Ángela Pumariega: "Lo primero es clasificar a España; lo difícil, llegar a los Juegos"

"Después de que ADO me retirase la beca me plateé dejar de competir. Sin financiación no se puede afrontar el último año de la campaña olímpica"

Valencia Actualizado: Guardar
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España engulló a Australia en clase Elliot en la bahía de Weymouth. Un oro olímpico inolvidable de Tamara Echegoyen, Sofía Toro y Ángela Pumariega en Londres 2012. Medalla desde el agua, que no fue la única. Ya se sabe la gran producción de la vela nacional, aunque siga siendo un país que incomprensiblemente vive de espaldas al mar. Tres años desde aquello y sólo uno más para que los Juegos de Río lleguen. A la carrera del sueño olímpico está Pumariega (Gijón, 12/11/1984), pero ahora en clase 470 después de que fulminasen la Elliot. Ángela, en funciones de patrona, forma dupla con Patricia Cantero. La asturiana recuerda con ABC todo aquello que envolvió aquel oro y su navegar con rumbo a Brasil.

—Tres años desde el oro olímpico ¿Cómo se gestiona un triunfo así?

—Lo he vivido con normalidad. Todavía hoy no eres consciente del todo. Aquel momento fue aún más especial porque allí estaban mis padres y mi hermano. A medida que pasaban los días, te dabas cuenta cuando, por ejemplo, se acercaba alguien y te decía: «Gracias por haberme hecho feliz; no sabes lo que disfruté  con vuestras regatas». Es un sueño cumplido. Ahora intento ir a los Juegos en 470 y piensas: «Es tan difícil sólo llegar».

—¿Cómo arrancó la aventura en Elliot?

—Después de los Juegos de Pekín, comienzan a competir equipos en esta modalidad de «match race», que a España no llegó hasta finales de 2009. Llegaron cuatro unidades. Nosotras no estábamos en el equipo español. La preferencia la tenían ellas y luego el resto de equipos nos teníamos que turnar. Cuando nos tocaba ir a Santander, aprovechábamos para navegar el máximo. Llegó el campeonato de España, que era la primera prueba de selección para el equipo olímpico. Ganamos. Saltamos de ser quintas a primeras. Cumplimos el primer objetivo y ya pudimos entrenar todo lo que quisiéramos en Elliot. Como no teníamos mucho dinero para ir a muchas regatas, cogimos experiencia entrenando con chicos.

—Primero había que clasificar a España para los Juegos.

—Ganamos el Europeo en 2011. Y llegó el primer momento de clasificar al país para los Juegos con el Mundial en Perth (Australia). Nos quedamos el primer país fuera de la clasificación. Perdimos contra Portugal, un país a priori asequible. Pero navegaron mejor que nosotras y consiguieron la plaza. Fue un golpe duro y quedaban solo tres plazas por jugarse. En febrero de 2012, era la última repesca. Sólo podía ir un representante por país y la Federación nos eligió a nosotras tras ganar el Europeo y ser las primeras españolas en el Mundial. En Miami, quedamos segundas y logramos la penúltima plaza para los Juegos de Londres.

—¿Cómo fue la elección para representar a España en Elliot?

—Quizás fue lo más duro. Los dos equipos españoles de la clase estábamos muy empatados. La Federación decidió que en las dos Copas del Mundo –una en Palma de Mallorca y otra en Francia– quien quedase mejor iba a los Juegos. En Mallorca, navegamos muy bien pero quedamos cuartas y el otro equipo duodécimo. Allí, un técnico de la Federación nos dijo: «No estéis tristes porque no tenéis nivel para estar en la final –de la Copa del Mundo–». Eso fue a cinco meses de los Juegos. Le dijimos: «No vas a ser tú quien nos ponga los límites». En Francia, teníamos que competir unas veinte regatas. En nuestro caso, tuvimos muchos problemas de salida por el viento. Estábamos todos los días esperando, mientras el otro equipo salía y lo estaba haciendo bien. El último día, con un viento exagerado, tuvimos que hacer regatas como por hacer. El otro equipo quedó quinto y nosotras octavas.

