¿Qué es para mí Cataluña? Discurso tóxico

El profesor de catalán Juan Royo señala a ABC que el nacionalismo catalán empezó siendo racista, rural y tradicionalista, y mediante unos pases mágicos se ha convertido en lingüista, urbano y progresista

¿Qué es para mí Cataluña? - Discurso tóxico

El nacionalismo catalán se ha reciclado a lo largo del siglo XX: empezó siendo racista, rural y tradicionalista, y mediante unos pases mágicos se ha convertido en lingüista, urbano y progresista. El discurso sobre la raza se volvió impresentable tras el nazismo, y se ha desviado a la lengua-cultura, que cumple con el mismo objetivo y sin ninguno de sus inconvenientes.

Mediante la lengua se clasifica a la población y se asegura la primacía social de los oriundos. Cuando les digan que si el catalán fue cruelmente perseguido, que si está a punto de desaparecer por la implacable inquina de España, no piquen, no compren. Es un discurso tóxico para incautos. Lo que en realidad pretenden es una sociedad estamental, con unos arriba (los catalanes) y otros abajo (los «otros catalanes»). Como siempre, vaya. El hecho de que exista la posibilidad de que los castellanos se catalanicen, con lo que podrían subir al piso de arriba (estoy hablando del famoso «ascensor social» del catalan dream, el somni català) no hace más que enfatizar la existencia de la frontera social. Para continuar teniendo la supremacía social –el nacionalismo va de supremacismo–.

Esa es la fantástica paradoja de la inmersión lingüística escolar, la jugada maestra del postrer catalanismo: se presenta como un antirracismo (todos los niños juntos, sin distinción de raza-lengua), como expresión del valor supremo de la cohesión social (separar a los niños por lengua, ¡qué atrocidad!) y como oportunidad de los de abajo (castellanohablantes) de naturalizarse, adquirir la identidad óptima. Pero detrás de las apariencias (el nacionalismo está lleno de trampantojos) la eficacia del sistema está asegurada: hoy el poder sigue en manos de los catalanohablantes, la administración pública es su coto privado, las élites continúan reproduciéndose igual que siempre, sin solución de continuidad. La escuela es la encargada de distribuir esta turbia mercancía y de presentarla como clara, benéfica y esencial. Está claro que nunca, nunca, nunca cederán en la inmersión escolar. Porque de ahí sale todo.

Juan Royo es profesor de catalán

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