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El diario de campaña, día 5: Un marqués sin mayordomo

El PSC ha naufragado y la izquierda catalana se ha dejado robar la legitimidad obrera por la carraca del agravio fiscal

Miquel Iceta durante su intervención en un acto de campaña en Lleida
Miquel Iceta durante su intervención en un acto de campaña en Lleida - efe

Miquel Iceta es la mejor inteligencia política de Cataluña, el líder más hábil y astuto, el que de un modo más nítido entiende la realidad de mi país, su sentimentalismo estéril y sus aspiraciones legítimas. Si tiene usted la posibilidad de cenar con uno de los candidatos a la presidencia de la Generalitat, no dude en elegir a Iceta. Aprenderá, se reirá y puede que a última hora hasta le saque a bailar.

Precisamente por su inteligencia, el PSOE le puso en la sala de máquinas del PSC, para evitar que sucediera lo que ha acabado pasando. Nadie puede discutir la inteligencia de Iceta, ni su encanto, pero tampoco que en su principal propósito ha fracasado; y que es fantasmagórico que se ofrezca como solución del problema que su propio fracaso ha causado.

La desarticulación del PSC le ha dado alas a Podemos y a sus marcas blancas en Cataluña. Sólo por la debacle de los socialistas catalanes se explica que Ada Colau haya llegado a alcaldesa. ¿Dónde estaba la inteligencia de Iceta cuando más la necesitábamos? Entre las fugas de los soberanistas y de la extremísima izquierda, el PSC se ha quedado instalado en la marginalidad; y de tenerlo todo a principios de 2010 ha acabado sin prácticamente nada.

¿Qué garantía puede ofrecernos hoy Miquel Iceta? ¿Qué astucia, qué capacidad para controlar la situación y hacerla virar hacia la cordura? El descalabro del PSC ha envalentonado también a los independentistas, que gracias a las incorporaciones de exsocialistas pueden presumir de transversalidad.

Hace mucho tiempo que los socialistas catalanes no creen en nada, ni defienden nada que no sea el poco poder que todavía retienen. Pueden darle la culpa a los demás, como hace el nacionalismo victimista, pero cuando un partido pasa de mandar en Cataluña y en Barcelona, y de ganar holgadamente las elecciones generales, a conservar sólo algunos ayuntamientos del extrarradio, significa que hay algo que ha hecho estrepitosamente mal.

Iceta es un marqués sin mayordomo, desposeído de todo menos de su clase. El PSC ha naufragado y la izquierda catalana se ha dejado robar la legitimidad obrera por la carraca del agravio fiscal. La mayoría de catalanes de baja extracción social creen que su solución ya no es la lucha de clases sino la lucha contra España.

Claro que cuando uno practica una demagogia tan barata, se expone a que le ganen con calderilla –y ya es decir– todavía más escasa.

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