Elecciones - Catalanas

Diario de la campaña, día 4: La memoria es como un tren

Espadaler fingió ser un niño huérfano, como si no tuviera ninguna responsabilidad en todo lo que ha pasado, como si su partido no hubiera sido el espejo frente al que cada noche Mas se peinaba la cabellera

El cabeza de lista de Unió en las elecciones catalanas del 27S, Ramon Espadaler
El cabeza de lista de Unió en las elecciones catalanas del 27S, Ramon Espadaler - efe

La tercera vía llegó ayer al Círculo Ecuestre de Barcelona con el reconocimiento de todos y ningún voto. Las encuestas dicen que Unió ni siquiera entrará en el Parlament, y eso que su candidato, Ramon Espadaler, convenció con su diagnóstico de la situación. Todos le aplaudieron, pero cuando se les preguntaba, tenían su voto decidido para el Partido Popular.

Espadaler fingió ser un niño huérfano, como si no tuviera ninguna responsabilidad en todo lo que ha pasado, como si su partido no hubiera sido el espejo frente al que cada noche Mas se peinaba la cabellera. Espadaler habló de él y de nosotros como si fuera un debutante pero, aunque nuestra memoria es como un tren que se empequeñece cuando se aleja, las cosas que no quiso decir remitieron a las cosas que no podemos olvidar. La Historia pone un santo en cada sueño, pero están lloviendo martillos, y clavos, y no creo que quede nada para estos terceristas con más pasado que esperanza.

El exconseller de Pujol y Mas presumió de retórica, para muchos tan encantadora como para mí afectada, y reclamó el enlace entre una España que ya no puede ceder más y unos independentistas que no quieren pactar nada; y cada vez que apelaba al sentido común parecía el charlatán que intenta vender sus pócimas a la desesperada, con la angustia de quien sabe que sólo le quedan 20 euros en el bolsillo. Tiene Espadaler algo de cenizo y la muerte le hace la segunda voz, como un contable que viene a explicarte, con sus metáforas radiantes y discurso impecable, que tu empresa ha quebrado.

Unió es como ir a ver un espectáculo de delfines y que lo que salte sea una sardina ya cadáver. La sonrisa de Espadaler es la del taquillero de un parque de atracciones abandonado, la sordidez de cuando se encienden las luces de emergencia del Castillo Encantado. Sus promesas de diálogo entre Cataluña y España, como arbustos que han crecido entre los asientos de la noria, como un vagabundo tumbado en la vagoneta oxidada del Tren del Amor. Recuerdo el esplendor de este parque, pero los niños dejaron de divertirse como cuando Espadaler habla pone cara de estar llegando tarde a su propio funeral.

Ni un solo escaño es lo que todas las encuestas le aventuran. Pronto hablaremos de Ramon en pasado. Aunque probablemente, el diálogo que él defiende, una solución positiva y pactada, sea lo que tarde o temprano acabe pasando.

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