su pasión. Eso sí, de aquella etapa, todos ensalzan su «excelente sentido del humor». Una vez ya casado con Isabel, la tía María Isabel, su vida dio un giro y todos descubrieron a un Dioni más familiar. Por aquel entonces entró en mi vida y ojalá no nos lo hubieran arrebatado, porque tenía todo por enseñarme, porque yo quería conocer los motivos por los que era tan admirado.

Le costaba, pero derrochaba amor hacia los que quería y, aunque sólo tenía siete años cuando le mataron, le recuerdo viniendo a Alcalá a pasar tardes conmigo y mis padres. En la estantería de mi habitación sigue el peluche que me regaló, con forma de perro y que ladra al dar palmas. Uno de mis bienes más preciados.

Mi tío Dioni iba a terminar una carrera profesional admirable: trabajó en el ambulatorio del barrio de La Elipa, fue director del Hospital del Aire (1989-1991) y llegó a ser director de Asistencia Sanitaria de la Dirección de Sanidad del Mando de Personal del Ejército del Aire, cargo que ostentaba cuando le mataron. La medicina, curar, ayudar a los demás, era lo que más le gustaba y esa pasión fue la que hizo que recibiera en 1989, la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Tras su muerte le concedieron la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico con distintivo blanco.

Desde el pasado miércoles, gracias al llamado « Itinerario de la libertad», puesto en marcha por el Ayuntamiento de Madrid, la calle Hermosilla le recuerda con una placa en la que se recoge el día y lugar en el que fue asesinado. Han pasado 22 años desde aquel negro 19 de octubre y a todos nos sigue emocionando pensar en él. Por eso, alrededor de dicha placa, para ser testigos de cómo su persona sigue siendo recordada, nos hemos reunido muchos: su viuda, sus cuñados, sus hermanas, sobrinos, compañeros del Ejército del Aire y el concejal Presidente del Distrito de Salamanca, Fernando Martínez Vidal.

Él no va a volver, pero esta iniciativa reconforta. Es un homenaje que todo aquel que haya perdido a alguien víctima de la barbarie terrorista, sin duda, se merece.

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