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Diario de campaña, día 13: España y yo

«Yo era un independentista furibundo, y después de haberla conocido, me gusta España»

Bandera de españa en la plaza de Colón de Madrid
Bandera de españa en la plaza de Colón de Madrid - isabel b. permuy

Yo era profundamente independentista y creía que la culpa de todo la tenía España. Escribía en el diario Avui como un ejército alarmado.

Me echaron del Avui y llegué a El Mundo, y conocí mejor España, y sus logros me parecieron remarcables. Nació mi hija y dejó de interesarme el conflicto y empecé a apreciar sentimientos más modestos, tibiezas que antes me parecían intolerables; y pactos con la realidad que siempre había considerado cobardes los fui encontrando poco a poco razonables, seguros, confortables para el miedo que siempre tiene un padre. También me echaron de El Mundo –con lo simpático que yo soy, qué manía con echarme– y ahora aquí estoy, en casa.

Yo era un independentista furibundo, y después de haberla conocido, me gusta España. Me cae bien. Pienso que la Transición contiene la semilla de los grandes procesos de la Historia y que fue una de las más bellas metáforas de la solución universal. Pienso también que desde entonces hemos vivido una historia de éxito y que hemos salido de la crisis de un modo admirable, tanto por cómo las familias han resistido y se han ayudado, como por un Gobierno lúcido, valiente, que ha sabido sufrir y mantener la calma, ser paciente con los insultos y devolvernos la esperanza. España me parece un buen país para que María crezca libre, segura y sana.

Muchos de los que antes me admiraban ahora dicen que me he vendido, me odian y querrían hablar de mí en pasado. Tengo que admitir que es un sentimiento bastante común y que no sólo afecta a los independentistas. He cambiado, sí. No creo que me haya vendido. He visto más cosas de las que había visto y me han gustado. Cataluña es mi país pero me siento bien en España, con su capacidad casi única en la Tierra para hacer que la vida transcurra dulce y agradable.

Ser padre, cumplir 40 años, descubrir que me cae bien España. Mirar a mi mujer a través de sus gafas de leer y darme cuenta de que su sonrisa es más tierna de lo que nunca fue, y que nos estamos haciendo mayores. «Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes».

En nombre de estos años tan felices, y en nombre también de los años pasados en que no les quise tanto; en nombre de este bienestar longitudinal, como de sobremesa interminable, quiero decirles que son ustedes muy amables y que estoy encantado de haberles encontrado.

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