—¿Cómo se os trasladó la decisión?

—Ya habían acabado las dos Copas del Mundo y había una decisión. Teníamos que volver las seis en furgoneta mil kilómetros hasta Santander. Nos reunieron a las seis. Fue un encuentro como muy emotivo, porque para uno de los dos equipos se acababa el ciclo. Cuando nos dijo que íbamos nosotras, nos quedamos las tres calladas. Al salir, nos abrazamos. Fue una sensación de  «no me lo puedo creer, voy a los Juegos Olímpicos».

—Se prepararon con Manu Weiller.

—Los tres meses previos a los Juegos fueron muy tensos. La primera semana, Manu, nos barrió. Pero nos enseñó un montón de maniobras, trucos y a navegar como los chicos. Ganamos agresividad. Y también nos ayudaron Lara y Eva. Esos meses fueron claves y pudimos aplicar todo lo aprendido.

—¿Qué fue más duro el camino o los Juegos?

—El camino, sin duda. Los Juegos obviamente no fueron fáciles. Llegabas ya cansada después de esa pelea de tanto tiempo. De hecho, cuando acabaron los Juegos acabé agotada. El nivel sicológico influye un montón.

—Y llegaron once días de competición.

—No llegamos con mucha presión, porque no éramos favoritas ni para el «match race», ni del equipo español. Hicimos el «Round Robin» y pasamos a cuartos de final. Nos tocó contra Francia y ganamos 3-0. Era un equipo muy fuerte, pero les teníamos tomada la medida. Habíamos entrenado mucho con ellas y eran potentes. Algo similar sucedía con las rusas, que nos tocaron en la semifinal. Por suerte, bajó mucho el viento. Sumaron ellas la primera regata, luego empatamos y el viento se murió. Con el empate a uno, nos cambiaron de campo de regatas. Pensábamos que era al mejor de cinco. Pero el entrenador nos dijo: «A tope que es la última regata de hoy». Pero no pensábamos que fuera la última regata de la semifinal.

—¿Y cómo afrontaron el resto?

—Salimos con un penalti. En la primera boya nos sacaban trece segundos. La primera popa la navegamos muy bien y remontamos delante de Rusia. Recortamos veinte segundos. En esa boya empezó a gritar. Le sacamos ventaja, nos quitamos el penalti y tiramos adelante. Acabó la regata y pensábamos que íbamos 2-1 y que al día siguiente tendríamos dos regatas más para conseguir ese tercer punto.

—Pero no era así, ya estaban en la final.

—Acabó la regata y ni lo celebramos ni nada. La gente pensaría que éramos unas sobradas. Estábamos llegando a tierra remolcadas y nos dijo el entrenador: «Mirar el pantalán». Estaba todo el equipo español, lleno de banderas, vitoreando... No teníamos ni idea de que estábamos en la final. Cuando vimos que era así, no nos lo podíamos creer.

—¿Cómo recuerda el día de la final?

—Teníamos la medalla de plata asegurada, pero queríamos bañarla en oro. Tuvimos un viento de 25 nudos. Íbamos once kilos por debajo del peso. Yo tenía que haber engordado y no logré lo suficiente. El equipo australiano con ese viento era muy peligroso. Ganamos la primera. Empataron. Hicimos el 2-1. Empataron de nuevo. Con el 2-2 era como que todo lo que habíamos hecho hasta ese momento no había valido para nada. Realmente era la regata de nuestra vida. En la popa iba más rápido que nosotras. Nos acercamos, protestamos y le pusieron el penalti. Se dieron cuenta de que lo habían hecho mal. Y nos quedaba una ceñida y una popa. El equipo australiano era muy guerrillero, pero fuimos a tope. En la última popa seguimos avanzando y les sacamos como cien metros. Hasta que no cruzamos la meta era como que no podíamos creerlo. La mejor sensación fue ver la grada con las banderas de España. Estaba en el podio y se me saltaban las lágrimas. Mi familia estaba allí. Fue increíble.

