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Con la muerte en el regazo

Cuatro embarazos, un aborto y tres hijas -dos, muertas-. Ikram, de 27 años, detenida en Zaragoza, está acusada de haber asesinado a las dos y de intentarlo con la otra

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Acusada de haber matado a dos hijas y de intentarlo con otra más, Ikram Bernhaddi lleva en la cárcel desde el miércoles. Arrestada dos días antes por la Policía en su casa de Zaragoza, esta marroquí del Rif, de 27 años, ha sorprendido a los investigadores por su frialdad. Fue detenida tras la muerte de su tercera hija, ocurrida el 21 de noviembre. Acudió al centro de salud con el cadáver de la bebé. La coincidencia de casos similares disparó las sospechas que sanitarios y Policía ya arrastraban desde hacía más de un año. Tras la autopsia hecha a la bebé, la juez que lleva el caso decretó contra Ikram prisión provisional sin fianza.

La madre niega las acusaciones, pero su versión choca con la autopsia.

En su entorno familiar hablan de espíritus malignos que habitaban la casa y que habrían sesgado la vida de las pequeñas o empujado a Ikram a acabar con ellas. También que hay una ancestral creencia bereber que conmina a tapar la boca de los bebés para que el diablo no entre en ellos. Son versiones que podrían servir a la madre para defenderse por la vía de la psiquiatría, pero no encajan en varios frentes. Por ejemplo, en la inspección de la vivienda no se encontraron signos de rituales ni de nada parecido. Y la propia joven testificó ante la juez que ella no cree en esas cosas. Previamente, ante la Policía, tampoco dejó entrever indicio alguno de trastorno mental. Sí de una frialdad extrema, imperturbable en la detención -«ni una lágrima, ni un lamento»-, igual que cuando vio cómo, a la par, los servicios sociales le retiraban por segunda vez a la única hija viva que le queda al matrimonio. Ni una emoción, en contraste con el abatimiento que sí era visible en su marido, Mimoun.

De las montañas del Rif

Ikram y Mimoun son de la misma ciudad, de Berkane, en el nordeste de Marruecos. Histórica tierra de bereberes en las montañas del Rif. Allí nació Mimoun hace 40 años; su mujer, hace 27. Él llegó a España hace algo más de diez años. Se afincó en Zaragoza, donde tiene su propio negocio de remiendo de zapatos, arreglos varios y duplicados de llaves, un local muy cercano al piso familiar. Quienes han tenido contacto con él coinciden en describirlo como atento, educado y cumplidor.

De ella las referencias son más escuetas. Los vecinos la describen como introvertida y reservada. Con poco dominio del castellano, cruzaba escasas palabras con sus vecinos, pero no faltaba la sonrisa como saludo.

Ikram llegó a España expresamente para casarse, en 2008. Desde entonces empezó a encadenar embarazos; siempre niñas, nunca varón. Frustrada, se cree que tener un hijo se había convertido en una obsesión. Una línea que la investigación tiene en cuenta.

Su primer embarazo se truncó porque Ikram sufrió un aborto. Al poco quedó de nuevo encinta, en 2010. Dio a luz, pero la bebé murió con escasos meses, en julio de 2011. Aparentemente fue una muerte súbita, pero los médicos no las tenían todas consigo. Se logró comprometer a los padres para que aceptaran que a la bebé se le practicara una autopsia clínica, no judicial. Pero, llegado el día, se negaron.

Al año siguiente quedó de nuevo embarazada. Nació otra niña. Y en marzo de 2013, también con escasos meses de vida, esta acabó en los servicios de urgencias con un cuadro similar: mala coloración general del cuerpo, boca azulada y otros rasgos indiciarios de casos de asfixia.

Vigilada hace más de un año

El caso en sí y la reincidencia, unidos al comportamiento de la madre, alertaron a las pediatras. Se activaron los protocolos de vigilancia, intervinieron los servicios sociales y la unidad de Menores de la Policía Nacional. Ikram mostraba una inquietante falta de afecto hacia su hija, una ausencia de destrezas en su cuidado y un desapego emocional notorio. Se llegaron a colocar cámaras en la habitación del hospital para tenerla vigilada constantemente. Durante ese tiempo no hubo pruebas que motivaran a actuar legalmente contra la madre, pero la alerta hizo que los servicios sociales le retiraran a su hija durante meses. Cuando se la devolvieron a los padres, la pequeña ya casi tenía un año de edad, e Ikram estaba de nuevo embarazada.

Dio a luz a su tercera hija el pasado verano, y el 16 de octubre llegó a Urgencias con similar cuadro clínico que en los casos previos, siempre ocurridos después de que la madre se quedara a solas con la bebé de turno.

La pequeña permaneció dos semanas hospitalizada; se le dio el alta, pero sus días estaban contados. El 21 de noviembre pasado, la bebé fue llevada de nuevo al hospital por sus padres, pero era ya un cuerpo muerto.

Por entonces, la suegra de Ikram llevaba semanas viviendo en el domicilio de la pareja. Quizá porque algo raro veía. Quizá también el marido.

Tanto la suegra como el marido -contra los que no pesa acusación alguna- han salido en defensa de Ikram, según han indicado fuentes próximas al caso. Se ha sabido, por cierto, que la suegra también vio morir a tres niñas de joven, en Marruecos. Negra coincidencia.

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