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El otro, el mismo

Lo que se respira en el ambiente al comienzo de esta temporada es que al Real Madrid le falta el aura

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En 1964, el año en el que Di Stéfano dejó al Madrid, o el Madrid le dejó a él, otro argentino ilustre, Jorge Luis Borges, publicó «El otro, el mismo». En sus páginas uno descubría que nadie escapa a su destino, que uno vive de fabricar realidades y que «los idiomas del hombre son tradiciones que entraña algo de fatal. Los experimentos individuales son, de hecho, mínimos...».

Lo del Madrid, al comienzo de esta temporada en la que Tebas se ha impuesto convertirla en un thriller, es una copia futbolística, eso sí, de lo advertido por Borges. Primero, porque pareciera que la salida de un jugador (y un entrenador providencial) no hubiera sido una, sino varias. Pero el equipo es el mismo que ganó la tercera Champions consecutiva. Los nombres son los mismos, es posible que esta tarde salten al césped de Montilivi los diez menos Cristiano. Sí, y sin embargo, en los aficionados, hay una percepción extraña, una sensación distinta y distante, y no ya por la ausencia de Cristiano –sus desagradables declaraciones tras ganar la Champions le colocaron a miles de kilómetros de cualquier madridista sensato y sentido–, sino por el aura del equipo, como si más que Cristiano, con la salida de Zidane se hubiera roto el hilo mágico, la suerte, el ambiente, la ambición que les llevaron a romper todas las marcas europeas.

Igual que ocurre en un periódico, las firmas no hacen al periódico, el periódico hace a las firmas, en un club de fútbol ocurre algo semejante. No es la acumulación de brillo lo que reluce, sino la impronta que ese club fija en cualquiera que llega a figurar en su plantilla y en el once titular. Es ese aura de equipo el que hace triunfar a los jugadores, incrementar su valoración (futbolística y económica) y rendir con plenitud. Por eso, lo que se respira en este comienzo de temporada es que al Madrid le falta el aura. Son otros y son los mismos. Esta noche de tormentas mediterráneas en Montilivi, Lopetegui lo tiene complicado. Ya veremos cómo se desenvuelve con el «asunto portería», regalo envenenado de las alturas, no precisamente celestiales. La pasada temporada se perdió allí, claro que la temporada pasada se tiró La Liga.

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