Kárate

Sandra Sánchez: una karateca por envidia y casualidad

Sandra Sánchez, oro en kata

Sandra Sánchez EFE

Juanma Mallo

Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 39 años) llegó al kárate por casualidad. «Por envidia», ha confesado en alguna ocasión. Y su ascenso a la elite, su camino hasta ser considerada la mejor karateca en la modalidad de kata, contó con más requiebros de los habituales. Nunca siguió un camino recto. Fricciones con la federación, una salida a Australia, unos años en Dubái... Pero ahora disfruta, sonríe y cuenta con una medalla única, ya que su deporte desaparecerá del programa olímpico en París.

Era una cría cuando su padre la apuntó a baile. Error. A su hermano Paco, en cambio, le inscribieron en kárate. Y a ella era lo que en realidad le gustaba. Menos mal. «Para que no llorara, mis padres le pidieron al profesor que me dejara entrenar dos o tres días, que me terminaría cansando». Pues no. Ni mucho menos se hartó. «Me enamoró desde el primer día», acepta esta mujer que precisa de un largo cuaderno para apuntar todos los éxitos que ha logrado. De hecho, su nombre aparece en el libro Guinness de los récords debido a su nutrido palmarés, envidiable. «Era algo inimaginable –concede–. Jamás pensé en estar en ese libro, así que cuando me llegó esa información, me quedé alucinada. Significa que es algo que has conseguido con mucho trabajo y mucho esfuerzo».

¿Un repaso rápido a lo que ha logrado Sandra Sánchez, procedente de una familia humilde, hija de jardinero? Vale. Número uno del mundo en la modalidad de kata, la que le ha subido al podio, de 2015 a 2019, un campeonato del mundo (2018), seis campeonatos de Europa, dos oros en los Juegos Europeos. Y, por supuesto, la número uno del all-time del ranking mundial. ¿Qué significa? Que es la mejor karateca de todos los tiempos . Ahora medallista olímpica en Tokio 2020 , el país que es la cuna de su deporte, un lugar que ama, que adora esta talaverana a la que le encanta viajar. «Los países asiáticos y en especial Japón siempre fueron un anhelo y un referente. Cuánto habré ahorrado para descubrir la cultura nipona », se sincera en su página web.

De allí aprendió. Con un referente. Una guía. «Rika Usami, la top de todos los que practicamos katas. Cuando la conocí, no podía ni hablar; mi mente se quedó en blanco», desvela. Luego ha entrenado con ella, y siempre acompañado de su técnico y pareja, Jesús del Moral, su gran apoyo, el hombre que la ha acompañado. Ella siempre tuvo una idea en la cabeza, ser campeona de España. Y él la ayudó. Eso sí, hubo un momento... «Recuerdo el día que me pasó el plan en el que ponía que debía entrenar el 1 de enero. Me sorprendió tanto que le dije 'Jesús, te has equivocado' y él me contestó: 'los que ganan entrenan el día 1, los que pierden se quedan en la cama'».

Ella no se quedó en la cama. Por supuesto. Se define «divertida, traviesa y llena de sueños e ilusiones». Como lograr una medalla. Pero también ha sufrido. Ella, inquebrantable, con una elevada capacidad de sufrimiento, lo pasó mal. ¿Qué ha hecho que tengas la actitud que tienes? «La enfermedad de mi madre. Fue el punto de inflexión entre una Sandra y otra . Ojalá no tuviéramos que vivir experiencias tan duras, pero me hizo cambiar para bien, a disfrutar de todo lo que me rodea». Cuando ella tenía 20 años, a su madre le diagnosticaron cáncer. Fue en un momento clave de su vida, justo un mes antes le habían reclutado para el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, «la primera vez que la gente de katas accedimos». Pero surgió la enfermedad. Ella lo dejó por su familia. «Quería vivir la enfermedad de cerca. No paré de competir. Seguía mis entrenamientos…». Pero los rectores españoles no se lo tomaron muy bien. «Llegaron a decirle a mi maestro que había desaprovechado mi momento. Durante muchos años, a pesar de ganar medalla en los campeonatos de España, nunca me llevaron a una concentración».

Hasta que hace unos años, con 33, regresó. «Entré justo a tiempo de vivir todo esto, es como si la vida me recompensara por todos esos años . Es una oportunidad tan bonita y tan grande que doy gracias por poder vivirla». Y lo ha agradecido de otra manera. Con un triunfo. Como los muchos que ha conseguido a lo largo de su carrera esta mujer que vivió en Australia un año, y luego también se marchó a Dubái en 2015. «Competí en el Open de Dubái y me ofrecieron –contó en 'Público'– dar clases a los niños del club y para competir en su nombre por todo el mundo. Me ofrecían unas condiciones…, un sueldo, una casa, un coche…, algo increíble, yo pensaba que era una broma». Pero no. Estuvo dos años, le reconocían por la calle... Y ahora, con su medalla, también le pasará en España.

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