Grada de Preferencia

El grito tuvo éxito

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No era «El grito», grabado de 1896 del pintor noruego Edward Munch (1863-1944), quien escribió: «Esta gente necesita desayunarse con jóvenes artistas recién sacrificados a modo de sándwich de carne. Es bueno que haya escándalo, pero conviene saber de dónde viene». Un grito recorre el Bernabéu, un antídoto frente a la desidia. Un grito que ha conseguido que Zidane encontrara su once ideal: «¡Qué viene Mourinho!» Ha sido pronunciarlo y el Madrid ha cambiado. Un grito y su eco que se escucha en los pasillos del vestuario, que atormenta a los jugadores. Un grito y un susurro. Si uno quiere que el Madrid regrese del limbo y se olvide del «Cómo no te voy a querer...» o «Haznos campeón...» o el castizo «Échale huevos...» y demás folclore anímico que han pasado a la fonoteca madridista. Evocar, sugerir el nombre de Mourinho y nada comparado con el vértigo, la fuerza, el ímpetu ante el hecho de que el grito se haga realidad para que los once se pongan a correr, pelear, presionar y multiplicarse para dar una buena imagen y que Zidane no les abandone nunca. Una modesta proposición: que tal grito lo pongan en el frontispicio de salida del vestuario hacia el terreno de juego. Gran servicio de Mourihno al Madrid. Solo su nombre, su posible vuelta al banquillo, ha hecho que el Madrid parezca otro. De repente, casi por arte de birlibirloque, todos, Zidane incluido, han descubierto que si la cosa es correr y pelear, el fantasma del portugués desaparecerá. Tan contentos. Tan tranquilos. El fútbol también tiene un aliciente mágico, una extraña combinación de realidad y ficción que todo lo empapa. Es la gran motivación que los aficionados esperaban para que este equipo reaccionara, saliera del letargo, sí, parece un cuento de hadas. Sin que hayan conquistado el Paraíso (hoy moderadamente lejano) en el que se instalaron tras la tercera Champions consecutiva, apuntan maneras. Bien poco es lo que se les pide. Pero el antídoto ha funcionado. Esta noche el desangelado Betis, el miércoles un Galatasaray en horas bajas. Está en ellos rubricar la resurrección., tiempo llevaban durmientes.

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