—Y después de aquello, fulminan la clase Elliot. Probó primero 49r FX y luego ya decidió cambiar a 470. ¿Cómo reseteó todo?

—Me encanta navegar y pensé que quería intentar otra campaña olímpica si encontraba un barco que me gustase y una compañera con la que acoplase. No cuajó el proyecto 49r FX. Y decidí pasar a 470. Es un barco que me gusta. No es fácil porque hay gente con mucha experiencia y años en el circuito olímpico. Después del primer año cambié con Patricia Cantero. Hemos mejorado un montón. Nos queda casi un año por delante.

—Y ahora actúa como patrona.

—Nunca navegué de patrona. Ahora llevo dos años y medio en 470. Un puesto nuevo, pero creo que hemos mejorado, somos muy competitivas y hay que seguir trabajando para intentar ser las mejores. Es un sprint. En octubre tenemos el Mundial. El objetivo primero es clasificar al país. Puede ser a la primera o en la repesca como en los Juegos anteriores. Firmaría repetir el camino.

—¿Qué expectativas tienen?

—Es complicado, pero no imposible. Competimos con gente que lleva muchos años y es verdad que somos nuevas en la clase, pero no hay que bajar los brazos. Lo primero es clasificar al país. Diez se clasificaron en el Mundial de Santander. Una es Brasil. Ahora en el Mundial de Israel se clasifican tres y los otros seis es uno por continente. Una será Chile. Otra Canadá. Australia. En Europa estamos catorce países. Lo difícil es llegar a los Juegos.

—¿Qué significaría para usted participar de nuevo en unos Juegos?

—Para mí los Juegos Olímpicos son lo máximo, de modo que el poder luchar por estar ahí ya es algo increíble. Sería repetir un sueño.

—La coyuntura económica no ayuda y por el camino le quitaron la beca ADO. ¿Cómo, con qué respaldo sigue el proyecto adelante?

—Después de que ADO me retirase la beca me plateé dejar de competir. Sin financiación no se puede afrontar el último año de la campaña olímpica. La Federación no nos costea prácticamente nada. El barco, las velas, el material, la logística, el entrenador... todo era costeado con la beca. Tras salir en prensa mi precaria situación, se puso en contacto conmigo Jorge Morán, presidente del Grupo Comunicalia, y ellos se harán cargo de la campaña olímpica. Han creado el «Comunicalia Sailing Team».

—¿Cómo surgió la idea de vender pulseras para recaudar fondos?

—A una amiga de Vigo se le ocurrió hacer pulseras para la Selección de fútbol de la Eurocopa 2012. Se hizo famosa porque todos los jugadores y Del Bosque iban con la pulsera. Entonces nos mandó unas pulseras para nosotras cuando estábamos en los Juegos Olímpicos. Luego, pensamos que ya que gustó, hacer una colección «Pumariega Team». Me propuso venderlas a buen precio y nos sacamos algo de dinero y nos promocionamos. Fue como nuestro primer patrocinador. Hoy en día seguimos vendiendo pulseras. No sacamos un dineral, pero ayuda.

—¿Los regatistas españoles –y lo mismo vale para muchos deportistas de otras disciplinas– dada la coyuntura, la crisis, la falta de ayudas, hacen milagros con los logros frente al escaso respaldo?

—Por desgracia sin inversión no hay resultados. Es muy difícil tener medallas, obtener resultados. No hay inversión en Río 2016. Pero efectivamente dentro de las circunstancias el deportista español hace milagros.

—¿Imagina su vida sin la vela?

—No sé qué haré después de la vela. Sé que si acabo la vela olímpica, la vela profesional femenina es muy complicada. ¿Llegar a Tokio? Quizás sí. No está muy lejos. La vela olímpica es difícil. Tienes que estar buscando dinero todo el rato. Primero, pensamos en Río. Luego, igual pensaremos en Tokio.

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